La compañía Tania Pérez Salas cumplió recientemente 25 años de existencia y se ha consolidado como una de las compañías representativas de la danza mexicana moderna. Los fines de semana de marzo ofrece funciones en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM con dos piezas de su repertorio: Macho Man XXI y 3. Catorce Dieciséis.
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Hace tiempo platiqué con Tania Pérez Salas para reflexionar sobre algunas inquietudes de quienes se dedican a la danza.
—¿Cómo se logran 25 años de vida y presencia en la danza mexicana, pensando en las condiciones adversas que enfrentan cotidianamente?
Nunca lo planteo como una meta, un horizonte. Han sido 25 años muy con los pies en la tierra. Gano un premio y me parece que ese premio me compromete mucho más a seguir avanzando y entiendo ese “seguir avanzando” como un escenario de no menores dificultades, sino cada vez mayores. El público espera que la calidad del trabajo crezca, y tus necesidades y tus proyectos se van volviendo mucho más específicos, con esas excentricidades que pueden cambiar el número y el perfil de los bailarines. Para cada proyecto se piensa en una esencia y un perfil, aunque se tenga una compañía que, por cuestiones de sobrevivencia económica, debe exhibir la capacidad de ser multifacética. Los bailarines deben tener lo indispensable, lo que ni siquiera me cuestiono que deben tener: técnica, personalidad, un cuerpo trabajado y disciplina; eso ya está sobredicho. Además de ello, busco quién tiene la capacidad de asimilar el objetivo de la obra, la sensibilidad, y entender el laboratorio de movimiento para crecerlo y volverlo suyo. Mi idea, en cualquier circunstancia, es presentar un trabajo de excelencia. Creo que la fórmula está en ser fiel al proyecto que me propongo.
—¿Con quiénes te interesa dialogar?
En mis proyectos, siempre es importante entablar un diálogo que me haga partícipe con la sociedad y enriquecer su mundo creativo para consolidar algo más allá de lo escénico. Quiero proyectar momentos de vida.
—¿Por qué y para qué hacer danza en México?
Hago danza para experimentar el enorme placer de crear, cuestionar y compartir. Considero que también llevamos la responsabilidad social de entender el arte como constructor de comunidad y un antídoto contra la violencia. El arte es un cobijo y debemos encontrar la forma de encaminarlo al centro, que es la familia, entendiendo las múltiples formas de entender ese hacer familia. Tener contacto con el arte, aunque no vayan a ser artistas, ayuda a entender todo un mundo de encuentro, que los niños y los jóvenes se sientan protegidos y guiados. En ese quehacer sobrevivimos por amor al oficio y ponemos la técnica a nuestra disposición en este empeño.
—¿De qué va Macho Man XXI?
Surgió en una gira a El Cairo y Alejandría. He descubierto muchos tipos de machismo del que no tenía conocimiento y que me llevó a pensar en el machismo latinoamericano después de leer la historia del feminismo, que me parece heroico y es muy joven. De pronto, se habla de las feministas y se sentencia: “qué horror, eres feminista”. Pero cuando lees quiénes son sus representantes, qué piensan, es todo lo contrario; son mujeres inteligentes, fuertes. Son gente muy valiente y generosa. No son personas que piensan en sí mismas, sino en todas las demás. Estamos hablando de ídolos. Entonces, quise reflexionar sobre qué concepto tiene la sociedad de estos personajes, qué mal orientados estamos como para pensar cómo lo hacemos. Pero, a pesar de todo, creo que México es un milagro, un lugar donde existen muchos mundos, con una actividad brutal que cuestiona y en donde el mayor talento es el trabajo.
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