Lapiztola se consolidó en 2006 como un colectivo que denuncia temas sociales a través de la gráfica y el arte urbano. Fue el conflicto magisterial en Oaxaca lo que detonó su interés por empezar a plasmar este tipo de narrativas en su arte. En entrevista, Rosario Martínez y Roberto Vega cuentan que en ese momento estaban terminando la carrera de Diseño gráfico y fue desde ese campo que querían aportar “en la parte de la comunicación y en la parte gráfica. Fue como nos fuimos metiendo en las imágenes sociales de denuncia; mucha gente estaba trabajando en el movimiento, entonces es que sentíamos que esa era nuestra parte, lo que nosotros podíamos y queríamos hacer”, recuerda Vega.
En sus inicios, explica Rosario Martínez, su labor se enfocó más en lo político y lo social. Actualmente “seguimos en esa parte social pero en un sentido más popular, con un contexto de calle por el trabajo que hacemos. Nosotros lo definimos como una gráfica urbana, principalmente por la técnica que usamos”.
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El colectivo fundado en Oaxaca, del que también forma parte Yankel Balderas, trabaja tanto en comunidades como por comisión. Recientemente inauguraron un mural en el Museo Universitario del Chopo en el que el tema central es la migración.
Su trabajo en comunidades está centrado en el acercamiento y el trabajo en conjunto, ya que regularmente las comunidades tienen un objetivo en mente lo que hace que el proyecto ya no sea sólo de Lapiztola, sino de un grupo de personas que llegan a un acuerdo sobre lo que se va a pintar, cuenta Martínez.
A diferencia de su trabajo en la calle, en el que “sí hay una transgresión porque aunque tenemos un muro para pintar, al final el consenso con la gente que pasa (por la calle) nunca se hace. Es una imagen que nosotros ponemos ahí y la gente la ve todos los días y a lo mejor le gusta y otras no”.
Entre los temas que han surgido en las colaboraciones con comunidades, dice Rosario Martínez, están las costumbres y la herencia de su cultura, así como la alimentación, en éste último particularmente han trabajado con la imagen del maíz, considerado como un alimento base en México.
Sobre cómo ha cambiado la gráfica y arte urbano desde sus inicios como colectivo, Roberto Vega opina que es un fenómeno global: “El arte urbano ha tenido más fuerza y más aceptación en los espacios. Recuerdo que había lugares que tenían cero tolerancia contra expresiones en la calle como el grafiti y (ahora) se dan cuenta que es es algo importante de las ciudades y las comunidades”.
“Por ejemplo, en Oaxaca justo el movimiento de 2006 fue un detonante importante, pero también se alimentó de otras personas que vinieron de otros movimientos y querían aportar algo; entonces, la ciudad se empezó a nutrir de muchas expresiones y se generó una mezcla. A partir de entonces ha ido creciendo”, agrega.
Con el juego de palabras que da nombre al colectivo, el cual explican viene de lápiz y pistola, haciendo referencia a un arma gráfica, explica Vega, no buscan promover la violencia pero sí influir desde su trabajo social en lo político: “A veces lo que el gobierno quiere es que las comunidades, que la gente, esté separada; nosotros intentamos que el trabajo sea más comunitario y que permanezca, sentir que somos parte de los espacios que transitamos y de la gente con la que convivimos”.
Finalmente, Martínez explica que el mural que realizaron en el Museo Universitario del Chopo, titulado El camino, gira alrededor de la migración, un tema en el que la colectiva aborda el tránsito de personas de un país a otro, pero que también hace énfasis en la “migración interna, una migración de comunidades a otras comunidades, por eso esta idea de hacer camino, hacer un espacio y tener tolerancia hacia los otros. Ser conscientes de que la gente no se mueve porque quiere moverse; siempre hay necesidades e historias detrás que los mueve a salir de sus espacios, de sus comunidades, por eso es que están en una búsqueda haciéndose y buscando un camino”.
PCL