Narradora, poeta y ensayista “argen-mex”, Sandra Lorenzano, doctora en Letras por la UNAM, coordinadora del Proyecto Cultura y migración (UNAM-Unesco-Universidad Autónoma de Madrid), vive en México desde 1976.
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Autora, entre otros libros, de Vestigios, Herencia y Saudades, recientemente publicó El día que no fue (Alfaguara), novela de la que habla en esta conversación.
El inicio de “El día que no fue” contiene un epígrafe de Roland Barthes: “Todo esto debe ser considerado como si fuese dicho por un personaje de novela”. ¿Por qué?
Pensé que era la frase ideal para volver a situar al ejercicio literario donde le corresponde en el sentido de una suerte de puesta en abismo que nos recuerde que la literatura es ficción. Propicia también una libertad mayor en la creación porque no estás haciendo documental y, además, porque el lenguaje es siempre una construcción, no es natural.
La memoria, tema recurrente en su obra, ¿evoca en esta novela al cuerpo ausente?
Una de mis obsesiones que tiene que ver con mi propia historia y trabajos de investigación es la memoria del exilio, del horror, el Holocausto, las guerras. Cómo procesamos nuestros recuerdos y los que vienen de otros. En Saudades yo ponía una frase que me gusta mucho de un psicoanalista francés, de origen argelino que dice: soy contrabandista de historias propias y ajenas. La memoria es también la de los sentidos, de la piel, las cuestiones genéticas vinculadas a la memoria y me gustaba pensar eso en torno al miedo, el gran tema del libro.
¿Se trata de un miedo que se trae en el cuerpo?
Y que se va superponiendo como veladuras que en un momento dado ya no puedes separar en capas sino que se van mezclando como cuando mezclamos pinturas y pones una capa sobre otra. Es un tema que me interesa mucho igual que el de la migración, la memoria de los migrantes y la lengua que hablas cuando llegas. Finalmente tiene que ver con el tema de la memoria del amor que es huella en el cuerpo y nace como una especie de golpe físico. Solo quieres estar con ese alguien cuerpo con cuerpo que cuando se vuelve lucha llega el desamor. Como soy exiliada y he perdido varios hogares, sentir que pierdes el cuerpo amado me parece una de las cosas más dolorosas, sentir la pérdida del hogar.
La pérdida de su madre es recurrente en su obra.
Eso me impresiona. Ya había escrito Saudades cuando mi mamá murió y no se lo quise mostrar en manuscrito, sino hasta publicado. Mi madre se enfermó y se murió en tres meses, así que no fue posible. Luego fue Vestigios, un poemario de duelo y Fuga en mí menor donde un personaje pierde a la madre y se hace esa pregunta que yo me hice en ese momento: ¿cómo puede ser que uno cuando tiene 50 años pueda sentirse huérfano como se sentiría un niño? Pero en El día que no fue aparece no solo mi madre sino mi abuela, este linaje femenino que también me importa mucho.
¿Cómo surgió su idea de unir varias historias?
El miedo de mi abuela, una sobreviviente de los pogroms zaristas. Así nació la idea de juntar varias historias y que fuera el miedo y no una ruptura amorosa el hilo conductor. El miedo de las mujeres migrantes, de vivir en Ciudad de México, de la relación de pareja. El miedo para mí de la dictadura argentina.
Me conmueven las historias de las abuelas de la Plaza de Mayo porque muchas abuelas que yo conocí, una de ellas la de mis primos, se sostuvieron íntegras, fuertes, pudieron formar a estos chicos, darles un hogar, amor, calidez, hacer de ellos hombres fuertes, sanos, productivos, y una vez que vieron que ya eran hombres de bien se dejaron morir.
LAS CLAVES
ACADÉMICA
Docente en universidades de México y de otros países, Lorenzano fue vicerrectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana.
EDITORA
Ha sido directora de la colección Primero Sueño de narrativa latinoamericana en Editorial Alfaguara y de la revista Prolija memoria.
ENSAYISTA
Mención especial en el Premio de Ensayo José Revueltas por Escrituras de sobrevivencia. Narrativa argentina y dictadura.