Los estudios sobre la utilización de drogas psicodélicas para mejorar la salud mental, modificar la conciencia y poder enfrentar con éxito las adicciones, la depresión, la ansiedad e incluso el miedo a la propia muerte, han recibido un nuevo impulso del popular y reconocido “escritor de la alimentación”, Michael Pollan.
El célebre autor de The Omnivore’s Dilemma and In Defense of Food (El dilema omnívoro y en Defensa de la comida), se describe como un “psiconauta reticente” que se ha sometido como sujeto de pruebas a experimentos con LSD (dietilamida de ácido lisérgico), psilocibina y 5-MeO-DMT, una sustancia contenida en el veneno del sapo del desierto de Sonora.
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Pollan describe sus experiencias y en un extenso recuento pone al día el trabajo desarrollado por la comunidad científica y de investigadores en este campo en su libro How to Change Your Mind: What the New Science of Psychedelics Teaches Us About Consciousness, Dying, Addiction, Depression, and Transcendence. (Cómo cambiar tu mente. Lo que la nueva ciencia de la psicodelia nos enseña acerca de la conciencia, la muerte, la adicción, la depresión y la trascendencia), recién publicado en Estados Unidos por Random House.
Pollan describe en el libro las ideas más antiguas sobre las drogas psicoactivas como “cautivantes” conductores químicos hacia lo divino. “En el sentido Darwiniano”, explica, el propósito evolutivo de las experiencias psicodélicas puede ser incrementar la variedad cognitiva y la estimulación de “más metáforas y más percepciones”.
Michael Pollan y su libro 'How to Change your mind' (Especial)
Pollan también explica cómo funcionan estas experiencias desde la óptica terapéutica: “Una de las cosas que la mente hace es contarnos historias de nosotros mismos. Si estás deprimido, acaso te has estado contando la historia de que no vales la pena, que no es posible que alguien te ame y que la vida nunca va a mejorar”.
Estas historias, dice Pollan, “nos atrapan en una conducta repetitiva de la cual es muy difícil salir. Son patrones de pensamiento muy destructivos”. Las drogas psicodélicas “inhabilitan por un periodo de tiempo la parte del cerebro que se habla a sí misma. Se le conoce como la red del estado de omisión (“default mode network”), y se conforma por un grupo de estructuras que conectan partes del cortex —la más reciente zona del cerebro evolutivamente hablando— con los niveles más profundos donde residen la emoción y la memoria”.
La disrupción de las viejas narrativas que nos repetimos ayuda a la gente a contarse mejores y más sanas historias, insiste Pollan basado en varios estudios descritos en su libro.
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También señala cómo las sustancias psicodélicas han sido concebidas popularmente como drogas que enloquecen —y en algunos casos, eso sucede. Pero son también “drogas que pueden sanar o volver más sano a un individuo”.
Una de las mayores diferencias entre un resultado y otro, enloquecer o sanar, se da por las condiciones en las que se toman estas drogas. Cuando la calidad y la dosis de las drogas son controladas, y cuando los sujetos están preparados con instrucciones específicas hasta para un “mal viaje”, incluso las alucinaciones más atemorizantes pueden traducirse en una mejora de la salud mental.
En su experiencia con psilocibina, por ejemplo, a Pollan lo acompañaron dos “guías” y le dieron un conjunto de “instrucciones de vuelo”, incluyendo qué hacer si se “ve” un monstruo: “No corras. Camina directo hacia él, planta bien tus pies y repite: ¿Qué tienes que enseñarme? ¿Qué estás haciendo en mi mente? Si haces eso, de acuerdo a las instrucciones, el miedo se transformará en algo mucho más positivo muy rápidamente”.
Las drogas psicodélicas inhabilitan por un periodo de tiempo la parte del cerebro que se habla a sí misma (Especial)
En otro ejemplo, una mujer bajo el efecto de la psilocibina llamada Alana, describe su experiencia guiada durante una sesión para dejar de fumar en la Universidad Johns Hopkins. “Hubo momentos atemorizantes, funestos”, asegura, pero gracias a las condiciones controladas y la tranquilizadora presencia de un guía, “siempre supe que había alegría y paz al otro lado de la experiencia. Fue liberador”.
El uso de sustancias psicodélicas para confrontar y conquistar nuestros miedos se remonta muchos años atrás en las sociedades tradicionales. La cultura tecnológica moderna ha puesto la mirada y el dinero en otros productos farmacéuticos antidepresivos para regular la ansiedad
En este sentido, Pollan apunta: “El Porzac, por ejemplo, no te ayuda cuando confrontas la posibilidad de tu muerte”, el más profundo y universal de todos nuestros temores.
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Pero las sustancias psicoactivas, como lo comprobó Aldous Huxley cuando ingirió LSD en su lecho de muerte, “llevan a las personas a una experiencia profunda —mística, si se quiere— que de alguna manera nos facilita el dejarnos ir”.
Seguramente hay otras maneras de hacerlo. En todo caso, el uso de sustancias psicodélicas parece ser muy beneficiosas para el estado psicológico y el bienestar. Esperanzadoramente, lo serán cada vez más en el futuro, al ser utilizadas positiva y responsablemente para cambiar la conciencia y el potencial creativo de millones de personas que sufren en el mundo.
*Con información de Open Culture
AG