Pasión es la palabra que sintetiza la muestra Gilberto Aceves Navarro: Hoy, que se presenta hasta el 29 de septiembre en el Museo de la Ciudad de México. Pasión por pintar. Pasión por enseñar. Pasión por continuar.
El ímpetu plástico de Gilberto Aceves Navarro (1931) aún emociona. Impacta porque a sus casi 88 años se atreve a navegar en grandes telas como en la serie “Migrantes” (2019), sobre todo emociona porque en esos grandes formatos el maestro se deleita en el color y en el dibujo. Quizá ya no tiene la fuerza para aventurarse en la textura, como en la serie “La decapitación de San Juan Bautista”, pero tiene la fortaleza intelectual, la “maña” de la experiencia y el goce para internarse en los territorios de la pintura, en la que no sólo se siente cómodo, sino de la que es emperador.
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Resulta conmovedor explorar en 60 piezas el compromiso con el hacer. La exposición abre con un autorretrato fechado en 1951. Esta pieza exhibe el talento de un dibujante que se propuso dominar el oficio para luego romper con ese virtuosismo y convertir su trazo en una apuesta única. Aunque suele ser considerado parte de la Generación de la Ruptura, Aceves Navarro se desarrolló a su aire, a su ritmo y más allá de grupos. Si bien su obra es abstracta, lo es más por búsqueda plástica personal que por una confrontación. Fue asistente de David Alfaro Siqueiros, con quien comparte la vitalidad del acto de pintar. Su trabajo es una experiencia voluptuosa, porque más allá de temas, el imán de su obra es su exploración y experimentación de la pintura en su hacer.
En esta breve retrospectiva queda claro que además de conocer la historia de la pintura, Aceves Navarro se ha enfocado en escudriñarla en su producción, efectos, detalles y posibilidades. Su obra rompe porque propone, porque explora lo figurativo hasta disolverlo, porque en lo abstracto hurga en la expresión, no conforme experimenta el color y los tamaños, juega con las capas de la pintura como si cada cuadro fuera una investigación y una apuesta, en cada uno pareciera que empuja y empuja para ver hasta dónde puede llegar, y cuando cruza el límite vuelve a comenzar su recorrido en otra tela o en otro soporte o género. Porque el maestro es curioso, durante casi setenta años sigue queriendo saber qué pasa con el volumen o la textura o la línea ya sea en la gráfica, en la escultura, en la pintura o en el dibujo, ese que, por cierto, ya es escuela.
Contemplar esta muestra es vivir el placer de la creatividad, la explosión de la vida.
ÁSS