El escritor nicaragüense Sergio Ramírez aseguró que su país es demasiado pequeño para que la población mundial “se esté acordando de la existencia de 150 presos políticos, que viven en condiciones infrahumanas, que el país es una verdadera cárcel”.
“Me gusta ser realista: uno de los problemas de los que estamos en el exilio es que, apenas estalla un petardo, se piensa que ya viene una revuelta arada y eso no está ocurriendo. Hay que ser realistas para encontrar una solución a los problemas”.
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Al participar en el programa de actividades del Hay Festival Cartagena de Indias, en una conversación digital, el escritor, quien en la actualidad se encuentra en el exilio, reconoció que la llegada de Biden al gobierno en Estados Unidos no se dieron cambios, “Nicaragua no es un país estratégico para los intereses de Estados Unidos, es un país demasiado pequeño”.
“No produce materiales estratégicos, como sí los produce Venezuela, con materiales determinantes para lo que es la tecnología moderna, el petróleo que sigue siendo un bien inapreciable. A pesar de ello, Maduro sigue en el poder, entonces ¿qué podría pasar con un país tan pequeño?”.
Una de las grandes esperanzas, enfatizó el autor de títulos como Margarita, está linda la mar o Tongolele no sabía bailar, en términos de modernidad política, a pesar de la corrupción, de los grandes defectos y vacíos institucionales, las democracias han avanzado, la realidad de los países latinoamericanos no se puede medir por las decepciones.
“Cuba es la decepción más tradicional, y Venezuela y Nicaragua son países aferrados a un sistema de dirigentes que pretenden conservar el poder para siempre y eso me parece una diferencia, porque ellos están dispuestos a sacrificar cualquier cosa”.
En una conversación con el periodista español Jan Martínez Ahrens, Sergio Ramírez también se dio tiempo para reflexionar acerca del humor en su literatura, lo que viene de familia: “mi abuelo era maestro de capilla de la iglesia en su comunidad, mi padre se negó a tocar el contrabajo porque le parecía el instrumento más monótono y aburrido de todos”.
“Sin embargo, todos mis tíos eran músicos, como mi abuelo: mis tíos se reunían en la tienda de mi padre, que quedaba frente a la iglesia y se daba una tertulia, porque ellos se reían de todo el mundo, contaban todo tipo de historias de doble sentido, historias muy bien urdidas, pero las primeras víctimas eran ellos mismos”.
Ahí fue donde encontró con que el verdadero humor consiste en la capacidad de reírse de uno mismo para poderse reír de los demás, y ellos tenían un humor verdadero, “aprendí mucho en esta escuela a ver, cómo aún en las situaciones más trágicas, ellos podían reírse”.
“Y como novelista aprovecho el humor como una manera de tomar distancia frente a los acontecimientos porque el humor establece una pared transparente que yo no puedo traspasar para hacerme cargo de los procedimientos de forma melodramática y es un riesgo. El humor se convirtió en un instrumento para la escritura”, en palabras de Sergio Ramírez.
PCL