El libro como pieza artística, la propuesta de Minerva Editorial

Letras

El sello busca publicar al menos tres títulos al año, con traducciones frescas y vigentes, señalan socios.

Alberto García, ilustrador, y Santiago Hernández, editor de la empresa. Araceli López
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Tanto Alberto García Grillasca como Santiago Hernández Zarauz reconocen que las advertencias las escucharon de diferentes partes, habida cuenta que ellos mismos han estado involucrados con el libro desde su infancia, pero no encontraron una actividad más apasionante que la editorial y decidieron asumir el reto, que sentarse a esperar otros tiempos.

“El ‘eso no lo hagan’ provino de Gonzalo García Barcha en una cena que tuvimos una vez, porque queríamos hablar con él sobre tipografías; él nos dijo: si están queriendo enriquecerse con esto, no lo hagan. Me considero un empresario que busca capitalizarse con su empresa, no quiero jugar al soñador ni ser ingenuo, y quiero sustentar mi vida profesional con la empresa, pero el mensaje de Gonzalo fue muy bello en cuanto al respeto por el oficio, me hizo sentir que el punto de partida de un proyecto en torno al libro debe ser ajeno a la promesa de valor como negocio”, reconoce Alberto, quien al lado de Santiago fueron los encargados de impulsar Minerva Editorial.

Se trata de un proyecto muy bien pensado, que se origina en lo editorial y se convierte en artístico, porque las publicaciones se convierten en piezas que sirven para reflexionar sobre el lugar del libro en la actualidad, para lo cual arrancaron con la Colección Ínsula, de cuadernos de viaje, editada en versiones: en tapa blanda, la que se está comercializando, “e hicimos otra que Juan Villoro define como una especie de misal”, cuenta Santiago Hernández.

“No hay nada que nos apasione más a Alberto y a mí que los libros. Hubiese sido estar en deuda con el mundo, con nuestro mundo y nuestras ideas el dedicarnos a algo que no tuviera algo que ver con los libros; si bien estaba la escritura o el contenido gráfico, a fin de cuentas había una especie de rollo somático de generar distintas sensaciones cuando tienes el libro en las manos”.

Los retos actuales

Santiago acepta que la industria editorial mexicana en la actualidad es como un mar picado, turbulento, pero eso mismo les ayuda a configurar una ruta bastante buena para su apuesta principal: reflexionar e innovar sobre el libro.

“Es una editorial, un proyecto artístico, pero también es una empresa. Estamos siguiendo ciertas nociones y pautas claras para que la navegación sea con los nudos debidos y en función de cómo está el contexto actual en el mundo del libro”, en palabras de quien fungiría como editor de Minerva, mientras Alberto se encargará más de la parte del diseño.

La intención con Minerva Editorial es publicar cuando menos tres títulos año, sin entrar en la vorágine de las editoriales independientes, siendo uno de los desafíos más importantes el hacer traducciones frescas y vigentes “de textos que ya ni siquiera pagan derechos, y abrir una colección de gráfica”.

“Son pasos seguros, pensados en función de cómo gestionamos esos proyectos. Después se abriría una colección de narrativa contemporánea, nos fascinaría editar poesía, pero no nos da miedo decir que se trata de una empresa, porque lo es”.

Su primer título es Diario de viaje a Italia por Suiza y por Alemania (1580-1581), de Michel de Montaigne, una traducción de Camilo Rodríguez que además de contar con ilustraciones de Alberto, también se enriquece con un prólogo de Jorge F. Hernández. 

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