Leila Guerriero (Argentina, 1967) no pensó en escribir un libro sobre Silvia Labayru, sin embargo, su hambre periodística y charlas con ella despertaron su curiosidad por armar el rompecabezas alrededor de una mujer compleja y misteriosa.
La llamada (Anagrama) es la historia de Silvia, hija de una familia de militares y militante rebelde, cuya vida cambió después de que la dictadura en Argentina la secuestró, violó, torturó y utilizó para infiltrarse en la organización Madres de mayo. Solo una llamada le salvó la vida.
En entrevista con MILENIO, la periodista habla del periodismo y del proceso de su libro, que comenzó en pandemia, mientras Silvia Labayru esperaba la sentencia del primer juicio por crímenes de violencia sexual cometidos contra mujeres secuestradas durante la dictadura.
¿Qué piensa Leila Guerrero de su libro?
Es el retrato de una mujer muy compleja que estuvo en un momento histórico muy importante en Argentina y, en ese momento, su historia de persona ciudadana con minúsculas se cruzó con la historia con mayúsculas y eso produjo un cortocircuito.
¿Qué opinas de los tiempos que se viven en el periodismo?
Creo que hay cosas que se pueden hacer mejor en el periodismo diario. A mí me espanta cuando veo las portadas de los diarios, supuestamente serios, con esos títulos que son como un gancho para que entres a la nota y la información real la encuentras en el último párrafo. Para mí es una aniquilación de lo que se supone que deberías hacer bien, como escribir o reportear bien.
¿Es culpa de la inmediatez?
Los tiempos de las noticias siempre fueron presurosos, pero eso no quiere decir que se tenga que hacer tan mal como se hace en algunas ocasiones. Me parece que muchas cosas tienen que ver con el apuro, la tecnología y la superstición de que ahora llegar antes es la señal de hacerlo bien, cuando en realidad lo que tienes que hacer es llegar mejor y ver algo que los demás no hayan visto y analizarlo desde otro punto de vista.
¿Piensas que el periodismo narrativo es imposible de hacer en estos tiempos de inmediatez?
Para todos los que hacemos periodismo narrativo nada se puede resolver de un día para el otro ni de una semana para la otra. Es un género con requerimientos muy específicos, y el tiempo y la demora está entre ellos. La gente que hace noticias, análisis, opinión, corresponsalía de guerra tiene otros tiempos, eso es coyuntura, hay gente que lo hace mal y hay gente que lo hace muy bien, pero las reglas son completamente distintas.
¿Cuál es tu secreto para ejercerlo?
Creo que hacer muchas cosas, mantener un proyecto de fondo, que te convoque, que te llame, y a la par haces conferencias, talleres, columnas, charlas, edición, textos más cortos y es combinar un poco las piezas.
En relación a La llamada, ¿en qué momento supiste que tenías una gran historia?
Todo comenzó con el periodista Dani Yako, quien me dijo: “¿Ya leíste esto de mi amiga Silvia?” Pensé que era una historia terrible y no le dije nada más, Dani me respondió: “¿Quieres que la llame y le pregunte si quiere hablar con vos?” Creo que si yo le hubiera llamado directamente no me hubiera atendido, porque ella había tenido malas experiencias con el periodismo y creo que no tenía ni idea de quién era yo.
¿Por qué decidiste escribir el libro?
La primera idea era hacer un artículo largo, pero tras las entrevistas con Silvia se me aparecía una historia que excedía toda posibilidad de que la sutileza que necesitaba el relato pudiera ser contada en una revista. Lo consulté con ella y estuvo de acuerdo en que fuera un libro.
¿De qué te diste cuenta?
Básicamente del caudal de ejes que tenía esta historia, había 500 ramificaciones, todas fuertísimas: su padre y madre, una historia impresionante, su cambio de chica defensora de los Kennedy, de capitalista a comunista completa; su rebeldía, secuestro, su hija, las violaciones, el exilio y cuando todo se desbordó se planteó el libro.
Leila Guerriero tuvo que transcribir alrededor de 95 entrevistas que acabaron en más de mil 900 cuartillas, además de documentos judiciales; también acudió a distintas lecturas e hizo un amplio trabajo de campo.
¿Buscabas algo en particular en la investigación?
No, yo quería contar la historia de ella. Tenía claro que no era una historia de los años 70 ni de la organización Montoneros. Todas las entrevistas en el libro son a personas que la conocieron en algún momento de su vida o tienen relación con ella, y con algunos sobrevivientes porque los militares aniquilaron a la mayoría.
¿Qué tan duro es hurgar en el pasado y traerlo al presente?
Yo veía que tenía una gran historia, me enfoqué en eso y traté de encontrar hasta los últimos detalles para poder contarla. No estoy pendiente de qué me pasa a mí con la historia, porque a nadie le importa lo que me pasa a mí en términos sentimentales. Silvia es una mujer súper plantada y tiene muchos años de trabajo psicoanalítico y de procesar toda esta situación que le pasó, pero a veces, cuando intentaba ponerse en situación de lo que le había pasado, me decía que la sensación era tan horrible, tan demencial, que tenía que salir de ahí rápidamente.
La llamada es un recorrido por la vida de Silvia Labayru que incluye toda clase de situaciones que la periodista reconstruye para armar un rompecabezas apasionante sobre una mujer que sobrevivió al horror y que hoy es feliz.
¿Crees que esta historia pudo suceder en cualquier lugar de Latinoamérica?
Me parece que sí. Al libro le fue muy bien en España, fue una cosa enloquecida y se agotó de inmediato. Pienso que tiene que ver con la memoria, un tema que es muy universal y que el libro le pega de lleno. Aunque la historia de Silvia es muy particular, podríamos extrapolarla a Chile, Uruguay o Brasil, porque habla del espanto que fue esto durante los años de todas las dictaduras que estaban instaladas en esos años acá en la región.
¿Es la historia de una víctima o de una sobreviviente?
Es la historia de una mujer que, entre otras cosas, fue víctima de todo esto. Pero víctima no es la palabra que la define, porque a pesar de que fue víctima de un montón de cosas horrendas, ella jamás permitió que su vida se definiera como la vida de una víctima dolorosa, doliente. Ella nunca tuvo esa manera de estar parada ante la vida. Si bien no pudo hacer la vida que quiso hacer (como ella dice: “estos hijos de puta me partieron al medio”), no vivió toda su vida como si fuera una víctima, hizo todo lo posible para que eso no la definiera.
¿Qué piensa Leila Guerrero de su libro?
Es el retrato de una mujer muy compleja que estuvo en un momento histórico muy importante en Argentina y, en ese momento, su historia de persona ciudadana con minúsculas se cruzó con la historia con mayúsculas y eso produjo un cortocircuito.
evt