Kiko Amat nació en la periferia de Barcelona. Abandonó los estudios cuando contaba con 17 años de edad y se dedicó a distintos oficios para ganarse la vida. Son datos biográficos que contribuyen a entender una literatura caracterizada por un territorio y su gente, convencido de que lo más importante en la literatura debiera ser compartir lo que sucede a nuestro alrededor.
“Siempre he tenido una visión muy clara de lo que quería hacer: como soy autodidacta, no tengo estudios, todo lo he aprendido en el camino”, explica el autor de novelas como El día que me vaya no se lo diré a nadie, Rompepistas, Eres el mejor, Cienfuegos y, ahora Revancha, todas aparecidas bajo el sello de Anagrama, esta última una historia en la que se concentran muchas de sus búsquedas, incluso de sus obsesiones.
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“Había novelas que ansiaba realizar y no el oficio para realizarlas; por eso pienso que mi carrera tiene paralelismo con el punk, porque algunos grupos eran muy básicos y tocaban tres acordes y con los años y el oficio se fueron sofisticando y a mí me ha sucedido lo mismo: quería escribir un tipo de historias duras, con especificidad geográfica, que hablaran de mi mundo, del tipo de gente con el que crecí, de la clase obrera violenta, de la periferia barcelonesa, también con humor”.
Aun cuando asegura que tardó unas cuantas novelas en conseguir la perfecta mezcla de todo esto, Kiko Amat todo el tiempo mantuvo el interés por contar historias sin percepción psicológica, sin teoría inoculada, artificialmente, con el único propósito de que “la historia sea el tema”.
“La literatura es un súper poder que se puede utilizar para el bien o para el mal; sin embargo, me parece aberrante desperdiciar el talento en literatura que habla de literatura. Creo que es un deber contar a un tipo de gente que normalmente no aparecerían en novelas, unas voces que están excluidas de la literatura, que nunca tendría voz si no les pusieras tú, como escritor”.
De sueños y obsesiones
Kiko Amat tiene una propuesta literaria con sus libros: contar historias y desaparecer como narrador. Por la cultura de la que proviene y por las obras que ha leído, siempre estaba muy presente en el texto, pero con el tiempo he ido desapareciendo, para dejar una serie de relatos en los que se refleja la violencia de una geografía, pero también el humor que hay en su gente.
“No reniego de la anglofilia o del interés por las novelas estadunidenses, pero mucha gente no se dio cuenta que en nuestro propio patio había gente igual de exótica, de demencial, de salvaje… de todo”.
Revancha, su más reciente novela, viene de un mundo y de una tradición rugbista. Su comunidad es uno de los raros casos donde no se tiene una perspectiva de clase media o alta, como en el Reino Unido y al ser uno de los pocos asuntos de tradición obrera, entonces, creció con personajes e historias que conocía, porque su familia se dedicaba al deporte.
Así se aproximó a una figura fílmica y romántica del deportista venido a menos, de alguien que, en su época universitaria o en su juventud, fue importante, pero también terminó por reflejarse como el niño débil y enfermizo que siempre quiso ser deportista, “uno escribe sobre lo que odia y también sobre obsesiones no realizadas”.
“Antes de ser escritor ya sabía que en mi mundo —porque vengo de una tradición oral, de una tradición de clase—, ya había una oralidad, un esperpento, unos personajes completamente singulares y muy extremos, que mucho antes de pensar que podía escribirlos, ya veía que eran narrables, singulares, que eran los que protagonizaban las anécdotas en un bar. Creo que el germen de casi todo lo que hago está allí”.
Hay una compulsión por creer que toda la literatura viene de la literatura, en mi caso, dice Kiko Amat, viene de un mundo, de una zona, de una voz, de un acento, de un anecdotario y hasta de un folclore violento, que se transforma en literatura, mediante la lectura —es innegable—, pero no necesariamente nace de una literatura: “no vengo de una tradición literaria, sino de una tradición oral”.
“Mis personajes son gente de clase obrera, no particularmente marginales, pero sí con cierto potencial autodestructivo y con una historia más o menos traumática o de violencia de entorno o familiar: todos parecían estar destinados a no encontrar nunca la gracia, aunque al mismo tiempo todos intentan algún tipo de gracia”.
Quizá por ello, después de sobrevivir a Revancha, Kiko se dio a la tarea de escribir Los enemigos o cómo sobrevivir al odio y aprovechar la enemistad, un manual para comprender la enemistad, “las acciones por despecho y el odio (con ocasional elevación) que suele acompañarlas”.
PCL