Alma Delia Murillo y la búsqueda de la figura ausente

La escritora presenta La cabeza de mi padre, una novela en la que, por primera vez en su carrera, deja de lado la ficción

Alma Delia Murillo (Octavio Hoyos / Milenio).
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Alma Delia Murillo (México, 1979) es la menor de ocho hermanos que apenas si conocieron a su padre; crecieron sin él y gracias al esfuerzo de la madre. Sin embargo, cada uno de ellos desarrolló en su interior una relación con la figura ausente muy diferente, al grado de que la mitad tomó la decisión de ir detrás de él por pueblos michoacanos, solo con la guía de una vieja fotografía y de su mamá, quien, al final, era la única que lo podía recordar físicamente.

“Mi búsqueda tenía que ver con la colectividad de los mexicanos y las mexicanas que, en efecto, una mitad somos hijos de Pedro Páramo y la otra, hijos de la chingada, lo nos cual hace un pueblo muy complejo, con muchos matices: aguerrido, herido y, a la vez, con un gozo por vivir que solo podría explicarse como parte de la sobrevivencia”, cuenta la escritora.

Desde la realidad

Al llegar a las cuatro décadas, se propuso ese recorrido, que comparte a través del libro La cabeza de mi padre (Alfaguara, 2022), el primero más cercano a la realidad que a la ficción, “lo digo desde el primer capítulo de la novela: esta es la historia de Alma Delia, es la primera vez que escribo fuera del registro de ficción, mis libros anteriores son todos cuento o novela, con personajes ficticios”.

“Aquí me lancé al vacío, porque tenía que contar esa historia: aquella mañana en que me levanté, después de más de 30 años de no ver a mi padre, luego de tener un sueño, con esas intuiciones que no te dejan en paz sobre que se va a morir pronto y si no lo veía, no lo vería jamás”.

Una búsqueda que no podría ser sencilla en un país en el que “muchos padres van por los cigarros y ya no regresan”, en palabras de Alma Delia. No sabía cómo era su cara, si tenía algún parecido a él, pues lo había visto una vez en su vida, muy pequeña, y la única foto que había en casa de su madre, por eso la portada que propuso la editorial, “tenía la cabeza arrancada, lo que parece ser una cosa que hacen muchas madres mexicanas”.

“Así fue como emprendimos una búsqueda: nos subimos a una camioneta tres de mis hermanos y yo, somos ocho, con mi madre, porque solo ella nos podría decir, pues no teníamos ni una foto y ni un domicilio, y en las carreteras de Michoacán nos pusimos a preguntar si sabían ni siquiera de mi padre, sino su hermano, el tío Pedro, que había sido mariachi”, comparte Alma Delia a MILENIO.

La reconciliación

Autora de títulos como El niño que fuimos, Las noches habitadas o Damas de caza, Alma Delia Murillo nunca ha ocultado su niñez: pobreza, violencia, agresión sexual; en parte, de ahí la importancia del viaje, “una especie de renacimiento en la búsqueda de mi padre”, de ahí la decisión de contar ese recorrido seis años después de haberlo realizado.

“Yo creo que todos tenemos una herida: no hay familia sin herida. Todas las familias tenemos una herida de origen, una herida fundacional, además mitos y fantasmas. La familia está muy construida de narraciones ficticias que luego no encajan ni las fechas, las actas de nacimiento, los apellidos, las versiones. En lo personal, estaba la herida por un padre que abandonó a ocho hijos, una madre que se las arregló como pudo, como millones de madres mexicanas”.

Una de las principales reflexiones de Alma Delia, tras ver publicado el libro, es que se trata de un asunto del que suele hablarse como si solo tuviera una perspectiva social, “pero a calzón quitado, hablando de lo personal, es muy duro: es muy duro crecer y que, cada día del padre, en la escuela tú no sepas qué hacer”.

“Que cada vez que te preguntan en la escuela por tu papá digas ‘no tengo papá’ y eso te va horadando una sensación de ser inadecuada, de estar del lado del mundo donde están los incompletos. Trabajarlo y elaborarlo, pues es muy duro. La mayoría de las veces no lo hacemos, porque, además, la vida no deja mucho tiempo libre como para andarse ocupando de sus heridas”.

Al ser la hija menor, su mirada es muy distinta a la que puede tener el primogénito, acepta Alma Delia Murillo, aunque en su caso esos hermanos mayores se convirtieron en su avanzada en la vida: “Ellos recibieron los madrazos primero, me habían allanado el camino”.

“Nuestras versiones con muy distintas. En ese sentido, el tema es delicado, porque los mayores no tienen esta reconciliación que yo encontré y lo hemos hablado muchas veces, aunque durante la búsqueda no hicimos elaboraciones conceptuales, ni pensando que diría Freud o Jung. Simplemente íbamos viviendo”.

Entre el dolor y la diversión

Por otro lado, la escritora también experimentó cierto gozo durante el viaje, sobre todo al darse cuenta del significado de haber crecido sin padre y “haber sobrevivido a todo lo que vivimos mis hermanos y yo, cosas muy duras”; por ello, dice que su historia está “construida con una carga emocional muy importante”.

“Una historia que pasa por momentos muy dolorosos, brutales, tiene mucha rabia y luego hay un amor que se me desborda, una gran reconciliación y muchos momentos de crecer entre ocho hermanos, es la cosa más divertida del mundo. Eso también está ahí”, reconoce Alma Delia Murillo.

DAG

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