Demostrarse inútil para realizar arte se soluciona haciendo arte útil: útil para obtener becas, útil para servir a la demagogia que subvenciona las obras, útil para tener exposiciones con la convenenciera denominación de activista, y lo más descarado, útil para aparentar trayectoria artística. En la exposición Hablándole al poder en el MUAC, espacio de la UNAM dedicado al proselitismo político travestido en arte VIP, la performancera Tania Bruguera exhibe “obras a corto y largo plazo”: una sucesión de cédulas que explican su promoción como artista activista, patrocinada por el Yerba Buena Center for the Arts de San Francisco, California. En el arte VIP todos son artistas, su dogma de la inclusión niega que entre los artistas VIP haya unos con más talento que otros, y mucho menos dan lugar para los “genios”, la capacidad estandarizada y el sometimiento intelectual les brinda seguridad emocional. Al recorrer las salas de la exposición, aun con la perspectiva del nivel de talento VIP, lo que Bruguera “hace” es especialmente limitado, es la versión cubana de Mónica Mayer. Presentar su “arte útil” con una “escuela de arte” y que la “cátedra” sean las frases que cuelgan de la pared que dicen “proponer nuevos usos para el arte con la sociedad”, “responder a las urgencias presentes”, “lo que ayuda a unir a la gente, por ejemplo una asamblea vecinal” o que “arte útil puede ser un centro de asociación”, escritas con torpe argumentación y exhibidas con tal arrogancia, que concluimos que la Bruguera fundó el nuevo Liceo y Aristóteles y los peripatéticos en vez de discutir la Metafísica son los vecinos de un condominio que se organizan porque les quitaron el estacionamiento. Los videos de ella impartiendo su elemental tesis artístico–política, son consecuentes con la pequeñez de sus performances, porque ante el impacto de la protesta social real, cuando la masa y sus líderes actúan, desde la manifestación urbana hasta la guerrilla o el terrorismo, lo que hacen en general los performanceros, y Bruguera en particular, se queda en chismorreo de vecinos, en un gesto de infantil berrinche político. La obra que le dio visibilidad internacional, el micrófono abierto que puso en la Plaza de la Revolución en La Habana, aquí es escenografía, no está abierto al público, ¿tenían miedo de que alguien se subiera al pódium y dijera que esa exposición no es arte? ¿Por qué no invitaron al público a que se expresara? La timorata censura de la curaduría y del MUAC no evitará que diga abiertamente que eso no es arte y que tampoco es activismo, ni revolución ni manifestación política, es simple propaganda pagada por intereses particulares para dar el mensaje que más les convenga.
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