No es un lema, pero sí la manera que tienen de entender y transmitir su relación con los libros o, mejor dicho, con las historias: “Transformamos historias de todo el mundo en narraciones digitales vivas, con música, animación e interactividad”.
Aksel Køie es el director y fundador de un proyecto que tiene su origen en Copenhague, Dinamarca, a partir de otro tipo de experiencias mucho más complejas: la transformación de libros infantiles en grandes exploraciones tecnológicas, en especial de realidad aumentada, y en cuya elaboración llegaban a tardar hasta un año para concretarlas.
“De esa manera decidimos tomar las experiencias de nuestros proyectos anteriores y contratamos un editor que nos permitiera producir esos libros de manera más rápida, con lo que ahora hacemos publicaciones interactivas cada semana, aunque también sostenidas en diversos elementos tecnológicos”.
Así fue como surgió Piboco, siendo uno de sus objetivos principales enriquecer las posibilidades del libro álbum, con la participación de animadores, músicos, traductores y guionistas, quienes se encargan de trasladar la profundidad de un libro ilustrado a una nueva forma de lectura, diseñada para ser compartida lo mismo en familia que en pequeños grupos, como explica Olga Álvarez, directora de Producción de Piboco.
“Habíamos trabajado con experiencias que combinan la lectura con la narración, con realidades aumentadas y hasta ciertas experiencias de videojuegos, en los que uno puede ir tocando a los personajes, mientras ayuda a completar ciertas metas que deben lograr.
“El otro proyecto es sobre un oso que no quiere ser un oso café de verano, sino uno de invierno. Es una combinación de realidad aumentada y virtual, con lo que se unen nuevos usos de la tecnología para tratar de darle algo diferente, algo nuevo, a la literatura infantil, porque hemos notado que hay muchos juegos, muchas actividades para niños que no tienen la parte educativa o de imaginación que muchos libros ofrecen”.
Amplificar la historia
Bajo esa perspectiva, Piboco se concibe como una biblioteca en la que se cuenta con esos pequeños universos que tienen distintas experiencias incluidas: interacción, audio, animaciones –a una escala mucho más pequeña–. No son estos efectos masivos de realidad virtual, sino que se pueden ver en el teléfono o en las tabletas, gracias a lo cual se pueden producir de una manera mucho más rápida.
Cuando se baja la plataforma de Piboco parece ser una biblioteca de libros, lo cual es cierto, pero va más allá, porque se mueven con tiempos diferentes, explica la directora de Producción. “Nos encantan los libros en Piboco, nos gusta mucho pasar las hojas y toda la experiencia que ofrecen”, pero la idea es construir una forma nueva de ver los libros.
“No estamos quitando el texto, no estamos tratando de alejarnos de la esencia de leer, de la posibilidad de sentarse, de aprender un vocabulario nuevo con la lectura, sino de agregar un poco de lo digital, a través de las animaciones –que es un arte en sí–, porque nos ayuda a amplificar la historia.
“También está la música, para lo que tenemos un compositor que se sienta con cada uno de los libros y piensa de qué manera se puede ayudar a la historia del libro, qué instrumentos utilizar, él mismo también toca muchos instrumentos. Estamos ofreciendo una manera nueva de ver la literatura, quizá con ello podamos incrementar el interés no sólo por la lectura, sino por los libros en sí”.
La colección se define por la variedad: no solo cuenta con libros infantiles de prácticamente todo el mundo, sino que busca temas que resulten comunes: la amistad o la naturaleza, por ejemplo, no son asuntos específicos de una región.
“Hay un libro que trata de una niña que se va a vivir a una ciudad nueva y tiene miedo de conocer a amigos nuevos… son problemas que los niños tienen en cualquier parte del mundo. Los animales son algo global… tratamos de pensar de una manera general en nuestros trabajos”, destacó Olga Álvarez.
Una mirada diversa
En su catálogo se concentran títulos que han sido reconocidos en los encuentros más importantes en el ámbito de los libros álbumes, como Cuando coloreé el mundo, de Ehasan Abdollahi y Ahmadreza Ahmadi (seleccionado para el Premio Hans Christian Andersen en 2010), o Wuwu & Co, de Kamila Slocinska y Merete Pryds Helle (ganador del Bologna Ragazzi Digital Award 2016).
Además, se incluye el trabajo de autores e ilustradores como Gabriela Mistral, Paloma Valdivia, Dr. Alderete, Ana Penyas, Séverine Vidal, Yael Frankel, Kamila Slocinska, Suppa, Davide Cali y Jean Leroy, entre muchos más.
“En nuestra colección tenemos libros de todo el mundo, no solo de Europa; así, contamos con publicaciones de Chile, de Argentina, Turquía, China o Corea. La idea es compartir todo el contenido con los lectores, y como ya teníamos la relación con una editorial mexicana, como Alboroto, queríamos continuar con esa amistad de manera más importante en México”, recalcó Olga Álvarez.
Y es que Piboco nació como una propuesta digital y global, donde se pueden encontrar libros en danés, francés, inglés y español, y como un reconocimiento al mercado editorial mexicano, se pensó en nuestro país como la primera parte del mercado latinoamericano, un espacio “muy interesante para nosotros”, a decir de Aksel Køie.
“Cada semana publicamos un libro nuevo y es el mismo en todo el mundo, aunque en idiomas diferentes. No sólo presentamos un libro por región, nos convertimos en un club de difusión del libro a nivel internacional, por ello buscamos abordar temas globales. Creemos que los niños y niñas tienen los mismos problemas y, de muchas maneras, las mismas situaciones en sus relaciones con sus padres o con sus hermanos. Es importante conocer algo nuevo, pero también resaltar lo que ya se conoce”.
A través de la plataforma y de sus redes sociales, Piboco comparte materiales que complementan su uso con reflexiones y consejos, a manera de guías de lectura, siendo fundamental convertirse en una herramienta de diálogo entre padres, maestros y niños y niñas sobre “el mundo que se abre en cada libro”.
bgpa