'Cafarnaúm' o por qué hay que imitar a Charles Dickens

Cine

Aunque ganó el premio del jurado en Cannes, la directora, Nadine Labaki, parece haber visto todas las películas de niños pobres y ha hecho con ellas un coctel.

'Cafarnaúm' ganó el premio del jurado en Cannes. (Cortesía: Sony)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Son tantas que producen poca emoción. Son películas de niños que sufren en calles miserables. Cafarnaúm es una más a pesar de haber ganado el Premio del Jurado en el Festival de Cannes y haber sido nominada a la Palma de Oro en 2018. 

La directora, Nadine Labaki, parece haber visto todas las películas de niños pobres y ha hecho con ellas un coctel. Hay en Cafarnaúm escenas prácticamente calcadas de Nadie sabe (Hirokazu Koreeda), Pixote (Héctor Babenco) y Salaam Bombay  (Mira Nair).

Zain es un niño que vive en Beirut, una ciudad devastada por la guerra. Furioso porque su hermana de 11 años ha sido vendida al dueño de una tienda de abarrotes, Zain escapa y se enfrenta a la realidad de que nadie da trabajo a un niño que no tiene papeles y ni siquiera sabe cuándo nació. En sus aventuras encuentra a una guapa etíope que revela que hay tanta miseria en el mundo que aun este rincón perdido del Líbano recibe migrantes de sitios todavía más pobres. Así, pues, no satisfecha con haber denunciado la venta de niñas que se casan con tipos impresentables, Nadine Labaki denuncia ahora las terribles condiciones en las que viven los migrantes. Y es sólo el inicio.

Hay en la película cuatro o cinco historias que, en todo caso, deberían haber tenido cada una su denuncia particular. La etíope es detenida por ilegal. Zain se queda a cargo del niño etíope. Vaga con él por el mercado. Conoce a una niña que le habla de lo hermoso de Occidente. Suecia se vuelve el nombre clave de un paraíso. Nuestro joven héroe alberga sueños de migrante. Comienza ahora la denuncia de los malos libaneses que trafican con humanos. Nuestro héroe vuelve a casa y comete un asesinato. Ingresa en prisión. Aquí la directora denuncia las pésimas condiciones de vida en las prisiones de Beirut. Bueno, ¿para qué tanta denuncia? En una entrevista a RTVE, Labaki se aventó la puntada de que espera que Cafarnaúm sirva para terminar con la miseria infantil. Lo que ella no dice es de qué modo ir a un cine a apoltronarse puede resultar en un prodigio semejante.

Cafarnaúm contiene todos los lugares comunes de las películas de miseria infantil pero carece del encanto de obras como Un camino a casa, de Garth Davis, o la fantasiosa Quisiera ser millonario, de Danny Boyle. Porque al menos éstas dejan un buen sabor de boca. Además, no pretenden ser Charles Dickens. Porque la clave está en Dickens, un escritor que consiguió que la burguesía inglesa del XIX se atreviera a mirar hacia los barrios bajos de la gran ciudad. 

Pero Dickens tiene sentido del humor, sus historias están llenas de personajes encantadores. En Cafarnaúm, el único que realmente fascina es el jovencísimo actor Zain Al Rafeea, que a sus doce años defiende a todas las mujeres que se encuentra pero luego tiene el desatino de ir a un tribunal del Líbano a decir que mejor lo hubieran abortado. 

¿Por qué pensó Labaki que una apología del aborto podría ser premiada en Hollywood? La pregunta sigue sin respuesta. En la trama resulta una traición al único personaje lleno de vida. Ni El Ojitos, lazarillo de don Carmelo en Los olvidados, lanzó nunca un grito similar: “maldito el día en que nací”. Pero Los olvidados y Dickens tienen al menos cierta belleza simbólica. Casi 200 años después de que el mundo se maravillara con Oliver Twist quedan pocas ganas de mirar una miseria que, aceptémoslo, mirando una película no va a cambiar.

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