A la gente siempre le atrajo la sencillez del “dandi viejo de voz cavernosa”. En la portada de Leonard Cohen: On The Wire lo vemos caminar frente al Ben’s Deli de Montreal. ¿Vendrá de dar un concierto? Sin helicópteros. Sin limusinas de megaestrella. Se le siente enigmático, pero cercano. Las calcomanías en el estuche de su guitarra son pistas: una hamburguesa que quizá esconde una pistola en sus entrañas, un signo de la “libertad para amar”, el emblema de la paz...
Sus canciones son emotivas. Leonard utiliza una retórica culta, en ocasiones contundente: “Todo el mundo sabe que los dados están cargados (...). Todo el mundo sabe que los buenos perdieron”. En una especie de haiku existencial deja ver su motivación vocacional: “Mi carrera. Tan poco que decir. Tan urgente decirlo”.
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“Chingado. Nadie me oye –dijo Leonard Cohen la madrugada del 7 de noviembre de 2016–. Voy a morir solo como un perro... Espero que no sea demasiado desagradable”. Este es el inicio de Leonard
Cohen: On The Wire, aunque nadie sabe si esas palabras que suenan muy Cohen, las pensó (siquiera) Leonard. Su hijo, Adam Cohen, comunicó a la prensa: “Mi padre murió tranquilamente en su casa de Los Ángeles”.
Ficción o realidad, la escena es ideal para abrir la biografía ilustrada de un hombre que, como dice el historietista Philippe Girard, murió 10 veces. “Decidí hablar de Leonard Cohen –dice Girard– mostrándolo como el ave Fénix que siempre termina recuperándose, incluso cuando está de rodillas”.
Su representante lo estafó y Cohen dio en la primera década de 2000, mil y un conciertos para recuperarse del millonario desfalco.
Otra de sus muertes ocurrió en 1977 en un estudio de grabación. El legendario Phil Spector, productor del quinto álbum de Leonard Cohen (Death of Ladies’ Man), lo llamó. Tenía una botella de licor en la mano izquierda, le puso una pistola en la frente. “Leonard, tú sabes que te amo ¿verdad?”. “Eso espero, Phil”, respondió aterrado el poeta que se autorretrató en una canción “como un pájaro en el alambre, como un borracho en un coro de medianoche que ha intentado en su camino ser libre...”.
Poeta en Montreal
Su historia como poeta empezó a los 15 años cuando descubrió en una librería de su natal Montreal, Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca. El granadino no solo definió su vocación, a una de sus hijas la bautizaría Lorca y musicalizó sus poemas.
De un chico español que encontró en un parque recibió las primeras lecciones de guitarra flamenca y décadas más tarde entabló amistad con el músico Enrique Morente. Su estrecha relación con España se selló con la entrega del premio Príncipe de Asturias de las Letras (2011).
El capítulo español ha sido documentado por el escritor e ilustrador Philippe Girard, quien comenta que para estructurar Leonard Cohen: On The Wire utilizó la estrella judía como guía del libro que Norma Editorial publica en español.
“Para cada década elegí una canción, una mujer y una anécdota principal”. Seis picos, y en el centro de la estrella, Girard colocó a la muerte: “Fue un recurso que automáticamente impulsó todo el libro”.
Girard ordenó así On The Wire porque era preciso no perderse en el suceder interminable de anécdotas intensas que poblaron la vida del inicialmente poeta y después músico.
Fue hasta los 33 años cuando el poeta y novelista debutó como cantautor con el álbum Songs of Leonard Cohen (Columbia, 1967) que, inmediatamente, se convirtió en un clásico de la música popular.
Estrellas invitadas
Varias anécdotas románticas recorren On The Wire. En los 60, Cohen compró una casa en la isla griega Hydra. Conoció a Marianne Jensen, vivió con ella siete años y le dedicó “So long, Marianne”.
Una novia a la que todos conocemos por ser la protagonista de una de las canciones más famosas de Cohen fue Suzanne Verdal. En siete viñetas Philippe Girard narra el encuentro: “Leonard, ella es mi esposa, Suzanne”. “Mucho gusto”. “Parece que viste un fantasma”. “Voy a tomar otra cerveza”. “Vuelvo enseguida, cariño”. “Qué alucine. Ella piensa que yo soy dulce”.
Joni Mitchell, Dominique Issermann, Rebecca de Mornay. Con Suzanne Elrod vivió diez años y fue la madre de sus dos hijos: Adam y Lorca.
Las últimas palabras de Leonard hay que buscarlas en la voz de quien originalmente fue poeta. Estos dibujos, poemas, apuntes, discursos... los encontramos en La llama (Salamandra, 2019).
Además de los 14 álbumes de estudio, decenas de libros de poesía, varias novelas y obras de teatro, sus últimos meses de vida los dedicó a escribir. “La poesía lo mantenía vivo, se convirtió en su único objetivo vital”, ha dicho su hijo Adam.
En La llama hay un poema titulado “Los cuadernos”, y dice: “Dejen que diga a los jóvenes/ la verdad menos el 7%/ Dejen que diga a los jóvenes: / no soy sabio, rabino, roshi, gurú/ soy un Mal Ejemplo”.
“Tuvo sus dependencias (el alcohol, por ejemplo) –comenta Philippe Girard–, pero también tuvo un gran impulso espiritual. Me parece que eso hizo que su existencia se prolongara. El judaísmo y el budismo dejaron una clara impronta en el artista” que solía decir: ‘Soy un hermoso asqueroso’”.
Hace una década, Girard asistió a un concierto de Leonard Cohen. Fue una epifanía. Inmediatamente se dispuso a juntar información sobre el compositor de “Hallelujah”. Lo estaba estudiando y ocurrió la muerte del autor de “I’m your Man”, que por el gusto de compartir, transcribimos: “Si quieres un amante/ haré todo lo que me pidas/ y si quieres otro tipo de amor/ usaré una máscara para ti/ si quieres un socio/ toma mi mano/ o si quieres golpearme con rabia/ bueno, aquí estoy/ soy tu hombre”.
Desde 2016, Girard empezó a ver a este hombre como si fuera su amigo. Lo analizó hasta llegar a referirse a él como “mi Cohen”, un Leonard trajeado, de sombrero, elegante, porque para Girard “la elegancia es la bondad absoluta”.
Y con estilo suelto y delicado dibujó con una pluma Slicci al hombre que confesó: “Vivo por las pastillas, le doy gracias a Dios”. Girard escaneó finalmente las viñetas dibujadas con la Slicci y les agregó color en la computadora. Y he aquí y ahora Leonard Cohen: On The Wire, un documento gráfico y realista con alma y corazón.
DAG