Para La Santa Cecilia la noche cervantina no fue de Debut y despedida, como dice esa canción de Los Ángeles Negros que tocaron al inicio de su concierto, sino todo lo contrario: la banda impregnó entre cientos de escuchas su característica y cadenciosa fusión de rock, cumbia, tango, bossa-nova y bolero, entre otros ritmos, añadiendo un toque de nostalgia.
Durante su participación en la edición 51 del Festival Internacional Cervantino (FIC), La Marisoul (voz), Pepe Carlos (acordeón y requintos), Alex Bendaña (bajo) y Miguel Ramírez ‘Oso’ (percusiones) presentaron en la Alhóndiga de Granaditas temas de su nuevo disco, Cuatro Copas, pero también dieron un salto a sus comienzos, cuando tocaban en las calles de Estados Unidos.
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“Buenas noches Guanajuato, qué emoción y alegría estar aquí en el Festival Cervantino, muchas gracias. Quisimos empezar con estas canciones porque así fue como empieza la historia de La Santa Cecilia: en las calles de Los Ángeles cantando esta música mexicana”, comentó la cantante tras interpretar clásicos como Amar y vivir y Nuestro juramento.
“Para nosotros, creciendo en los Estados Unidos, es una música que nos llena el alma, que nos empodera, que nos conecta con nuestras raíces, así que sigamos celebrando nuestra cultura”, agregó.
Un momento emotivo ocurrió al tocar Ice (El Hielo), pues Pepe tomó el micrófono y relató que se trata de una composición que surgió desde su posición de inmigrantes o hijos de inmigrantes en Estados Unidos: “Pensamos que a donde quiera que el ser humano viaja o emigra, siempre se lleva su cultura, sus tradiciones y enriquece cualquier suelo que pisa. Por los inmigrantes, que tengan una vida justa y digna en cualquier lugar que se encuentren”.
Destaca que esta canción forma parte del disco Treinta Días, con el que el grupo, que tomó su nombre de la santa patrona de los músicos, ganó el Grammy a Mejor álbum de rock latino, urbano o alternativo en 2014.
“Creemos en la maravilla y en el poder de la música, y hemos encontrado nuestra voz en La Santa Cecilia, hemos descubierto lo importante que es contar nuestras historias y no dejarnos vencer por la violencia, por el miedo, por la injusticia”, alzó la voz La Marisoul a la mitad del concierto.
Continuó: “Estamos completamente en contra de cualquier violencia hacia cualquier ser humano en el mundo; sabemos que están pasando muchas cosas ahorita y yo solo quiero recordarles lo importante que es para nosotros seguir alzando nuestra voz y seguir teniendo fe entre nosotros, seguir luchando por lo que es justo, luchando por la paz, porque todos los seres humanos tenemos el derecho de vivir en paz, rodeados de amor y comprensión”. Entonces, los músicos mexico-estadunidenses hicieron sonar su himno de empatía y justicia, Nunca más.
Tras otro par de temas propios, La Santa Cecilia mandó un saludo “hasta el cielo” a Celso Piña y procedió a tocar la Cumbia sobre el río, que sacó a los presentes de sus asientos y los puso a bailar. Y desde ahí ya nadie se sentó, sobre todo porque siguieron piezas que han traspasado generaciones, como Ódiame, original de Julio Jaramillo, y Cuatro copas, del hijo predilecto de Guanajuato, José Alfredo Jiménez.
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