Un Frankie glotón y enamorado

“La novela clásica de Mary Shelley como nunca te la habían contado... (en serio)”, así que no hay más que entrarle a este monstruo y, ya de pasada, a los panqueques que ofrece Antonio Malpica en su reciente obra.

Frankie. Una novela con monstruos y panqueques. Foto: Especial
Israel Morales
Monterrey /

¡Ay qué miedo! ¡Un mooonstruuuo! Este es el modernísimo Prometeo que Antonio Malpica se encarga de plasmar en Frankie. Una novela con monstruos y panqueques, una obra llena de experimentos, profanaciones de tumbas, sustos, dramas, locura y también panqueques con miel. Víctor Frankenstein es el presunto responsable de violar la última ley de vida: la muerte. Y todo está en que este joven universitario haga de su dormitorio el laboratorio para crear ese extraño ser que un día lo perseguirá hasta donde sea posible con tal de que le dé motivos para amar, sentirse amado, poner una puesta en escena de Shakespeare como Hamlet y que sobre todo le explique las razones de su apariencia de monstruo, pues algunas extrañas situaciones le ha provocado. Una tarea difícil para Víctor y otra más complicada para ese extraño ser llamado Otto, dispuesto a enamorarse y comerse el mundo a bocanadas como si de un panqueque se tratara. Pero qué tal si nos quedamos con un ejemplo de lo que ofrece Malpica en esta novela con monstruos y antojos de repostería:

“Eché un ojo a lo que llamé ‘El trazo del destino’, que no es otra cosa que la sinopsis de la novela de mi vida (que, en un desplante de arrogancia, imaginé que podía llamarse ‘Frankenstein’, tal vez con un título adicional con alusión a los griegos, algo así como: ‘El Sísifo de Ginebra’ o acaso ‘El Apolo incidental’). También deberá disculpar que hable de mí en tercera persona, pero sentí que así es como lo había implantado en mi mente el creador, el autor, el gran titiritero. He ahí el plan que (Dios es mi testigo (o quien quiera que lo esté suplantando)), intenté con todas mis fuerzas llevar a cabo” (pág. 46).

Pero si se quiere entrar en ambiente aquí otra muestra: “¡Oh noche trágica e infausta! ¡Cuántas veces creímos desfallecer! Recuerdo que Igor hacía una alusión a nosotros como modernos Prometeos, disertación que me pareció harto interesante, cuando, justo al momento en que la lluvia ya era espantosamente tenue, al castillo entero lo acometió un golpe como surgido de lo más profundo del infierno. Por un momento fue como si viéramos a Lucifer a los ojos y lo escucháramos gritar con toda su fuerza, para, inmediatamente después, salir despedidos por los aires, lejos de la mesa en la que teníamos a la señora Braun de espaldas.

“Aturdidos, tardamos aproximadamente unos tres minutos en recuperarnos de la impresión. Y en acostumbrarnos a la oscuridad, pues todas las lámparas habían sido apagadas por la ira del rayo. Cuando al fin pudimos encender una vela, ninguno de nosotros tuvo dudas de que la señora Braun no tenía intención alguna de sentarse por sí misma, estirar los músculos, ordenar una taza de té y disponerse a conceder entrevistas. Ahora se parecía más a un gran trozo de carbón que a un ser humano. Y la rata que antes roía de ella, compartía la misma apariencia, detalle enternecedor si consideramos que últimamente habían sido muy unidas” (págs. 124-125). Y los resultados de este experimento no deja dudas con la expresión: “panqueques”.

Antonio Malpica. Frankie. Una novela con monstruos y panqueques. Gran Travesía-Océano, 2021.

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