Los números que han acompañado a la escritora chilena Isabel Allende le hubiesen garantizado un lugar importante en cualquier tradición literaria: 25 libros traducidos a más de 42 idiomas, con más de 75 millones vendidos y más de 60 premios en cuando menos 15 países. En Latinoamérica le ha costado mucho más trabajo.
¿Qué opina de la literatura creada por mujeres en los últimos años?
Ahora se habla del boom de la literatura femenina en Latinoamérica, porque el de los años sesenta a los ochenta fue puramente masculino, no porque las mujeres no estuvieran escribiendo, sino porque las silenciaron, porque las ignoraron, porque las discriminaron; no se enseñaban en las universidades, no había crítica ni buena distribución, los editores no tenían ningún interés y eso ha cambiado los últimos treinta años de manera notable. Hay una ola de mujeres jóvenes escribiendo novelas muy fuertes, con un lenguaje y un tema muy fuerte: para mí eso es una maravilla. Y esas muchachas podrían ser todas mis nietas.
Cerca de cumplir 80 años de edad, a 40 de la publicación de La casa de los espíritus, ¿cómo observa lo que ha pasado a lo largo de este tiempo?
Cuando empecé a escribir, en 1981, Carmen Balcells, mi agente en Barcelona, me dijo: “Vas a tener que hacer el doble de esfuerzo para tener la mitad del reconocimiento, te va a costar mucho que te respeten”. Y eso ha sido verdad: he necesitado de muchos libros, en muchos idiomas, con mucho éxito, para obtener respeto de los críticos, de la prensa.
Me ha costado mucho por ser mujer, pero lo he podido hacer y creo que eso ha abierto el camino de otras escritoras: los editores se han dado cuenta de que existe un mercado extraordinario de mujeres que compran y leen ficción, muchas más que hombres.
¿Cuál ha sido el principal desafío que ha tenido que afrontar a lo largo de este tiempo?
Como persona he envejecido y me ha pasado de todo, éxito y tragedia, muchas pérdidas y la inmigración; primero el exilio y luego la inmigración, el destierro como decía Neruda, el eterno desterrado, y en la literatura he adquirido más seguridad en mí misma: cada libro es un desafío y los empiezo el 8 de enero. Te podrás imaginar que el siete de enero es terrible, porque tengo el desafío de algo nuevo al día siguiente que no sé cómo voy a enfrentar, pero he aprendido que, si me presentó disciplinadamente delante del teclado todos los días, algo sale. Y hay muy pocas cosas de las que me siento incapaz de escribir.
Luego con millones de lectoras que son muy leales, también esa retroalimentación es una cosa que va creciendo año con año, y que me alimenta espiritual y emocionalmente y también en la literatura, porque me dan ganas de escribir para ellos.
Un homenaje a la mujer
Hace cuatro décadas comenzó a participar de la escritura literaria, con la aparición de La casa de los espíritus, que se convirtió en un fenómeno de las letras; ahora, la escritora chilena promueve su obra más reciente, Violeta (Plaza y Janés, 2021), en donde hace una revisión de un siglo de historias muy cercanas a ella, pero también de los desafíos que han enfrentado las mujeres a lo largo de este tiempo: una época entre pandemias.
Le han preguntado mucho sobre su madre por Violeta. ¿Hasta qué punto es un homenaje a la mujer, y no a una sola?
La novela es un homenaje a la mujer y al siglo, a los cambios que se dieron, desde el derecho al voto, el movimiento de liberación femenina, la píldora y después tantos acontecimientos sociales y políticas que han afectado a las mujeres; mi madre nació en 1920, como Violeta en el libro. Al menos en la clase social de mi madre, las oportunidades eran muy limitadas para ella. Un siglo más tarde las cosas han cambiado, no como quisiéramos, pero han cambiado.
En la novela se habla de temas que fueron tabú durante muchos años: el aborto, la violencia, el lesbianismo.
