El abuelo de la escritora Ligia Urroz era cónsul de Nicaragua en México durante la dictadura de Anastasio Somoza, por ello había una relación familiar un tanto estrecha que, a su caída, se convirtió en una pesadilla para Ligia y los suyos. Una historia que se encuentra reflejada en su libro más reciente, Somoza. La novela del hombre que robó los sueños de una Nación (Planeta, 2021).
“La quise escribir con valentía, pero no quiero quedar bien con nadie: es el rostro de un dictador y decir que estuviste cerca de una dictadura no es divertido, ni es algo que sea padre de contar, pero es una parte importante de la historia que merecía ser escuchada, porque muestra la ambivalencia del ser humano: en su intimidad era una persona muy amorosa, muy linda. Ya lo del ambiente político no lo vi, no puedo dar testimonio de ello, porque no estaba”.
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Una novela dividida en dos partes, una de las cuales está construida a partir de los recuerdos de la escritora; incluso, en la portada del libro hay una imagen de ella junto a Somoza Debayle, porque no busca esconderse, por el contrario: reconoce que el parteaguas de su vida fue la guerra en Nicaragua.
“Esa frontera fue vivir amurallada, en bombardeos, en ráfagas de metralletas, en ver gente morir, ver guardias nacionales colgados de los postes de luz, ver compañeros del Frente Sandinista desangrándose en la puerta de mi casa: todo eso fue la frontera que dividió mi niñez de una adultez prematura o una adolescencia".
Por eso, cuando llegó a México, debido a este terrible trauma de la guerra, no podían decir nada, porque habían vivido muy cerca del general Anastasio Somoza, habían compartido momentos bastante íntimos: “claro, cuando salgo de la guerra vengo con la idea de que Somoza es una persona que me quiere, con la que puedo caminar en la playa, que me cuenta historias y le cuento historias”.
“Al llegar a México me doy cuenta que esa persona tan bondadosa resulta ser un asesino, un dictador, alguien que está propiciando una guerra terrible y en mi familia no podemos decir que venimos de la dictadura, sino tenemos que mantener un perfil totalmente callado —vengo con ese miedo también— para empezar de nuevo: nos quedamos sin casa, sin país, sin amigos. Para mí fue una pérdida total, pero no de vida”, comparte Ligia Urroz en entrevista.
Un proceso que no resultó sencillo, reconoce la escritora, por diversas razones, desde el hecho de vivir el exilio, pero también acontecimientos dolorosos para mucha gente: “y me tocó ser expulsada de mi tierra por la guerra”, asuntos importantes en la vida de cualquier persona y que, en su caso, se mantenían como recuerdos que necesitaban salir, lo que sucede en Somoza. La novela del hombre que robó los sueños de una Nación.
“Ahora ya no me da miedo, podemos contar las cosas, es loable dar el lado que viví con el general Somoza, el lado humano, porque como nos dice Balzac ‘la condición humana no es de un solo color’ y tenemos matices, tenemos todos los colores. Sí era importante para mí que quedara esta historia de Nicaragua y que mucha gente no conoce, porque yo la viví de primera línea, no se había contado. Y también es necesario que quede en la historia familiar, para que lo sepa también mi familia y para reconciliar tantas dudas que tenía”.
La escritora no quería ser parcial, hablar sólo desde su perspectiva, sino plasmar los matices del personaje, de ahí que esté dividida en dos partes: la primera, su asesinato por medio de este comando argentino, donde viene todo lo de la lucha contra las dictaduras latinoamericanas. Y también está la perspectiva de una Ligia niña y la de la adulta, “la que indaga y reclama”.
“Tenía cuentas pendientes conmigo misma: estuvimos muy cerca de Somoza, nos quiso mucho. Sin embargo, no se trata de un testimonio histórico: tiene historia, pero es una novela”.
PCL