En medio de la pandemia de covid-19, que en México y en el mundo ha cobrados millones de víctimas en estos dos últimos años, especialistas de del Instituto de Antropología e Historia (INAH), recuperaron 17 entierros que datan del siglo XIX, hallados en la periferia del histórico cementerio de San Fernando.
Se han analizado 10 inhumaciones e identificado la presencia de 15 individuos, en su mayoría adultos medios y mayores, tanto mujeres como hombres que probablemente sucumbieron a brotes epidémicos en el siglo XIX.
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Refieren que este importante espacio funerario se edificó en 1832, sustituyendo así el camposanto que se extendía en el atrio del templo para servicio de los frailes del Colegio Apostólico de San Fernando de Propaganda Fide. El nuevo panteón, con 600 fosas, se destinó a personajes de alta jerarquía; sin embargo, los distintos brotes epidémicos que hubo en el siglo XIX, empezando por el cólera, obligaron a su uso público durante esa centuria.
Ya que tan solo el cólera morbo ocasionó la muerte de alrededor de siete mil habitantes de la capital mexicana, casi el 5 por ciento de la población (calculada en 129 mil residentes), durante sus primeros meses, entre agosto y octubre de 1833, aunque su letalidad continuó en los años subsecuentes.
El antropólogo físico, Eduardo García Flores, adscrito a la Dirección de Salvamento Arqueológico dijo que “es llamativo que este descubrimiento se dé mientras atravesamos por una contingencia sanitaria nuevamente, revelándonos cómo la sociedad de cada tiempo ha hecho frente a las emergencias sanitarias modificando sus estructuras socioeconómicas, culturales y religiosas, lo que se refleja en los patrones de enterramiento. Desde nuestras disciplinas: la arqueología, la bioarqueología y la antropología física, recuperamos esta identidad desde el presente”.
Este hallazgo se registró durante una inspección de las obras públicas que se realizan en las inmediaciones del Panteón de San Fernando, en la Ciudad de México.
De acuerdo con la coordinadora de las excavaciones arqueológicas, Nancy Domínguez Rosas, también adscrita a la Dirección de Salvamento Arqueológico, los entierros se localizaron bajo el piso de la acera frontal del panteón durante la supervisión de las labores que efectúa personal de la Secretaría de Obras y Servicios de la Ciudad de México, para la introducción de cableado eléctrico.
Para la colocación del ducto maestro fue necesario levantar la piedra braza que cubre la banqueta en el tramo que va de la calle Héroes a la Plaza San Fernando, en esta longitud aparecieron los entierros a profundidades someras de 27 a 80 centímetros.
Los enterramientos contenían los restos removidos de varios individuos inhumados dentro del recinto funerario, cuya extensión original en el siglo XIX abarcaba lo que hoy es la calle San Fernando.
Ambos especialistas destacan que es la primera vez que se reporta el descubrimiento y rescate de entierros correspondientes al Panteón de San Fernando.
El antropólogo físico, también se refirió a una osamenta, la más completa hallada en el sitio: la de un hombre joven de aproximadamente 25 años, edad estimada a partir del estado de desarrollo de los restos esqueléticos, quien debió medir alrededor de 1.80 metros.
Al momento del hallazgo, algunas osamentas se encontraron en relativa relación anatómica, pero no en su mayoría, y tenían presencia de cal y carbón, residuos que fueron removidos con brocha y una solución al 50 por ciento de alcohol, a fin de manipular los huesos.
La arqueóloga explicó que el “Proyecto Salvamento Arqueológico San Hipólito” lleva meses operando en las calles San Fernando, Violeta, Mina, Héroes, Soto y Esmeralda, y en la avenida Hidalgo. En ese perímetro, en seguimiento a obras de restitución de drenaje y cableado eléctrico, y remozamiento de banquetas, se registraron basureros prehispánicos del otrora barrio mexica de Cuepopan, el cual se ubicaba en el límite de Tenochtitlan con Tlatelolco; y vestigios de pisos del antiguo Convento de San Hipólito y del tranvía decimonónico que cruzó hasta la década de 1960.
El proyecto continuará con inspecciones hasta finales de enero de 2022, cuyas tareas de salvamento arqueológico han comprobado la ocupación constante de lo que hoy es la colonia Guerrero, desde el periodo Posclásico Tardío (1250-1521), cuando fue el asiento de familias mexicas que vivían en un área cenagosa del extrarradio de Tenochtitlan, pasando por la época virreinal, cuando se establecieron potreros y conventos, hasta el siglo XIX que la vio despuntar con el establecimiento de grandes casonas.
PCL