Desde hace cuando menos dos décadas la discusión sobre la manera en que las tecnologías afectan al libro, los procesos de edición y, con ello, la escritura, ha sido una constante, en especial porque las herramientas también se han renovado de forma persistente. De ahí el título del más reciente libro de Vivian Abenshushan, Permanente obra negra (Sexto Piso, 2019).
“El libro ha sido una tecnología muy duradera y no ha sido desplazado por las tecnologías digitales, lo cual no significa que no lo afecten: la forma en que leemos hoy en internet está afectando al libro”, explica la escritora y editora, quien también aborda los “procesos de producción cultural contemporáneos”.
En el volumen aparece el análisis de asunto no solo editoriales, relacionados con la palabra, la escritura o la literatura, sino los de producción simbólica en términos generales, la que a raíz de la revolución digital “ha terminado por modificar nuestra relación con la imagen, con la palabra, con la información, con la producción de valor.
“La disposición de los fragmentos en este libro responde a esa otra forma de leer. Los nuevos lectores, los que ya nacieron con esa capacidad salteada de lectura, también nos están planteando a las escritoras y escritores contemporáneos cómo nos relacionamos con la página”, explica Vivian Abenshushan.
Desde hace muchos años Vivian pensó en la necesidad de analizar las formas en que circula el libro, sus formatos, las convenciones que la constriñen desde la industria editorial o de la edición misma, pero también cómo desde la escritura experimental “se han desafiado esos formatos y permitido que el libro mute y evolucione”.
Permanente obra negra no podría definirse de una manera en especial: podrían ser aforismos, reflexiones, instrucciones de uso, una novela inacabada, un reportaje sobre el trasfondo de la creación literaria y, por supuesto, de la edición… si bien Abenshushan también apuesta por que sea un libro en el que discutan las políticas de la escritura, al tiempo de ser una crítica a “esa avasalladora cantidad de información que circula a todas horas frente a nosotros.
“Eso tiene que ver con la velocidad impuesta por el capitalismo digital: entre más vacío de dificultad esté un fragmento o un tuit, más rápido circula y eso genera también más dinero: el capitalismo digital está codificando nuestro lenguaje y hay que desafiar eso permanentemente”, en palabras de la escritora, convencida de que si algo caracteriza a las redes sociales y a internet es la “exacerbación de los ánimos y de las violencias verbales”.