Podrían ubicarse en lados contrarios de la literatura, si acaso unidos por la lengua, de no ser porque Mario Vargas Llosa, más allá de las diferencias que recalca en la manera de hacer la literatura entre ambos, terminó por unirlos en el libro Medio siglo con Borges.
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“El mundo de Borges está muy alejado del mío: soy un escritor más bien realista, las enseñanzas de Sartre han estado siempre presentes en mí a la hora de escribir. El escritor que trato de ser es muy distinto a Borges, lo cual no me impide admirarlo y reconocerlo como un autor extraordinario, fuera de serie, que ha hecho por el español una revolución sin precedentes”.
En una conversación previamente grabada con el periodista peruano Raúl Tola, como parte del programa del Hay Festival Digital Querétaro, en este caso con la colaboración de la Universidad Autónoma de Nuevo León, el Premio Nobel de Literatura evocó sus primeros acercamientos a la obra de Jorge Luis Borges, de la que quedó “enormemente impresionado por sus cuentos”, pero...
“En esos momentos era seguidor de Sartre y de los filósofos existenciales, que creían en la literatura como un arma para transformar la sociedad, para lograr el socialismo. Ante ese tipo de enseñanzas, Borges resultaba muy irritante: no le interesaba la política, ni tenía interés en cambiar a la sociedad, sino más bien hacía literatura fantástica, desasida de la realidad inmediata y que tenía preocupaciones que tenían que ver con el tiempo y que entraban en contradicción con el mundo de Sartre”.
El reconocimiento provino de lo que el escritor hispano-peruano señaló como una prosa extraordinaria con la que presentaba sus cuentos: un autor extraordinario, original… “era muy difícil no ceder a esa fascinación y a ese encanto.
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“Al principio disfrutaba de Borges, pero sin reconocerlo. Puedo decir que mi primer contacto con Borges fue más bien polémico”, reconoció durante la charla el autor de La tía Julia y el escribidor, en el segundo día de actividades del Hay Festival Digital Querétaro.
SIN IMITADORES
Vargas Llosa aceptó en la conversación que nunca llegó a ser amigo de Borges; incluso, una de las anécdotas que más se ha recordado últimamente es que el argentino lo definió como un publicista, un poco en venganza porque no le había perdonado que, en el texto de una entrevista, Vargas Llosa hablara de una gotera en el departamento de Borges.
“Como digo en el libro, solo la primera vez tuve la sensación de haber hablado con Borges, a principios de los 60; después, con el personaje que se había inventado para mantener su intimidad”.
Uno de los aspectos que más han llamado la atención del Premio Nobel de Literatura 2010 es que se hubiese convertido en un escritor sin discípulos, resultado de que su obra llegó a ser tan nítida, que “sus discípulos se convierten en un eco de Borges, se vuelven imitadores: en lugar de enriquecer a sus discípulos, creo que él los liquida.
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“Nunca rechacé a Borges: decía todo lo que me había enseñado Sartre sobre la literatura comprometida. Lo empecé a leer un poco a escondidas, luego sin vergüenza, asumiendo la admiración que siempre le he tenido”, lo que termina por reflejarse en Medio siglo con Borges.
Y ADEMÁS
MARÍA KODAMA, CRÍTICAS INJUSTAS
La figura de María Kodama estuvo presente en la charla de Mario Vargas Llosa, a quien definió como la mujer que a Borges le “alegró enormemente los años finales de su vida: casarse con ella le significó vivir ese tipo de experiencias que él no había vivido. Ella ha sido muy buena guardiana de la obra de Borges, la ha promovido; de tal manera que temo que han sido injustas las críticas que recibió. A él lo hizo muy feliz y, desde entonces, ha llevado de una manera muy honorable y respetable la obra de Borges”.