'El lago de las típulas': Amador Montes y los insectos de su infancia

Ocho esculturas gigantes conforman la instalación, inaugurada en el contexto del Festival Insecta, en el Jardín Botánico del Bosque de Chapultepec.

“Los zancudos son parte muy importante de mí", dice el artista oaxaqueño Amador Montes. (Araceli López)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Muchas de las imágenes que pueblan la imaginación del artista oaxaqueño Amador Montes vienen de su infancia, de los días lluviosos entre las calles de tierra con casas de adobe: los años en el patio de su casa, por el centro de la capital del estado, junto a su familia, como se acostumbra en los pueblos de la entidad.

“Oaxaca siempre ha sido una ciudad muy tranquila, hace 40 años era mucho más, llovía y salían muchos animales, insectos sobre todo, porque había muchas casas de adobe, calles sin pavimentar: teníamos una casa con un patio atrás, era el escenario perfecto para crear cuentos y jugar con insectos: mariposas, abejas, zancudos, con todo lo que llegaba hasta allí”, rememora Montes.

El artista hacía toda una puesta en escena, que se salió de su memoria para convertirse en pinturas, grabados, óleos y ahora en esculturas gigantes, como las ocho que conforman la instalación El lago de las típulas, cuya inauguración se dio en el contexto del Festival Insecta, y se integrará al Jardín Botánico del Bosque de Chapultepec.

Vienen de un cuento que hice cuando era chavo en Oaxaca, con unos zancudos que llegaban después de un día de lluvia: zancudos grandes, de patas muy largas; después supe que se llamaban típulas, pero en mi imaginación eran zancudos que llegaban a ayudar a una comunidad que había pasado por una tormenta que yo mismo había creado”, recuerda el artista, quien un día soñó con esas imágenes, luego las convirtió en dibujos y pinturas, “hacerlas como esculturas de gran formato, la verdad es que me deja muy contento.
Amador Montes (Foto: Araceli López)
Los zancudos son parte muy importante de mí. He pintado muchos cuadros de estos insectos, han estado conmigo; su forma me encanta, son muy lindos para dibujar, con esas patas muy largas, muy libres, muy estéticos para mi gusto: son dibujos y personajes que hice cuando era chico, que siguen conmigo y estarán mucho tiempo a mi lado, aunque se transformen en una pintura, en un dibujo, en un grabado, en una escultura o ya en una instalación, con estas ocho piezas. Es como parte de mí, nada más que hecho en bronce”, cuenta Amador Montes, quien forma parte de artistas de la Colección MILENIO en el Arte.

Homenaje a su identidad

Amador estudió diseño gráfico en Puebla y todo parecía indicar que recorrería ese camino, pero el acercamiento a un vecino rotulista terminó por convencerlo de dejar todo por la pintura. Así, de Oaxaca, donde nació en 1975, ahora su obra se encuentra en acervos de Emiratos Árabes Unidos, Corea, Japón, España, Inglaterra y Mónaco. Incluso, obra suya forma parte del acervo de la Organización de las Naciones Unidas en su sede en Nueva York.

“La pintura me fascina, sin ella no puedo vivir. La escultura, sin embargo, me ha enamorado, vengo haciéndola desde hace una década, cada vez con más ambición. Me divierto mucho y creo que eso es elemental, por eso lo hago con más seriedad, lo investigo más”.
Festival Insecta. (Foto: Araceli López)

Sin embargo, la pertenencia a una identidad y a un territorio es la que termina por definir su propuesta artística, de ahí que encuentre en los zancudos un ejemplo muy claro de la sabiduría de la naturaleza, del proceso evolutivo: en su estática se trata de “personajes y modelos hermosos para pintar”, y no solo las típulas, también todo aquello que tenga tentáculos, como los alacranes.

“Me considero un oaxaqueño muy oaxaqueño. Vengo de una familia religiosa, muy de pueblo; todo eso se me quedó impregnado y lo saco conforme voy creciendo. Toda la relación que tengo con Oaxaca es clave: la he homenajeado en su comida, en sus leyendas, en sus cuentos, en sus colores… Me gusta mucho ser oaxaqueño y todo lo que tuve que pasar para lograr ser artista”, confiesa Amador Montes.

Esa memoria se encuentra en El lago de las típulas, una obra visualizada muchos años atrás, desde su infancia. El hecho de que forme parte de la atmósfera del Bosque de Chapultepec lo pone más que contento.

“La idea del arte público, más allá de lo visual, es lo sensitivo. La gente se sensibiliza cuando ve una obra de arte en la calle: me conmueven los niños, porque eso fue lo que me hizo hacer este lago en mi infancia y espero que los niños y niñas de ahora también los vean como personajes extraordinarios, míticos y legendarios; de ahí se pueda generar una serie de cosas en su imaginación”.

Bichos en el espacio público

El artista oaxaqueño no piensa en estos zancudos de forma negativa, los ve como parte de la naturaleza, más allá de que su propósito sea estético todo el tiempo; de ahí su reflexión acerca de la importancia de que estén situados en el ámbito de lo público, que los visitantes de Chapultepec se apropien de las esculturas, de personajes que resultan fantásticos a los ojos de los y las infantes, porque uno de los intereses más importantes de todo creador es “que el arte llegue a invadir ciudades, pueblos y naciones”, a decir del artista oaxaqueño.

Se pueden ver en el Bosque de Chapultepec. (Foto: Araceli López)

Un esfuerzo múltiple, con la participación de la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) de Ciudad de México, al Fideicomiso Pro Bosque de Chapultepec y la Fundación Coppel, por lo complicado que es la instalación de ocho esculturas de gran formato, “desde las bases hasta la creación de todo el escenario para la llegada de las típulas”.

Ahora, dice Amador Montes, los insectos ya están instalados en el Jardín Botánico del Bosque de Chapultepec, “en un lago que está lleno de agua, para quedarse ahí de forma permanente”, en un diálogo que parte de lo que el artista piensa como un imaginario muy personal, que espera pueda proyectarse a otras personas.

El artista a futuro

Nombrado en 2018 entre los 100 mexicanos más creativos en el mundo, por la revista Forbes, Amador Montes no para en su quehacer artístico: tras la inauguración de El lago de las típulas, tiene proyectos en Casa Abierta Monte de Piedad, en el Museo de los Diablos Rojos del México y hasta una exposición en Sevilla. Aunque se trata de proyectos que tiene ya confirmados, faltan todavía aquellos que vienen de ese imaginario de su tierra y de su infancia que salen todos los días.

hc

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