La más reciente novela de Javier Cercas, Independencia (Tusquets, 2021), tiene mucho que ver con lo experimentado en Cataluña la última década, en una respuesta a la crisis de Occidente, con la creencia de que, para salir de ella, se tenía que presionar al gobierno central: los grupos de élite sacaron a la gente a la calle usando su furia y su indignación, “ofreciendo a cambio la utopía imposible”.
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En lo que se puede leer como la segunda parte de una tetralogía, con el título de Terra Alta –nombre de la primera novela–, Javier Cercas reconoce que el protagonista de las historias, Melchor Marín, más allá de surgir de alguna anécdota concreta, “nació de mi propia furia, de mi estado de ánimo por la crisis catalana en 2017”, aunque aquello fue un primer impulso.
En la novela, Melchor Marín es llamado a Barcelona para investigar un caso complicado, como el chantaje a la alcaldesa de la ciudad con un video sexual.
“La pregunta central de esta novela y de todo el ciclo narrativo es si es legítima la venganza cuando la justicia no puede hacernos justicia. Esa es la pregunta central y en la vida cotidiana todos diríamos que claro que no, pero las novelas no funcionan así, en las novelas la cosa está mucho más complicada, destacó Cercas en un encuentro a distancia, en el que aseguró que si la literatura es un placer, también es otra forma de conocimiento.
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“Nos obliga a cuestionar nuestras certezas más arraigadas, a poner en duda aquello que creemos que nos saca de nuestras casillas, nos obliga a empatizar con comportamientos y personajes que en la vida cotidiana nos parecerían horribles, abominables”.
COMO ANIMALES CARROÑEROS
De alguna manera, lo que en la vida no se puede hacer, en la literatura sí; aquello que en la vida nos parece monstruoso, en las novelas nos parece maravilloso, lo celebramos, incluso, más allá del ser humano en sí: Cercas, por ejemplo, se define como un ser razonable y civilizado, pero un ser humano al fin que por dentro llevo una furia terrible: “A mí no me queda más remedio que decir que Melchor Marín soy yo, es mi parte oscura, mi parte maldita, diría Bataille.
“Si eso aflorara en la vida cotidiana destruiríamos a los demás y nos destruiríamos a nosotros mismos. La literatura es el lugar del mal, de la parte maldita. El tema de estas novelas no es lo ocurrido en Cataluña, sino el carburante… los novelistas somos como animales carroñeros que nos alimentamos de lo malo, de las crisis, del dolor”.
En un mundo feliz, reconoce Javier Cercas, no habría literatura, poesía tal vez –y malísima–, pero novela, no. “Somos como alquimistas: convertimos la violencia, la oscuridad, en belleza y en sentido, por eso la literatura es útil, siempre y cuando no se lo proponga”, lo que persigue en una novela como Independencia.
“La literatura es capaz de sacar esa parte maldita que todos llevamos dentro, dominarla y que no nos domine a nosotros. Esta novela es sobre la búsqueda de la justicia, y también habla del funcionamiento de las élites: ese es el corazón de la historia: a partir del ejemplo catalán, reflexiona sobre el funcionamiento de cualquier élite enquistada en el poder. Si me piden que resuma la novela diría esta es la historia de un tipo, Melchor Marín, que busca la independencia individual, personal y económica, de manera equivocada”.
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En gran parte, por eso se siente contento con una frase de la editorial para definir a la novela: es un furioso alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo.
Y ADEMÁS
UN RETRATO CASI AMABLE DE LA ÉLITE CATALANA
Fue en 2017 cuando la situación se volvió compleja: el momento en el que la gente tomó las calles, lo que, en palabras de Javier Cercas, fue propiciado por las élites; regresarla ya no fue tan fácil. “La propuesta que vino de los grupos de poder fue vamos a crear un sitio maravilloso, que es la Cataluña independiente, donde ‘todos seremos altos, ricos, guapos… y nos liberaremos de estos pesados españoles que nos roban desde que el mundo es mundo’.
Y la gente se lo creyó, porque si tienes los instrumentos adecuados, claro que la gente se lo cree”.