No podía decir ‘fui abusada’, porque jamás me habían dicho lo que era un abuso: López Peiró

"La escritura fue mi principal reparación", dice la autora de Por qué volvías cada verano, libro en el que cuenta la historia de abuso sexual que vivió en la infancia.

"El silencio también es una forma de abuso", dice la escritora argentina. (Foto: Especial)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

La escritura repara, dice la argentina Belén López Peiró: aun cuando suele mencionarse que la justicia repara, no siempre es así, sino más bien termina por revictimizar, “y como mujer que atravesó una situación de abuso sexual a veces no es suficiente, necesitamos otra cosa: acompañamiento, escucha. La escritura fue mi principal reparación”.

Es una reflexión que dio vida al libro Por qué volvías cada verano, una historia de denuncia, porque la escritora y periodista fue víctima de abuso sexual en su infancia y la escritura se convirtió en una herramienta para compartirlo, en una labor que no fue nada fácil, más allá de haber encontrado la fórmula en la tradición latinoamericana de la no ficción, “la que me dio las herramientas para hacer de este hecho doloroso de mi vida una obra literaria.

“El libro fue catártico en un primer momento, al volcar las voces que aparecen en el libro, las voces de la familia, de la justicia, de las instituciones que rodean a cualquier mujer que denuncia ante la justicia, tanto en Argentina como en México; sin embargo, después se dio un segundo momento que tuvo que ver con el trabajo literario, porque de formación académica soy periodista, estudié ciencias de la comunicación, y la palabra, el lenguaje, siempre fueron centrales”.

Publicada originalmente en 2018, Editorial Palíndroma la recupera para México, no sólo por la vigencia, sino por la necesidad de levantar la voz: en el volumen, Belén López Peiró (Buenos Aires, 1992) cuenta la historia de abuso sexual que sufrió por parte de uno de sus tíos y que hubiera pasado desapercibida, como muchos otros casos, de no haber sido por la mirada de otra persona, cuenta en entrevista.

“La pareja de mi madre, que es psiquiatra, vio una situación de mi tío conmigo en la que observó una mirada de deseo y me preguntó si había pasado algo. Le dije que sí, pero no sabía decir qué: se necesita lenguaje para poder nombrar. Si no puedes nombrar no tienes conciencia, no puedes armarte de valor. Cuando era adolescente no podía decir ‘fui abusada’, porque jamás me habían dicho lo que era un abuso. Tampoco me habían hablado de consentimiento. Para poder hablar, lo primero que se necesita es lenguaje”.

El abuso no es un hecho que atañe sólo a víctima o a victimario, sino que es un hecho colectivo, hay todo un contexto social, judicial, familiar, que hace posible no sólo que el abuso suceda, sino que perdure en el tiempo, asevera la también autora de Donde no hago pie.

“El abuso no empieza ni termina con una penetración: muchas veces se da antes, durante y después. En mi caso hubo 10 años de silencio y ese tiempo de silencio también es una forma de abuso: están todas esas voces que dicen muchas cosas, entre ellas que denunciar el abuso te denigra como mujer, nadie te va a creer, vas a perder a toda tu familia, propician que sintamos vergüenza, que nos dé miedo, son voces que complotan contra las mujeres que buscan hablar”.

Por qué volvías cada verano encontró su forma en un taller de escritura para escribir ficción, pero acompañada de una consigna asociada a la identidad, en la que tomó conciencia de que aquello que la constituía como mujer también era el abuso.

“El feminismo no solamente está en las calles, también está en los libros, en las series, en las películas, en la televisión. Es progresivo, no va a ser una vez y para siempre. Ojalá que la transformación sea cada vez mayor, pero creo que hay un avance en el que cada vez más seguido se den este tipo de conversaciones”, en palabras de la escritora.

PCL​

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