Jorge Volpi lanza 'Partes de guerra': “somos refractarios al dolor ajeno”, dice el escritor

El escritor presenta Partes de guerra, novela con la que ahonda en la violencia en México, esta vez desde la ficción

Jorge Volpi lanza 'Partes de guerra' (Jesús Alejo Santiago / Especial).
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Jorge Volpi dice que no hay justicia en este país “y nadie está haciendo nada para que eso cambie. Mientras eso no suceda, vamos a seguir así: no tendremos posibilidad de justicia, ni de reparación, ni de verdad”. El escritor había lanzado esta reflexión desde la publicación de Una novela criminal, hace cuatro años. La denuncia sigue presente y, de distinta manera, está plasmada en su obra más reciente, Partes de guerra.

“Es una novela sobre el origen de la violencia y mi intento por entenderlo. Lo intentan entender los personajes, pero para mí también era una exploración novelística desde la ficción (a diferencia de Una novela criminal), de dónde viene la violencia. Lo que intento es mostrar esta enorme cantidad de factores, algunos sociales, otros personales; algunos científicos, otros ideológicos, que provocan la violencia en un grupo de niños y adolescentes en la frontera sur de México”.

Ciencia y realidad

La mirada literaria sobre la realidad en nuestro país, en especial por la parte más oscura, ya venía preocupando a Jorge Volpi (México, 1968) , consciente de que la violencia llegó a esta generación de escritores, “probablemente también a las siguientes”, de manera inevitable y, como decía la artista Teresa Margolles en esos años de la guerra contra el narco, “de qué otra cosa íbamos a hablar”.

En este ambiente, con lo que estamos viviendo y lo que seguimos viviendo desde 2006, claro que de qué otra cosa se puede hablar: la violencia se ha vuelto cotidiana absolutamente. Cuando estalla la guerra contra el narco de Calderón teníamos una especie de recuento de muertos y ahora, desde la época de Peña (cuando el discurso cambia, pero no la realidad) ya ni sabemos cuántos son cada día, ni parece importar demasiado: si antes eran sólo números, ahora ya ni siquiera eso es lo relevante”.

Uno de los primeros intereses literarios de Volpi estuvo vinculado con la ciencia, y aún se pregunta por qué no siguió ese camino, en especial el de la neurociencia. Esto se combina en Partes de guerra, una historia sobre un grupo de científicos que busca averiguar qué pasa en el cerebro de unos niños que se convierten en criminales en la frontera sur del país.

Un relato narrado por el personaje de Lucía Spinosi, que termina por mostrar cómo se ha normalizado la violencia al extremo: nos hemos acostumbrado a que todo el tiempo existe, de un tipo u otro, hasta que un caso se vuelve mediático, lo que aglutina la desazón, la ira y la rabia de la sociedad, pero pasa al cabo de unas semanas, hasta que aparece el siguiente.

México es un cementerio. Casi en cualquier lugar donde estés excavando encuentras cadáveres: de hombres, de mujeres, de migrantes, por eso se ve a México como cementerio. Otra vez, y tal vez uno de los principales problemas, lo que más me ha preocupado desde Una novela criminal (sin importar el caso) es que las investigaciones están mal hechas.

Sistema inútil

El sistema de justicia, de administración, de procuración, no existe; no funciona. No hay un solo caso en el que la investigación haya sido profesional y correcta, lo que permitiría tener certezas”, explica el escritor, también preocupado por la manera en que medios y redes sociales manipulan estos casos, una combinación terrible: “Paralelamente, medios y redes están especulando, mintiendo, exagerando, revictimizando… todo al mismo tiempo.
México siempre ha sido un país de violencias soterradas, pero desde 2006 nos hemos deshumanizado por completo: nos hemos vuelto refractarios al dolor ajeno, porque es tanto, tan constante, que se vuelve insoportable y, claro, hay una suerte de autoprotección para que no nos afecte”.
“Nos hemos deshumanizado como sociedad. México siempre ha sido un país de violencias soterradas, pero desde 2006 nos hemos deshumanizado por completo: nos hemos vuelto refractarios al dolor ajeno, porque es tanto, es tan constante, que se vuelve insoportable y, claro, hay una suerte de autoprotección para que no nos afecte, porque es todo el tiempo, todos los días, a todas horas”.

Y el gran problema, en palabras de Jorge Volpi, es que mientras para la sociedad mexicana se ha convertido en un mecanismo de defensa, desde el poder “es un mecanismo de control social”. De ahí la importancia de la literatura, por lo menos de la gran literatura, aquella que intenta exponer los matices de lo humano, “los vacíos y los silencios, frente a la acidez monotemática y simplificadora de las redes sociales”.

La polarización

Desde hace varios años, la violencia, en sus diferentes formas, es parte de la vida en México, asegura Jorge Volpi, pero a este panorama se debe sumar la extrema polarización que no habíamos tenido en otras épocas.

“Eso sí es novedoso, tal vez porque siempre tuvimos al PRI, que trataba de aglutinarlo todo, y donde la oposición siempre estuvo dividida y la transición ha sido hacia un sistema bipolar, que es el que vivimos en la actualidad: cuando solo existen dos narrativas que son excluyentes y todo lo que pasa en el país se ve con los anteojos ideológicos de ser 4T o anti4T… entonces, la realidad ya no importa”.

Un drama en la frontera

Luis Roth, fundador del Centro de Estudios en Neurociencias Aplicadas, se obsesiona con el caso de una joven de 14 años asesinada en la frontera sur de México por su prima y el novio de esta última.

El neurocientífico y sus colaboradores, entre ellos su brillante alumna Lucía Spinosi, buscan averiguar qué pasa en los cerebros de los niños que se convierten en criminales, pero sufre un accidente y ella queda a cargo de la investigación.

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