Muere Martiniano González Cruz, uno de los últimos artesanos de textiles laguneros

Como maestro y artesano, oficio está catalogado dentro del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Comarca Lagunera.

Martiniano y Esteban González Cruz. | Rolando Riestra
Lilia Ovalle
Torreón, Coahuila /

A la sombra de un tejabán, entre sus manos dio vida a miles de piezas textiles con las cuales sostuvo los signos identitarios de los laguneros. Así, desde sombreros y la trampa pesquera que se dejaba atada a un árbol a orillas del río Nazas, don Martiniano González Cruz, tejió la historia de la cultura popular desde su hogar, en Ciudad Juárez, en el municipio de Lerdo, Durango. No obstante, durante la madrugada de este 2 de abril, dio su último aliento.

Don Martiniano se mantenía activo e incluso participó en la Feria Artesanal que se programó el último domingo del mes pasado en la zona centro de su municipio. Allí a sus amigas Martha Rosales y Sindy Bueno les comentó que no se sentía bien y había decaído desde que murió su esposa. Y es justo este martes cuando sus amigas y amigos le rendirán honor al artesano que, con fibras vegetales, mantuvo viva una tradición.

Su abuelo le enseño a cortar, limpiar y tejer la fibra

Don Martiniano nació en el año de 1945 en la ciudad donde creció y murió, y que en el pasado se le reconocía como Villa Juárez. Su padre fue Jesús González Ramos y su madre María Guadalupe Cruz Maldonado. Pero fue su abuelo paterno, Martiniano, originario de Nazas, Durango, quien le enseñó a cortar, limpiar y tejer la fibra pues era un artesano en la rama de la cestería.

En 1970 Martiniano concluyó sus estudios en la Escuela Nacional para Maestros Técnicos, tomando la especialidad Agropecuaria. Posteriormente se graduó en la Escuela Normal Superior de la Laguna, en cursos intensivos, donde realizó sus estudios en la especialidad de profesor de Ciencias Naturales.

Fue profesor en Oaxaca

Martiniano fue profesor de educación secundaria y comenzó a ejercer en 1970 en Nochixtlán, Oaxaca. En 1973 contrajo matrimonio con Elia Martinez Arrieta y un año más tarde se fue con ella para dar clases a Villa García, Zacatecas. Luego permutaría su trabajo a Viesca, Coahuila, tomando luego una plaza en Congregación Hidalgo, en el municipio coahuilense de Matamoros.

A finales de la década de los ochenta dio clases en la ETI 52, Secundaria José Santos Valdez, en Lerdo, Durango, en tanto continuaba con la tradición de realizar artesanías textiles, oficio que sin embargo no pudo enseñar ante la renuencia de los jóvenes a continuar con las tradiciones. Con su esposa Elia tuvo cinco hijos, de los cuales le sobreviven cuatro. Ella falleció el 24 de octubre de 2020 y Martiniano nunca negó continuar extrañándola.

Su oficio está catalogado como patrimonio de La Laguna

Como maestro y artesano, entendió siempre que su oficio está catalogado dentro del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Comarca Lagunera, y orgulloso, recibió en el año 2011 estímulo del PACMyC, ante la calidad e importancia de su artesanía que lo llevó en el año 2023 a participar en el conversatorio “México celebra el Patrimonio vivo con la Unesco”, que se realizó en la Ciudad de México.

Su artesanía de igual forma se consideró para diversas exposiciones, en tanto que él impartió talleres de tejido de fibras vegetales. Este año, había considerado dar otro taller luego de que la Unidad Regional de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de Durango destacó su obra como Patrimonio Cultural Inmaterial en Riesgo.

En entrevista para MILENIO que ofreció en noviembre del año pasado, don Martiniano explicó que su oficio lo aprendió desde la infancia como una tradición que sobrevivió de generación en generación.

“Desde los ocho años yo empecé haciendo sillitas. Me enseñó mi papá y a él su papá porque era de Nazas, mi abuelo se llamaba Martiniano González Quiroga. Mi papá Jesús González Ramos y yo soy Martiniano González Cruz. Antes hacíamos canastas para las tortillas, y lo más elaborado era un sombrero; en la canasta se van unas dos horas pero el sombrero es más laborioso y se lleva todo un día tejiendo”.

El conocimiento y aprovechamiento sustentable de la naturaleza también se consideraba dentro de las formas de su trabajo, de tal forma que si los artesanos tomaban las fibras a las orillas del río Nazas, siempre permitían que los ciclos de la renovación se cumplieran. Pero el sistema de presas tomó por rehén su cauce y los ecosistemas se alteraron hasta ser irreconocibles por los campesinos.

“El río siempre corría y se estaba reproduciendo, y un poquito ya después ya no corría sino ya nada más cuando venían las avenidas para sembrar el maíz y para el riego; duraba una temporadita, unos dos o tres meses y luego quitaban el agua y hasta que daban el riego de auxilio volvía a venir, y eso fue acabando. Y luego se hizo la termoeléctrica y también y perforó, creo 18 pozos y eso hizo que se bajara el nivel del agua”.

Así el mimbre que se utiliza en sus textiles se fue agotando. Del río a los arroyos, los artesanos tuvieron que caminar para encontrarlo. Esta narrativa de explotación agroindustrial los llevó hasta Nazareno o al arroyo de Las Mercedes o el de Pedriceña. Don Martiniano ya no tendrá que pedirle permiso a los ejidatarios para que le permitan cortar la fibra ni recoger varitas. En el último adiós sus amigos ahora tejen su historia.

arg


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