Lola Álvarez Bravo, la primera fotógrafa mexicana

Conoce la historia de la mujer que, inspirada en Tina Modotti y Henri Cartier-Bresson, se convirtió en una referente de la fotografía en México.

La fotógrafa nació en Lagos de Moreno, Jalisco con el nombre de Dolores Martínez de Anda. (Secretaría de Cultura)
Ciudad de México /

En este Día Mundial de la Fotografía, conmemoración que se celebra desde el año 2010 en honor al nacimiento del daguerrotipo, vale la pena recordar a los grandes exponentes de esta actividad, siendo Lola Álvarez Bravo alguien que destaca en México, pues es reconocida como la primera mujer del país en colgarse una cámara.

Lagos de Moreno, en Jalisco, fue el lugar que la vio nacer en la primera década del siglo XX con el nombre de Dolores Martínez de Anda. Su llegada a la Ciudad de México ocurrió en 1916 y ahí cambió su enfoque de vida, pues conoció a Manuel Álvarez Bravo, quien la introdujo en el arte de la fotografía. La pareja se casó a mediados de los años 20 y la joven asumió el apellido de su marido, como era la costumbre en ese entonces. Aunque el matrimonio solo duró una década, pero Lola se quedó con su nombre de casada, con el que pasaría a la historia.

La revista El maestro rural, editada por la Secretaría de Educación Pública, fue el medio donde Lola inició su carrera como fotógrafa en los años 30. Luego conoció a María Izquierdo y participó en una exposición organizada por la pintora con varias creadoras de la Sección de Artes Plásticas de Bellas Artes.

Edward Weston, Tina Modotti y Henri Cartier-Bresson fueron algunos grandes exponentes del lente que inspiraron a Álvarez Bravo, quien siempre fue proclive a colaborar con artistas de otras disciplinas, como Diego Rivera, Rufino Tamayo, David Alfaro Siqueiros y Frida Kahlo, siendo con esta última con la que realizó varias series muy famosas, tomadas principalmente entre 1944 y 1946 en la Casa Azul de Coyoacán.

“No tengo mayores pretensiones artísticas, pero si algo resulta útil de mi fotografía, será en el sentido de ser una crónica de mi país, de mi tiempo, de mi gente, de cómo ha ido cambiando México”, señaló la fotógrafa en una ocasión.

Además de su constante producción con cámara en mano, Lola también fue docente y gestora cultural: en 1945 impartió el Taller Libre de Fotografía de la Escuela Nacional de Artes Plásticas y en 1951 abrió la Galería de Arte Contemporáneo (ahí organizó la única exposición en vida de Frida Kahlo en 1953).

Tras recibir reconocimientos como una placa con su nombre en el Teatro Degollado (Guadalajara), la presea Doctor Mariano Azuela y la medalla de Jalisciense Distinguido, la artista se retiró de la fotografía en 1989 y el 31 de julio de 1993 falleció en la Ciudad de México debido a un infarto. Aunque su legado perdura entre todos aquellos que buscan, a través de una cámara, transmitir un momento.


​yhc

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