A lo largo de su desarrollo profesional, los mitos, las deidades, han estado muy cerca de los intereses del historiador Enrique Florescano, lo que se refleja en libros como El mito de Quetzalcóatl, Mitos mexicanos o ¿Cómo se hace un Dios?, hasta el título más reciente, Dioses y héroes del México antiguo (Taurus, 2020).
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“Acercarme a estos temas me ha permitido tener una apertura que no tenía antes sobre el pensamiento antiguo de los mexicanos, de los distintos pueblos que había en México: ese mismo proceso de investigación me llevó a estudiar temas, disciplinas, herramientas, que no conocía. Todo ha sido un descubrimiento que ha ido mejorando mi comprensión del mundo antiguo”, cuenta el historiador mexicano a M2.
El libro es, de distintas formas, la recopilación de todo lo que ha trabajado a lo largo de su carrera: un resumen y reflexiones sobre los dioses y su relación con la naturaleza y con los seres humanos, para lo cual se propuso hacer una clasificación de los distintos tipos de dioses, desde los que crearon el mundo y a los seres humanos, “seres intangibles que están viviendo en lugares muy remotos, muy oscuros”.
“A medida que avanzan los tiempos, los dioses tienen más relación con los seres humanos y esos son los dioses que crean en cada pueblo la tierra o la naturaleza; entonces, se hace una relación muy estrecha entre los dioses y los seres humanos, porque los dioses atienden las necesidades de los seres humanos y, al mismo tiempo, exigen que los hombres trabajen para producir su alimento, que los adoren, que les hagan templos y construyan sus grandes edificios. Esa relación no se rompe nunca”.
Si bien los dioses son una figura constante en el México antiguo, al ser los que inventan o crean al mundo, lo dividen en cuatro espacios orientados hacia los rumbos cardinales, al mismo tiempo, explica don Enrique Florescano, se trata de creaciones humanas “lo que no entendían los hombres se lo atribuían a los dioses, ya después los hacían a semejanza de ellos”.
“Todos los grandes dioses de la antigüedad se representan en forma humana. Los poderes que tienen son sobre la tierra, el agua, el fuego, el sol. Y esos se los pasan a los hombres y éstos les hacen los sacrificios, las festividades, todo lo que ellos necesitan”.
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A lo largo de las páginas del libro aparecen dioses, pero también seres terrenales, héroes legendarios: personajes que contribuyeron a definir territorios, a conquistar pueblos, a construir lo que el historiador define como los cimientos de la identidad de los pueblos mesoamericanos, para lo cual aprovechó todo el conocimiento que se ha generado hasta nuestros días sobre esos pueblos.
“No solamente los códices. Las principales herramientas para estudiar el México antiguo fueron la arqueología, la interpretación de las inscripciones en los muros; después la astronomía y la lingüística. Así, unas tras otras, los estudiosos invadieron distintas áreas del conocimiento para comprender mejor el pensamiento antiguo de los seres humanos”.
De acuerdo con Florescano, el investigador de hoy no puede estudiar solo la religión, la arqueología o el arte, sino también debe tener un conocimiento del mito, del canto, de las danzas, para explicar mejor un problema y acercarse a una realidad y al pensamiento de las culturas prehispánicas, lo que persigue con Dioses y héroes del México antiguo.
“Un investigador, cuando se propone estudiar algo, lo único que va aprendiendo es que rompe las barreras que antes le impedían conocer, por ejemplo, la biología, cómo actúa el agua en la tierra, cómo actúan los mitos en la composición de una visión del mundo. En la medida en que uno estudia, se rompen barreras para conocer otras interpretaciones. El conocimiento del México antiguo está abierto a todos los investigadores, entonces uno tiene que ir creciendo”.
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El mejor ejemplo de Florescano fue cuando leyó el Popol Vuh y no lo entendió, porque el lenguaje de los mitos, de las danzas, de las fiestas, de la religión, es otro “y hay que descifrar y aprender a conocer ese lenguaje para poder explicarlo a los demás”. A ello se ha empeñado a lo largo de los años.
Y ADEMÁS
LAS PREOCUPACIONES DEL CONFINAMIENTO
A sus 83 años de edad, el investigador veracruzano no deja de estar preocupado por todo lo que pasa en México y en el mundo, como son los problemas de la salud, pero también los desafíos de los médicos, la falta de recursos y los apoyos para atacar al covid-19. “Además, ya teníamos una economía de por sí muy débil. Estamos viviendo una situación muy angustiosa, que me preocupa mucho”.