Los terrenos de lo que ahora conocemos como La Laguna o la región lagunera, fueron habitados hace más de cinco siglos por personas que aprovechaban los recursos naturales para establecerse a las orillas de lagunas y los ríos Nazas y Aguanaval, pero también por aquellas tribus que eran desplazadas desde Estados Unidos hacia el sur.
Como parte de las actividades de las Jornadas de Historia en el marco del 115 aniversario de Torreón, el historiador lagunero, Roberto Martínez García, compartió que mientras los grupos nativos aprovechaban los recursos naturales a su alrededor, los grupos perseguidos por anglosajones americanos que habitaban en el Bolsón de Mapimí y se dedicaban al asalto de estancias y haciendas.
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“Había nómadas que existían en un estatus natural como fueron las tribus y grupos tribales que hacían su vida en la parte alta de los ríos y en las lagunas. Luego había nómadas que habitaban en el Bolsón de Mapimí, como consecuencia de la presión de grupos anglosajones se desplazaron asaltando las estancias laguneras”, agregó Roberto Martínez García.
Los vestigios que han sido encontrados en diferentes partes de la región muestran objetos utilizados para cazar, como las puntas de piedra; para pescar con nasas, y recolectar frutos y semillas con recipientes tejidos, por parte de aquellas personas que también defendían lo suyo y protagonizaban cruentas batallas.
Uno de los lugares donde se encontraron objetos de nativos fue la Cueva de la Candelaria, sitio con un yacimiento arqueológico de más de mil restos humanos descubierto en 1952 al norte de San Pedro, Coahuila.
“Los grupos originarios de Parras en La Laguna sobrevivían de la caza, la pesca y la recolección, para ello fabricaron algunos elementos como puntas de flechas para cazar venados, conejos, o jabalíes, de los cuales algunos se encontraron en la Cueva de la Candelaria, en la hacienda de San Lorenzo, en Graceros y el Barrial de Guadalupe” refirió Roberto Martínez García.
Entre los grupos originarios de La Laguna estaban, entre otros, los Irritilas, que abarcaban desde Gómez Palacio hasta Parras; los Tobosos en la zona del Bolsón de Mapimí, los Tepehuanes en la parte de Nazas, Santa María del Oro, hasta Parral, además de los Zacatecos que habitaban cerca de Cuencamé.
De acuerdo al historiador, aquellos grupos de nómadas creían en un ser superior al que podían achacar todos los males que pasaban y lo relacionaban con un fuerte remolino característico que abundan en La Laguna durante los meses de febrero y marzo, sin embargo, la llegada de los jesuitas cambiaría la forma de pensar de algunos pero en otros se desataría la rebeldía.
“Empezaron a llegar Jesuitas como el padre Jerónimo Ramírez, que se quedó en Cuencamé, y el padre Juan Agustín de Epinosa que andaba allá por 1594 en estas tierras. Ellos enseñaban y bautizaban y hasta se aprendían el idioma”, comentó Roberto Martinez García.
En tanto, aquellos que no seguían a los religiosos se convertían en indígenas rebeldes, al igual que los llamados Bárbaros del Norte, que solían asaltar campamentos y las haciendas laguneras ya a mediados del siglo XIX.
ARG