Nosotros también amamos el arte es el título de la exposición en curso en el Instituto del Mundo Árabe en París, que presenta una parte de la colección del futuro Museo Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo de Palestina. Constituida por obras de artistas tan diversos como Hervé Di Rosa, Gérard Fromanger, Henri Cartier-Bresson, Jean-Luc Godard, la colección es el fruto de la solidaridad y de una apuesta por el futuro. Elías Sanbar, embajador de Palestina ante la UNESCO, Éric Delpont, del Instituto del Mundo Árabe, y el artista Ernest Pignon-Ernest, pionero del street art, organizadores del proyecto, nos explican esta iniciativa.
¿Cómo se ha formado la colección del futuro museo? ¿Las obras tienen una relación directa con Palestina?
ELÍAS SANBAR: Se trata de una colección abierta a todas las artes visuales (pintura, escultura, fotografía, video, cómic) que se funda en el don y la solidaridad con el pueblo palestino, lo que tal vez explica que haya obras de artistas de orígenes muy diversos. Cada una de las obras ha sido donada por los artistas o por sus familias, sabiendo que formarán parte de un museo para Palestina y no sobre la historia de Palestina. No buscamos obras que ilustren nuestra causa.
Sin embargo, no parecen figurar en la colección muchos artistas palestinos o provenientes de los países árabes.
ELÍAS SANBAR: Si bien el apoyo de los artistas árabes podría ser considerado como “natural”, queríamos evitar toda dimensión “comunitaria”. Por otra parte, las obras de los artistas palestinos no se encuentran ahora en el Instituto del Mundo Árabe por razones prácticas, pues no sirve de nada desplazarlas para llevarlas de vuelta a Palestina cuando el museo esté listo. Aunque sí contaremos con las obras de los artistas palestinos de la diáspora.
¿Han recibido propuestas de artistas israelíes?
ELÍAS SANBAR: Ya han comenzado a manifestar su interés por participar en nuestro proyecto. La primera obra de un artista israelí llegará al museo en los próximos días. La colección está abierta a todo el mundo, sin importar la nacionalidad.
¿Cómo surge la idea de este proyecto?
ERNEST PIGNON-ERNEST: El proyecto se concretó en 2009, durante una estancia en Ramallah, donde hice una intervención en torno al poeta palestino Mahmoud Darwish. Aunque ya tenía contacto con Palestina, descubrí la falta de perspectiva cultural de los jóvenes palestinos.
Había tenido ya dos experiencias anteriores. La primera en 1973, a partir de una idea de dos artistas chilenos que iniciaron un movimiento de solidaridad para crear un Museo Salvador Allende. Reunieron obras de gente que denunciaba al fascismo y se solidarizaba con Chile. En aquella época, los ayudé a entrar en contacto con artistas en Francia.
Después, en 1975, cuando mi ciudad de origen, Niza, se hermanó con la Ciudad del Cabo, justo en el momento en que las Naciones Unidas declaraban el apartheid como crimen contra la humanidad, hice una intervención para denunciar lo que en cierta medida era una manera de reconocerlo por parte de Francia. Me contactó entonces el Comité de las Naciones Unidas contra el apartheid y me pidieron que imaginara una iniciativa para movilizar a los artistas. Como estaba preparando un libro con Jacques Derrida, y como tenía una estrecha amistad con el pintor Antonio Saura, construimos juntos la idea de reunir una serie de obras que denunciaran el apartheid. Con la ayuda del artista Arman logramos reunir cien obras de grandes artistas (Rauschenberg, Lichtenstein, Tapiès y muchos otros) que presentamos acompañadas de textos de Edmond Jabès, Michel Leiris y Allen Ginsberg. Fue una exposición itinerante que recorrió 48 países entre 1980 y hasta el final del apartheid, en 1991.
A partir de estas experiencias, hemos creado esta colección para un museo que terminará por instalarse en la capital de Palestina.
¿En Jerusalén?
ELÍAS SANBAR: Como se trata de un museo nacional tendrá que situarse en la capital, es decir, Jerusalén Este.
Me parece que el apoyo del Instituto del Mundo Árabe, que acoge la colección, da una visibilidad y una legitimidad al proyecto.
ÉRIC DELPONT: Una colección necesita un lugar de conservación y de exhibición y ese es el papel que desempeña nuestro Instituto. Aunque no solo somos un lugar de almacenamiento, formamos parte integral del proyecto y lo acompañaremos durante toda su itinerancia y hasta su establecimiento en Palestina. En tanto que institución pública, el Museo Nacional podrá reunir a todos los palestinos y convertirse en un lugar de encuentro con los israelíes.
Sin embargo, estas muestras de solidaridad son también un gesto político que cobra mayor significación en el tenso contexto actual de Medio Oriente. Edward Said decía que Palestina es una “causa muy ingrata” que arroja el “oprobio, la injusticia y la exclusión” en quien la asume. ¿Ha sido también su experiencia?
E. DELPONT: Es cierto que el conflicto palestino ha durado largo tiempo y concierne ahora a varias generaciones. A mi parecer, la originalidad del proyecto reside en hacer ver a los palestinos de otra manera, en mostrar lo que pueden ser también, más allá de su lucha por un regreso legítimo a su tierra. Paradójicamente, la ocupación ha permitido a Palestina abrirse al mundo y contar con un museo cuya colección no tiene precedente en el mundo árabe.
E. SANBAR: La causa no es ingrata, es justa. Exige sacrificios, pero al mismo tiempo es muy generosa con quienes la sostienen.
Pero es difícil asumirla frente a la opinión pública.
E. PIGNON-ERNEST: Elegir el arte y la cultura es afirmar el deseo de dialogar. Es decir que el objetivo de los palestinos no es solo la sobrevivencia, es ver más allá del conflicto y elegir el optimismo. No hay que dejarse bloquear por la situación política, pues es lo que justamente buscan los adversarios. Decisiones tan terribles como la de Trump respecto a la embajada estadunidense en Jerusalén conducen el conflicto hacia una guerra de religiones, lo cual es gravísimo.
E. SANBAR: Es también una apuesta y una afirmación de vida que puede parecer paradójica en este momento. Es fundamental hacer de la relación entre arte y política un punto de encuentro. Hay quienes nos dicen que el proyecto es utópico, pero cada vez que emprendemos algo difícil se nos dice lo mismo. Así fue cuando quisimos ser miembros de la UNESCO y lo conseguimos, a pesar de la incredulidad de muchos. No tenemos porque volvernos prisioneros del conflicto. Una de nuestras respuestas a Trump es este Museo Nacional en Jerusalén Este, en donde los israelíes serán bienvenidos. La puerta siempre estará abierta para todas las manifestaciones de solidaridad.