Cuatro poemas para celebrar el Día Mundial de la Poesía

Poesía

Hicimos una pequeña selección de los poemas que hemos publicado en las páginas de Laberinto.

El Día Mundial de la Poesía se celebra el 21 de marzo. (Shutterstock)
Laberinto
Ciudad de México /

El Día Mundial de la Poesía se celebra el 21 de marzo de cada año desde 1999 para celebrar una de las formas más valiosas de la expresión lingüística, cultural y de la identidad.

La poesía, practicada a lo largo de la historia en cada cultura y cada continente, habla a nuestra humanidad común y a nuestros valores compartidos al transformar las simples palabras de los poemas en poderosos catalizadores para el diálogo y la paz. 

En Laberinto cada semana publicamos un poema distinto; aquí reunimos algunos de nuestros favoritos:

Nepantla es un instante…, de Elsa Cross

Nepantla es un instante

donde ronda la muerte 

                                         Crece 

hacia un tacto silencioso

hacia el centro del sueño 


                                        Aguarda

y se disipa 

                               o se aglomera 

                  en espacios huidizos 


Nepantla 

                entre la luz y el párpado 

                entre el blanco y la flecha

                entre el pez volador y la gaviota 


Nepantla

                             entre los días 

                                                              y su cuenta— 


Ah sombra de la memoria

danzando

                en las alfombras verdes del estío


El mar de abajo, de Jorge Bustamante García

No sé qué podría escribir en esta tarde

extensa como el mar de abajo.

El avión se balancea un poco,

regurgita vacíos de instantes imposibles,

parece detenerse sobre un montículo de aire

que solo aspira al rocío raro de la noche.

Yo miro por la ventana de mí mismo,

vislumbro otros vuelos,

otros años, otros días,

unos rostros sonrientes y tristes

que se agolpan en otras despedidas.

Contemplo cómo se desmoronan las imágenes

de tantas cosas que se quedaron quietas

danzando casi en el sonido lluvioso

cual fantasmas aterrados.

Y ahora salgo de esa ventana de mí

y solo veo otra vez el avión que regurgita

y esta tarde extensa como el mar de abajo 


Caballo en fuga, de Marco Antonio Campos

No tuve casa o quedó borrada en hierba, arena u

hojarasca del camino. Para sobrevivirme llevé

las pisadas con sigilo y seguí en Finisterre

el vuelo de la golondrina azul


Es sábado de septiembre del ‘18 del milenio.

Es la hora del ahogo en que me acuerdo.Vaya lluvia.

Vaya diluvio en el verano a solas de Ciudad de México.

Aquí hubo una laguna color de jade. Hace siglos la ciudad

se hunde. Y más: 

                                  por los desfiladeros se precipita el país,

un gran país, pero ajeno al bien y a la ternura.


¿Yo? Yo comprendí que la desdicha es menos azar

que una tarea. Y a veces me dio por escribir canciones 


Un poema desconocido de Gabriel Zaid

Se vuelve música en el arpa eólica,

en unas campanillas japonesas,

inventa agua del pozo; en un molino

enorme, desde el mar, y con el sol

—nubes primero y lluvia, ríos, mar

de nuevo— gira, hace feliz la piel

y orondas a las velas; equivoca

destinos al pasar, provoca encuentros

insólitos y sueltos, es el viento

un portento de máquina aleatoria. 

ASS

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