Han sido los temas que he tratado por décadas y con los que trabajo en la Fundación, porque la misión de mi fundación es invertir en el poder de las mujeres y las niñas. Trabajamos en tres áreas: educación o preparación para que puedan trabajar, porque sin independencia económica no hay feminismo; salud y eso incluye anticonceptivos, aborto y todo eso, y por supuesto protección contra la violencia y la explotación, porque una mujer que tiene miedo no puede hacer nada.
Hay temas como la lucha contra el patriarcado, los derechos de la mujer: un esfuerzo que no se termina…
Este es el resultado de las luchas de las madres y de las abuelas. Todo esto es una cadena, cada una aporta algo, cada generación, no se puede hacer de la noche a la mañana, sin todo el antecedente.
Pienso que el patriarcado es la forma en que hemos manejado a la civilización por miles de años y está reforzado por todos, por las leyes, por las costumbres, por la religión: todas las religiones son patriarcales, sin excepción. Toda esa infraestructura enorme que sostiene la evolución de la humanidad tenemos que cambiarla y eso cuesta mucho trabajo.
El patriarcado está muy presente en un personaje como Violeta
Está presente, sin duda, pero en el caso de ella es una mujer excepcional, porque desde muy jovencita, en una época en que eso no se usaba, logra ganarse la vida y eso le da una libertad y una independencia que no hubiera tenido de otra manera: le permite dejar a su marido, le permite tener un amor muy largo y muy tóxico y hacer todo lo que hacer al final de su vida.
El personaje de la novela refleja mucho de lo que es Isabel Allende: no deja de ser un espejo de las luchas y los temas que han aparecido en su obra.
Dicen que siempre hay algo del escritor o la escritora en cada uno de los personajes: ¿por qué elige uno a esos personajes y a esa historia para contar y ninguna otra? Porque a uno le importa, porque tiene que ver con lo que uno ha vivido, con la memoria, con la experiencia personal, con los demonios, los ángeles, las obsesiones que uno lleva…
Llevo 40 años escribiendo, estoy en el libro 27, y me doy cuenta de que se repiten los temas: el amor, la violencia, la justicia, las madres fuertes, los padres ausentes… hay de mí en Violeta, sin duda alguna. Creo que sus amores, cambiados al ser ficción, reflejan mucho de los amores que he tenido. Desde un primer matrimonio cuando era muy joven: un matrimonio para tener hijos, formar una familia… después una gran pasión, que la lleva a enamorarse de un hombre que no era conveniente para ella, pero ella no lo ve, hasta que han pasado bastantes años. Después está el amor de la vejez.
La violencia también ha sido una de las preocupaciones de su escritura
Me tocó vivir el golpe militar en Chile, la violencia extrema de la represión; como mujer he visto la violencia por todos lados, el hecho de que las mujeres vivan con miedo es una realidad: miedo de salir de noche, de ir sola a un bar, de usar una falda demasiado corta para que no la agredan, miedo en la oficina… en la Fundación lo veo tan de cerca, que lógicamente aparece en mis libros. Ahora, con la pandemia, una de las cosas más notables es cómo se ha incrementado la violencia contra la mujer, no sólo la doméstica.
Violeta es una historia entre pandemias: de 1920 hasta 2020. ¿Hemos aprendido algo como seres humanos?
Las dos pandemias tienen mucho en común, como el hecho de ser enfermedades respiratorias fatales y contagiosas, y la única forma de combatirlas fue con las máscaras, el aislamiento y la distancia social. Ahora ya se inventaron vacunas, además que se ha convertido en un elemento político que separa mucho a la gente. En Estados Unidos es absurdo, porque hay 40 millones de personas que se niegan a vacunarse o a usar máscara, entonces cómo controlar una pandemia si la gente no colabora.
Después de la pandemia de 1918, que fue la Primera Guerra Mundial, vinieron los locos años 20, cuando la gente salió a la calle a celebrar, se trataba de soltarse las trenzas y echarse a volar. Después de eso cayó la tremenda depresión económica que afectó a todo el planeta. Entonces miro para el futuro y me pregunto qué nos irá a pasar a nosotros cuando termine la pandemia, ¿iremos a tener unos años locos también?
bgpa