Siempre encuentras el humor rodeado de miedo y dolor: Etgar Keret

“Al publicar mis cuentos ya no me avergüenzo de considerarme raro, al contrario, celebro mi propia rareza”, revela el autor.

En su libro más reciente, "La penúltima vez que fui hombre bala", hay acercamientos a la realidad del Medio Oriente. (Jesús Quintanar)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Etgar Keret (Tel Aviv, 1967) tenía alrededor de 25 años de edad cuando empezó, de manera formal, en el mundo de la escritura, si bien desde pequeño le habían transmitido el poder que tenía el contar historias. Sus padres, ambos supervivientes del Holocausto, le narraban cuentos antes de dormir, todos inventados, porque eso les había ayudado a sobrevivir durante los días más aciagos.

“Para mis papás era muy importante no verse a sí mismos como víctimas, aunque vivieron una de las historias más horribles en la época contemporánea. Se dieron cuenta de que los nazis podrían controlar al gueto, la comida… podrían controlarlo todo, pero no las historias que se contaban a sí mismos”.

De muchas maneras, esa experiencia se volvió fundamental en su relación con la escritura, que lo ha convertido en uno de los autores más populares entre los jóvenes israelíes, igual que uno de los más polémicos por sus opiniones políticas, en especial sobre sus posiciones en torno a lo que sucede en el Medio Oriente.

“Mi papá era una persona muy optimista y yo le preguntaba ‘después del horror que viviste, cómo puedes pensar que las cosas van a mejorar o que la gente va a ser buena’. Solía decirme: ‘todo tiene que ver con el orden en que suceden las cosas en tu vida. Cuando era joven estuve en un campo de concentración y asesinaron a mi hermana, después mi vida mejoró y como sucedió esa mejoría, tengo la expectativa de que mi vida pueda mejorar más’”, recuerda el autor de títulos como Extrañando a Kissinger, Un hombre sin cabeza, De repente un toquido en la puerta o Tuberías.

Con esa elección de su padre, en particular el creer en la bondad humana, Etgar Keret percibió una enseñanza: a través del acto de contar historias, puedes afectar la percepción de ti mismo y del mundo que te rodea, lo que de distintas maneras ha marcado su literatura y su propia relación con la vida real.

MECANISMO DE DEFENSA

El humor resulta indispensable en la obra de Etgar Keret, como se refleja en La penúltima vez que fui hombre bala (Sexto Piso, 2019), un volumen de relatos en donde hay acercamientos a la realidad en el Medio Oriente, pero también una mirada sobre nuestra región. Por ejemplo, cuando el presidente Donald Trump, elegido por tercera ocasión, recluta a niños y jóvenes que se convierten en soldados, porque su ejército está diezmado debido a una guerra con México.

“Para mí el humor siempre ha sido un mecanismo de defensa. Si no hay algo que te duela o no estás ansioso, no hay ninguna razón que justifique el humor, lo que me permite lidiar con situaciones que, de otra forma, me derrumbarían”.

Desde su perspectiva siempre hay dos tipos de humor: el superficial, como hacerte cosquillas en la axila, cuyo único propósito es conseguir la risa; y el humor real, “aquel que si escarbas hasta su núcleo, siempre lo encontraras rodeado de miedo o dolor”.

“Antes de empezar a escribir tartamudeaba, pensaba que cada vez que dijera algo la gente se iba a dar cuenta de lo raro que soy y no querría relacionarse conmigo. Al escribir las historias y compartirlas me di cuenta que toda la gente era rara: cuando escribía, me avergonzaba por lo extraño que resultaba todo, pero la gente entendía porque se sentía igual”, lo que de distintas maneras sucede en La penúltima vez que fui hombre bala.

Lo que le enseñó la escritura es que toda la gente era igual de rara que él, pero lo ocultaba peor que esas personas: “al publicar mis cuentos ya no me avergüenzo de considerarme raro y, por el contrario, celebro mi propia rareza a través de la escritura”, cuenta el escritor israelí, a quien la fama apenas si lo ha cambiado.

En su vida cotidiana, Etgar Keret disfruta mucho estar con su familia: con su esposa y su hijo; goza de la escritura y la interacción humana, “pero también jugar con mi conejo y fumar mariguana”.

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COJEAR Y SONREÍR: ACTITUD ANTE LA VIDA

La anécdota la comparte porque explica su manera de relacionarse con el mundo: cuando grababa una serie de televisión en Bruselas, bajando las escaleras tropezó y cayó un piso entero. Lo primero que hizo Etgar Keret fue revisar si se le habían roto los dientes. “No me podía parar y empecé a gritar para pedir ayuda, hasta que se asomó un hombre y me preguntó ‘qué quiere’. Al verme, me volvió a preguntar ‘por qué si te rompiste algo y tienes tanto dolor, sonríes todo el tiempo’. Sonreía porque no me había roto los dientes. Esa es la historia de mi vida: todo el tiempo estoy cojeando y sonriendo, porque eso fue lo que me enseñaron a hacer mis papás desde que era muy niño”.