En la siempre cambiante escena del arte contemporáneo en Ciudad de México, continúan surgiendo espacios que buscan desafiar y redefinir las formas en que nos relacionamos con la creatividad y la expresión artística. Llano es uno de esos espacios. Se presenta como una plataforma de artistas que trasciende los formatos expositivos tradicionales, enfocándose en la creación de vínculos y en el impulso de aprendizajes profundos a partir de las obras. Esta iniciativa ofrece una mirada renovada sobre el papel del arte en la sociedad, abriendo caminos hacia una experiencia más enriquecedora y reflexiva para el espectador.
Esta plataforma mexicana se distingue por enfocarse en artistas cuya producción se basa en procesos de investigación a largo plazo. Presentan un cuerpo de obra que se entrelaza con la ciencia, la historia, la tecnología, los saberes olvidados y las comunidades invisibilizadas. Los diversos proyectos que presentan comienzan como expediciones: exploraciones directas de los contextos que sirven como fuente de inspiración e información para los artistas y son el nicho natural al que pertenece su obra.
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En una entrevista exclusiva con M Revista de MILENIO, Sergio Molina (SM) y Mauricio Cadena (MC), los visionarios fundadores de Llano, comparten la trayectoria de este espacio único, los desafíos que enfrentaron al iniciar su andadura y cómo han llegado a convertirse en una fuerza transformadora en la escena artística de México.
¿Cuál fue el origen de Llano y qué los inspiró?
MC. Sorprendentemente, para el arranque fue de mucha ayuda el ritmo que tomaron las cosas durante la pandemia. Los museos permanecieron cerrados demasiado tiempo; la ansiedad del encierro y la necesidad de tener lugares para la experimentación artística crearon las condiciones idóneas para que nos animáramos a abrir un espacio en medio de lo que estaba sucediendo. En un momento en el que todo parecía estar detenido, tuvimos la oportunidad de empezar de cero y preparar el terreno para sembrar las bases de una nueva etapa. Con esa idea de los campos labrados y listos para la siembra, encontramos un espacio en una azotea industrial en la colonia Doctores que nos serviría para convocar los primeros shows sin pensar en las restricciones impuestas por la pandemia. Siempre hemos dicho que las azoteas son los llanos urbanos; de ahí nace el nombre y gran parte del concepto, que desde entonces y de muchas formas ha ido evolucionando.
¿Qué obstáculos encontraron en el camino y cómo los convirtieron en oportunidades?
SM. La pandemia presentó desafíos muy específicos. Por ejemplo, dar a conocer el programa sin las plataformas tradicionales como las ferias, que se encontraban suspendidas. También surgieron oportunidades, la ciudad se convirtió en un punto de encuentro para los distintos agentes culturales que integran el circuito internacional del arte. Muchos extranjeros tenían que pasar dos semanas en México antes de ingresar a Estados Unidos. Al mismo tiempo, artistas, curadores y coleccionistas establecieron sus residencias temporales en Ciudad de México, enriqueciendo la escena local, que ya era un punto de encuentro internacional del arte.
¿Cómo definirían la esencia y el propósito de Llano?
MC. Se concibe como una plataforma enfocada en artistas cuya producción se da a partir de procesos de investigación a largo plazo, y cuyo cuerpo de obra se vincula con ciencia, historia, tecnología, saberes olvidados y comunidades invisibilizadas. Hacemos mucho énfasis en procesos de conocimiento e investigación; buscamos crear vínculos e impulsar acercamientos y aprendizajes en torno a la obra, llevando al espectador más allá de la experiencia cotidiana de los formatos expositivos tradicionales.
¿Cuál es el proceso para seleccionar a los artistas?
MC. Parte de una corazonada y la conexión con lo que cada artista quiere decir. Siempre he creído que trabajar con artistas funciona como una mezcla de relación afectiva y profesional, porque estamos apostando por el otro.
SM. También nos gusta experimentar y colaborar con otros programas. Tenemos dos salas de exhibición, la primera en la azotea de la fábrica y la segunda en un bodegón industrial en la planta baja. Esto nos ha permitido expandir el programa con otros proyectos.
¿Cómo buscan interactuar con el público y ofrecer experiencias únicas?
SM. Nos gusta pensar en Llano como un espacio público; aquí todos los interesados en el arte son bienvenidos. La galería ocupa dos espacios dentro de una fábrica de 100 años de antigüedad que se ha convertido en un hub de proyectos culturales. La Laguna, como se llama este espacio, se ha convertido en una comunidad donde se crean dinámicas entre los distintos proyectos, lo que hace de una visita a la galería una experiencia única en la ciudad.
MC. También hemos hecho muchos esfuerzos por llevar las artes vivas a ocupar la sala de exhibición, principalmente performance y danza. El espacio ha tenido mucha vida en los últimos meses; lo hemos usado como sala de ensayo para Diego Vega Solorza, con quien haremos una serie de presentaciones en el contexto de nuestro cuarto aniversario en noviembre de este año.
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