Los europeos consumían cocaína desde el siglo XVII

The New York Times

Una cripta debajo de un hospital con miles de cadáveres reveló que al menos dos personas mascaron hojas de coca; la hipótesis es que la planta cruzó el Atlántico como medicamento.

Imagen sin fecha atribuida a Mattia M. sobre la cripta de la Beata Vergine Annunciata, debajo del hospital Ca’Granda. Mattia M. vía/The New York Times
Alexander Nazaryan
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En 2019, mientras bajaba por primera vez a la enorme cripta abovedada de un hospital de siglos de antigüedad ubicado en Milán, Gaia Giordano se sintió cada vez más abrumada.

“Se ve el suelo completamente cubierto de huesos”, relató Giordano, estudiante de posgrado en la Universidad de Milán.

En el siglo XVII, la cripta en esencia servía como un lugar de sepultura subterránea para miles de milaneses pobres que habían buscado atención médica en el hospital Ca’ Granda. En ese antiguo cementerio, Giordano descubrió un giro sorpresivo en la historia del comercio de drogas europeo.

Imagen sin fecha atribuida a Mattia M. sobre la cripta de la Beata Vergine Annunciata, debajo del hospital Ca’Granda. Mattia M. vía/The New York Times

Tras analizar los cráneos y el tejido cerebral de nueve personas que fueron enterradas ahí a mediados del siglo XVII, Giordano y sus colaboradores descubrieron que era muy probable que dos de ellas hubieran consumido cocaína. Estos hallazgos, que se publicarán en la edición de octubre de la revista Journal of Archaeological Science, son la prueba más antigua de consumo de cocaína en la Europa premoderna, unos 200 años antes de que un químico alemán aislara la droga de la planta de coca.

Los hallazgos sugieren que los milaneses tuvieron acceso a las mismas hojas de coca que las antiguas civilizaciones sudamericanas habían usado desde tiempo atrás para aliviar dolores, elevar la energía e inhibir el apetito.

Imagen sin fecha atribuida a Mattia M. sobre la cripta de la Beata Vergine Annunciata, debajo del hospital Ca’Granda. Mattia M. vía/The New York Times
‌“Tenemos evidencia de que las hojas de coca se usaban desde hace miles de años”, afirmó Christine VanPool, antropóloga de la Universidad de Misuri. Nadie sabe con exactitud cómo o cuándo llegó la planta a Europa. Pero VanPool cree que los colonizadores españoles en América del Sur quizá se sintieron atraídos por las propiedades analgésicas de la cocaína.
“Puedo imaginar una situación en la que alguien la consumió solo porque estaba muy enfermo y buscó ayuda”, explicó en una entrevista. Ese español enfermo tal vez se dio cuenta de que esta medicina era muy buena, especuló VanPool.
Benjamin Breen, historiador en la Universidad de California, campus Santa Cruz, coincidió en que es probable que la planta se les haya vendido a los europeos como un producto médico novedoso. “Creo que es plausible que algunas hojas de coca hayan cruzado el Atlántico hasta Europa como mera curiosidad”, señaló Breen. Quizá fue un boticario o un médico quien envió las hojas al Viejo Continente.

Y Milán, por ser epicentro del comercio, tal vez recibió el producto antes que otras ciudades europeas.

Breen indicó que, en un inicio, dudó de los hallazgos de Giordano; su escepticismo se disolvió cuando consultó crónicas que dejaron atrás los viajeros europeos que zarparon al Nuevo Mundo en el siglo XVI. Por ejemplo, los escritos del misionero español José de Acosta ciertamente mencionaban el cultivo de hojas de coca. El misionero observó que masticar hojas de coca “surte un efecto potente y les da brío a los indios”.

Imagen sin fecha atribuida a Mattia M. sobre la cripta de la Beata Vergine Annunciata, debajo del hospital Ca’Granda. Mattia M. vía/The New York Times

Hallazgos bajo tierra


La cripta de Ca’ Granda contiene unos 2.9 millones de huesos distribuidos entre 14 cámaras con muros de ladrillo. Giordano comentó que “restricciones éticas, técnicas y de tiempo” limitaron la cantidad de restos que ella y su equipo pudieron estudiar. Además, las condiciones de humedad hacen que el hueso se deteriore, puntualizó Cristina Cattaneo, quien dirige Labanof, un laboratorio de antropología en la Universidad de Milán. Cattaneo ayudó a guiar la investigación de Giordano junto con Domenico Di Candia, toxicólogo forense de Milán.

Los restos de dos personas mostraron evidencia de consumo de cocaína. Las muestras de hueso se pulverizaron y luego el polvo se analizó con un espectrómetro para determinar qué compuestos contenía. Este método es “altamente sensible y preciso”, aseguró Barbara Huber, arqueóloga química en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania.

Uno de esos consumidores de cocaína era un hombre de entre 30 y 45 años de edad que sufría de sífilis. Los investigadores informaron que resultó imposible determinar la edad, el sexo y el padecimiento de la otra persona. Tampoco lograron descifrar por qué las dos personas optaron por masticar hojas de coca.

Tal vez “consumieron la planta como un remedio medicinal en el hospital para aliviar su dolor o tratar algún otro síntoma o enfermedad”, escribieron Giordano y sus colegas en el artículo. Es igual de posible que la consumieran de manera recreativa.

Los expedientes del hospital no muestran evidencia que sugiera que los médicos hubieran administrado las hojas de coca. En cambio, un estudio anterior a cargo del equipo de Giordano reveló que los productos de la planta de amapola real “se utilizaron activamente como tratamiento médico” en Ca’ Granda desde 1558. Según Cattaneo, eso sugiere que la planta de coca no era un remedio oficial sino más bien “algo oculto entre la población”.

c.2024 The New York Times Company

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