Una de las leyendas más recordadas en la zona norte de Toluca es la que hace referencia a una fuente, que se ubicaba en uno de los patios de la iglesia principal de San Cristóbal Huichochitlán; se cuenta que esta fuente estaba dedicada a la emperatriz Carlota, que en alguno de sus viajes, llegó a esta comunidad de origen otomí.
Todos los domingos, mientras los abuelos acudían a esta iglesia, los niños y niñas corrían alrededor de esta fuente, que estaba coronada con una estatua de Carlota, ésta pocas veces lucía con agua; sin embargo, la alegría duraba poco pues siempre había alguien que les recordaba esta leyenda, lo que hizo que pasara de generación en generación.
Esta leyenda, al igual que muchas otras en la comunidad, tiene distintas versiones, pero todas ellas coinciden en algunos puntos. Se cuenta que esta comunidad de origen otomí, durante el imperio de Maximiliano de Habsburgo, recibió la visita de la emperatriz Carlota.
La historia señala que cuando la emperatriz se dirigía a la actual Ciudad de México, luego de un viaje al Bajío, el cochero le solicitó amablemente pasar a ver a su familia, pues hacía muchos días que no los veía por andar de viaje.
Ella aceptó gustosa, por lo que visitó esta comunidad de origen otomí, se cuenta que la gente se sorprendió al verla llegar e incluso le ofrecieron comida, algunos regalos y ella con un trato muy amable recorrió parte de este poblado.
En honor a esta visita y como agradecimiento, se le dedicó una estatua hecha a base de piedra, la que fue esculpida completamente a mano.
En un primer momento, esta estatua fue posesión del cantor de la iglesia, un miembro de la familia Romero; sin embargo, tiempo después fue colocada en una fuente en la iglesia.
Las constantes quejas de los vecinos, quienes aseguraban que esta estatua se movía de lugar y que incluso la veían pastorear a las borregos, que eran propiedad de la familia Romero, fue la principal razón para que fuera resguardada en uno de los patios de la iglesia principal de San Cristóbal Huichochitlán.
Al caer la noche...
A pesar de ubicarse en la iglesia de esta comunidad decenas de pobladores aseguraban que esta estatua, instalada en la fuente, se seguía moviendo y que en las noches le aparecían una especie de ojos, que seguían a quienes caminaban por ahí.
También se decía que pasada la media noche se le veía flotar y que a quien tuviera el valor de colocar sus manos en uno de los huecos que se formaban en sus brazos, no podría sacarlo, hasta que lo pidiera con mucha fe. Desde entonces, esta comunidad recuerda la leyenda y cada 1 o 2 de noviembre la cuenta a sus nuevas generaciones.
KVS