Si es agua es que beberé. La poesía la bebe Rodolfo Naró desde todas las posibilidades en su libro “Elegir el fuego” (editorial Planeta). No se condiciona al poema cuando se trata de la elección. En la primera parte, que alude al título de la obra, todo se transforma en quienes dejaron su rastro en la voz del poeta: las mujeres. Una a una transitan desde el libro abierto, el mercado de flores, el verso inmortal, las tentaciones o los sueños. Hay quienes le quitan vidas y le devuelven otras: “Muertes distintas nos han llevado a vivir otras vidas/ a soñar más noches sin mañana./ Escribo de nuevo la ruta que me lleve al territorio de tu mirada” (pág. 45).
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Llega a Runa, con versos que indican lo que merodea la curiosidad de quien maúlla y “ronronea con tan candencia”, Runa es su gata, “es un color”, “una mirada frente a la noche/ el brillo de su zarpazo desgarra los primeros brotes de oscuridad” (pág. 64).
El sujeto y su complemento se vuelven edictos dispuestos a publicarse, en páginas perdidas, en archivos personales, en un poemario, con un capítulo que se escribe así: “Diccionario de emociones”. Y al azar nos detenemos en la palabra “poeta”: “Cuando comencé a escribir dibujaba casas. Después las construía con tierra del jardín de mi infancia. Con el paso de los años, llevado por corazonadas, seguí fincando ideas y sentimientos. No me hice arquitecto, sino poeta que habita palabras” (pág. 133).
Ya a estas alturas las variaciones poéticas se encaminan a un deseo por encontrarse en la naturaleza, la que puede explicar las razones de crecer, reproducirse, ser distinto, como en el poema de largo aliento, “Árbol de sangre”: “Todos los árboles son iguales:/ nidos, viento, ramas./ Sin embargo, cada uno tiene un libro distinto en su savia” (pág. 168).
Y en efecto, este es un libro distinto, la antología que quieres encontrar y que ahora te arrolla con formas breves, “Vértebras, acaso máximas: “Cuando terminemos de quemar la tierra solo quedará agua. Imposible de beber. Y el viento tampoco removerá nuestra ceniza” (pág. 179).
No con todo se puede pactar, pero sí con la selva amorosa, impregnada de milagros, amaneceres, recuerdos, experimentos y aquellas que matizan los sentires, las vocales: “El día que te fuiste/ contigo huyeron todas las palabras/ solo me quedé con dos letras de tu nombre/ para buscarme” (pág. 211).
Esta “lotería existencial” de Rodolfo Naró es la lectura y la flama que iluminan caminos. A fin de cuentas en la poesía cada quien es libre de dejarse elegir por sus deslumbrantes formas.
Rodolfo Naró. “Elegir el fuego”. Editorial Planeta. 231 páginas.