“...Y lo que me hace levantarme por las mañanas sigue siendo la espera de lo que está por llegar y no se anuncia, es la espera de lo inesperado, y no ceso de fantasear con lo que ha de venir”, escribió Javier Marías (1951-2022) en su libro Todas las almas y bien podría ser el epitafio de un escritor brillante a quien parece que solo le faltó ganar el premio Nobel.
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Escritores y críticos mexicanos lamentaron su muerte:
Para Xavier Velasco, Marías era un clásico vivo. “Su voz narrativa es única, a la vez que potente, perturbadora, penetrante y quirúrgicamente precisa. Me temo que no alcanzan los dedos de las manos para contar sus obras maestras. Una vez que Marías te ha ha hecho presa de su abigarrado laberinto verbal, la trama es una especie de montaña rusa que con frecuencia visita el espanto y sin falta te estruja hasta el insomnio. Solamente pensar que ya no habrá un 'nuevo libro de Javier Marías' es motivo sobrado de desazón. Hará falta, igualmente, la inteligencia puntiaguda de su columna semanal. Nos deja, cuando menos, el consuelo cuantioso de la relectura”.
Mauricio Montiel dice que su voz es esencial no solo de la literatura en lengua española sino de la literatura contemporánea. “Sus aportaciones en el campo de la novela, el ensayo, el articulo periodístico son invaluables. El autor se empeñó en dar a la lengua española una dignidad y una elegancia que se han perdido por desgracia, en un momento en que, buena parte de los escritores en nuestro idioma, optan por una especie de estandarización o incluso una pasteurización de la lengua en aras de conseguir rápidamente traducciones a otros idiomas.
“Las editoriales, por desgracia, están apoyando esta idea de un español, como digo, más estándar. Marías hizo todo lo contrario en su obra, apoyó e hizo el uso de un español, denso, elegante, proteico que, pues se extraña en gran parte de la literatura contemporánea en nuestro idioma. También, hay decir que, además de ser un gran escritor, Marías fue un gran traductor de la lengua en inglesa que le permitió también llevar ciertas técnicas y ciertos usos narrativos a su propia obra, una de las mayores empresas de traducción fue Tristram Shandy de Laurence Sterne que le llevó varios años de trabajo y es, quizá, después El Quijote, una de las novelas que marcó o irrumpió la modernidad literaria.
“La pérdida de Javier Marías es grande, deja un hueco no se va poder llenar fácilmente, sobre todo en un momento en que el mercado editorial tiende más bien a buscar autores que no se preocupen demasiado por el uso de la lengua, que no quieran ser estetas de la lengua. El uso del español a cargo de Javier Marías muestra a un gran estilista, que de verdad, nos va hacer mucha falta”, concluye Montiel.
Jorge F. Hernández comentó: “Le debo un espléndido Quijote en Inglaterra y cada uno de los Cuentos Únicos ingleses que antologó para bien de nosotros. Le debo cada una de sus novelas y novelones, una legión de soldaditos de plomo, un abrazo en recuerdo de su padre que impartió la cátedra 'La idea de España' cuando estudiaba mi doctorado y mi gratitud de lector por su íntegro ejemplo del oficio de escritor y le debo el abrazo que y no me puedo dar y que entrego a su hermano Álvaro, supremo flautista que llora hoy con música la despedida a un escritor que se va sin el premio que merecía”.
El traductor y crítico literario Adán Serret asegura que Marías es el último autor de literatura en español, “duele decirlo, sus búsquedas no son otras que una prosa -además de perfecta-, única. Confronta las ideas sobre el bien y el mal, la belleza y la fealdad, con palabras justas -le mot juste- y un español de fina acústica en donde la lengua se despliega con elegancia. En la escritura de Marías el mundo actual se tambalea, con personajes sarcásticos, tristes, brillantes y solitarios. Marías deja una obra lejana de las modas editoriales y literarias que perdurará y por lo cual, leerlo, es no solo tocar el pasado sino atisbar el futuro”.
El autor y sus premios
Javier Marías era académico de número de la RAE desde abril de 2008. Entre otros reconocimientos, ha sido distinguido con el Premio Nacional de Traducción por Tristram Shandy (1979), el Premio Ciudad de Barcelona por Todas las almas (1989), el Premio de la Crítica por Corazón tan blanco (1993) —por la que también recibió el IMPAC Dublin Literary Award—, el Premio Rómulo Gallegos por Mañana en la batalla piensa en mí (1995) —por la que también se le otorgó el Premio Fastenrath y el Prix Femina Étranger—, el Premio Nelly Sachs (1997, Dortmund, Alemania), el Premio de la Comunidad de Madrid (1998), el Premio Grinzane Cavour (2000, Turín, Italia), el Premio Alberto Moravia de Italia (2000), el Premio Ennio Flaiano por El hombre sentimental (2000), el Premio Salambó por Tu rostro mañana (2003), el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (Chile, 2008), el America Award de los Estados Unidos (2010), el Premio Nonino (2011, Udine, Italia), el Premio Austriaco de Literatura Europea (2011), el Premio Terenci Moix (2012) y el Premio Formentor de las Letras (2013). En octubre de 2015 recibió el Premio Bottari Lattes Grinzane y, en 2016, el Library Lion de la Biblioteca Pública de Nueva York, con lo que se convirtió en el primer escritor español titular de este galardón.
caov