Hay literaturas que se escriben con trazos de la memoria. Evocaciones, las más de las veces, de la infancia, pero también de tiempos más recientes, y para ello resulta indispensable escuchar al otro, a los otros. Ángeles Mastretta se escuchó a sí misma con la intención de regalar a los lectores retazos de su propia historia: Yo misma. Antología (Seix Barral, 2019).
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“Con la selección encontré a una Ángeles Mastretta muy divertida. Luego a una melancólica, después a una alegre con la vida, luego a otra agradecida y a otra rodeada de seres a los que quiere mucho, porque me he organizado muy bien para que mi vida transcurra entre gente a la que quiero mucho”.
Una revisión de su literatura, de sus recuerdos, de sus fantasmas y de los de muchos otros, porque en el libro están reflejadas muchas de las preguntas que se hace, al tiempo de las certidumbres, compartidas con sus lectores: “es una antología para cavilar, no para contar una historia”.
“Encontré también que dentro de mis libros hay cosas que me gustan más que otras. Me gustó hacerlo, no te puedo presumir que haya sido un libro difícil, y me enaltece ofrecerlo a los lectores. Hubiera querido entregar una novela, pero cada vez me cuesta más trabajo escribir novelas”, cuenta Ángeles Mastretta en entrevista con M2.
Interesada en tener una conversación con los lectores, el año en que celebra 70 de vida, piensa que muchos jóvenes no la han leído y Yo misma puede convertirse en un anzuelo para conducirlos a los otros libros.
“No sé si me puedan conocer más a través de esta obra, porque en este libro fui bastante indulgente conmigo; en mis textos normales, como son largos, muchísimas veces, me regaño o digo cosas menos amables de mí”.
Ángeles Mastretta refiere: “Cuando me preguntan cuál es mi desfalco como escritora, respondo que me enriquece por otros lados: cuando soy una escritora que no escribe, aunque tengo la culpa de no hacerlo, tengo muchísima riqueza y vida que me dan los demás. Soy una atea con muchos dioses, convierto en dioses a los seres a los que quiero mucho, y les pido cosas, les doy cosas. Sueño con ellos y me acompañan”.
Y ADEMÁS
HASTA QUIEN HACE FICCIÓN HABLA DE SÍ MISMO
Cuando publicó El viento de las horas, Mastretta solía decir que la historia tenía su origen en la importancia de ver pasar la vida y verla pasar con fascinación, de manera embelesada, contenta de estar viva. Esa misma sensación parecen estar presente en Yo misma: “Como no sea a manera de nostalgia, conducir hacia atrás no está entre mis destrezas. Ha de ser por eso que olvido tanto. Escribir siempre es arriesgar, ponerse en manos de los otros. Aun quien hace ficción habla de sí aunque hable de seres imaginarios”.