Hubo un tiempo en el cual los libreros de viejo vivieron su época dorada: daban realce a ciertas calles del Centro Histórico de Ciudad de México, donde se acudía para visitar algunos de esos espacios; por ejemplo, en los días en que se creó el mercado de La Lagunilla, esos personajes se volvieron sus principales impulsores.
Las cosas han cambiado mucho: los libreros de viejo entraron en una etapa de desaparición por varias razones, desde la aparición de las grandes cadenas libreras hasta la propia transformación de las vialidades, como sucedió con avenida Hidalgo, que, al ampliarse el Paseo de la Reforma quedó dividida.
“En la actualidad, la calle más importante de venta de libros usados es Donceles. Se ha mantenido más o menos; ya han cerrado cuatro librerías desde que terminé el libro. Entonces el panorama tiende a ser negativo”, explica Mercurio López, autor de Libreros. Crónica de la compraventa de libros en la Ciudad de México (Ediciones Acapulco, 2017).
Desde la perspectiva del librero de viejo, el sector atraviesa por un proceso de transición, sin tener certezas sobre dónde va a quedar; lo cierto es que las ventas disminuyen cada año 10 por ciento, “y si sigue así al rato no vamos a poder ni pagar la renta. Entonces las librerías van a disminuir, lo que no significa que desaparezcan.
“Creo que las librerías de viejo van a seguir durante mucho tiempo; es más fácil que desaparezcan las librerías de novedades que las de viejo, porque son como un lugar para la nostalgia.
“Los libreros de viejo nos tenemos que actualizar, tratar de vender en línea, apoyarnos de las nuevas tecnologías y renovarnos para sobrevivir”, dice López.
HISTORIA DE FAMILIA
El volumen ofrece un trozo de la historia de los libreros de viejo en Ciudad de México, centrado en un acercamiento a Ubaldo López Barrientos, padre de Mercurio, y cómo se dio el desarrollo del oficio, en especial la manera en que los familiares decidieron unirse a esta labor en torno al libro viejo.
“Mi papá tuvo 13 hijos, de los cuales nueve nos dedicamos a vender libros. Me interesaba recuperar ese momento histórico antes de que desaparezcan más librerías, un texto que se complementa con escritos de Vicente Quirarte, Javier Garciadiego, Bernardo Esquinca y Luigi Amara. El volumen está dividido en dos partes: el primero habla sobre la nostalgia y el pasado, y el otro se refiere al presente”.
López recuerda que hace dos décadas, cuando reflexionaba en el futuro del libro ante la llegada de las nuevas tecnologías, pensaba que esos cambios no le afectarían como librero, “que quizá le tocaría a mis hijos”. Pero las transformaciones llegaron de manera acelerada y de cierta manera le dio una nueva perspectiva a la lectura.
“Antes, para ser culto y enterado debías comprar libros, tener una gran biblioteca. Ahora puedes ser muy culto y enterado sin tener un libro en tu casa: te metes a la red y tienes acceso a las principales bibliotecas del mundo y no te cuesta nada. El panorama está cambiando y no sabemos hasta dónde va a parar, pero van a sobrevivir las librerías de viejo”.
Son comentarios que López hace con nostalgia: es un hombre que nació entre libros y, hasta donde su memoria le permite, recuerda que acompañaba a su papá a trabajar a La Lagunilla los domingos: “Era parte del trabajo que debíamos hacer todos sus hijos.
“Al principio no pensé que me dedicaría a los libros, pero cuando ya tuve edad de trabajar, varios de los hermanos vimos la posibilidad de dedicarnos a su compra-venta. Jamás imaginé que me iba a dejar tantas satisfacciones, porque se convirtieron en mi pasión: de ellos como y vivo, con ellos trabajo, investigo, compro, vendo, leo.
“Si no hubiera sido un librero de viejo, me hubiera gustado serlo. Es un oficio muy particular, lleno de sorpresas todo el tiempo”, dice López, y lo demuestra con hechos: posee una biblioteca de 20 mil volúmenes que le pertenecen y que no vendería por nada del mundo.
Es así que en Libreros, López comparte la historia de 34 calles de la capital, distribuida en siete capítulos ilustrados con fotografías de época, recortes periodísticos, publicidad e imágenes del fotógrafo Ilán Rabchinskey.