Luis Buñuel, el genio que actuaba como persona

Silvia Pinal, Gustavo Rojo, Esteban Mayo e Ignacio López Tarso, cuatro grandes del cine mexicano, evocan la relación con el cineasta; filmaciones, dichos, anécdotas al lado del artista transgresor.

Luis Buñuel es recordado como un hombre perfeccionista que cultivaba el humor negro.
La primera actriz Silvia Pinal trabajó con Buñuel en "Viridiana", "El Ángel Exterminador" y "Simón del Desierto".
Jorge Almazán R.
Ciudad de México /

Este reportaje se publicó el 21 de julio de 2013, en el número 49 de Milenio Dominical, durante el trigésimo aniversario luctuoso del cinesta español.

Luis Buñuel era un genio que actuaba como persona; era perfeccionista, de vanguardia, bueno para los martinis, cultivaba el humor negro y estaba fasci­nado con Lilia Prado. Pelarse con él habría sido una osadía. Así recuerdan al director cuatro figuras que trabajaron con él.

Silvia Pinal

La primera actriz sonorense, de 81 años, hoy secretaria general de la Asociación Nacional de Actores (Anda), trabajó con Buñuel en Viridiana (1961), El Ángel Exterminador (1962) y Simón del Desierto (1964-1965). Hoy evoca la relación que ella y su entonces esposo, Gustavo Alatriste (1922-2006), tuvieron con el cineasta.

“Era muy inteligente, tenía un sentido del humor totalmente negro, y mi marido y yo nos divertíamos junto a él. Gustavo fue el productor de las tres cintas en las que trabajé con don Luis y eso me dio la oportunidad de ver su talento especial, pues la gente inteligente, hasta haciendo bromas ingenuas, resulta sensacional, y él era extraordinario, simpático, muy aragonés.

“Yo le tomé mucho cariño, lo quise mucho, le agradecí todo lo que me dio, esas tres extraordinarias películas que están ahí para la historia del cine y de mi vida. Es cierto, estaba casi sor­do, pero don Luis llegaba al rodaje con la película editada en su mente y solo nos decía: ‘hagan esto’. Nos encontramos dos personas que jamás nos atrevíamos a hacer algo que estuviera fuera de lo correcto. Recuerdo que a la hora de la comida, en el rodaje de Viridiana, llegué al comedor y ya no había dónde sentarme, así que decidí hacerlo en el suelo; al verme, don Luis se enojó y me dijo: ‘No se siente usted en el suelo, ya se creyó Viridiana. ¡No, coño!’.

“En verdad que viví una etapa llena de emociones, cariño, respeto y admiración, una época con un genio, porque don Luis era un genio auténtico, irrepetible. Otra cosa que dejó Viridiana fue que don Luis regresó a España cuando estaba Francisco Fran­co en el poder, y Buñuel había abandonado su país por el golpe de Estado (1936). Yo vivía allá e hice varias películas, mi marido fue el que lo convenció para que aceptara rodar allá. Aceptó porque don Luis siempre quiso a Gustavo como su hijo.

“Ya en el rodaje le aseguré: ‘Don Luis, Viridiana es la mujer más inútil y tonta que he visto en mi vida’, y me contestó: ‘Pues sí, pero ni modo, le tocó vivirla… ¡y lo hace!’. Era una guerra preciosa, pues quién podía pelearse con don Luis, ¡era una osadía! Además, Buñuel no quería saber nada de Franco, y nos decía: ‘¡Dios mío, cómo es posible que yo esté aquí haciendo películas con Franco en el poder!’.

“Cuando la película estuvo en el Festival de Cannes, el hijo de don Luis, Luisito, fue en su nombre, porque a Buñuel no le gustaban esas cosas, y fuimos allá, pero sucedió que ¡no nos dejaron entrar a la sala porque no teníamos pases! Fue horrible, allá adentro premiando a Viridiana y nosotros afuera sin poder recoger la Palma de Oro.

“Y qué decir de Simón del Desierto: para mí es la mejor película que hice con don Luis, fue una película loca, ¡era yo el Diablo… el Diablo en manos de Buñuel! Era el manjar de dioses, hice y dije cosas absurdas, enseñaba los senos, las piernas, eran cosas que solo a don Luis se le podían no ocurrir.

“Fueron cuatro años preciosos en los que convivimos muy de cerca con él, mi marido y yo. Trabajar con él fue una gloria, me siento muy halagada y por ello soy una privilegiada al entrar en los sets y ser parte de ese talento, sensibilidad y amor a su oficio”.

Gustavo Rojo

El actor, descendiente de españoles que nació a bordo de un navío mercante con rumbo a Uruguay hace 90 años, recuerda cuando trabajó con Buñuel en El Gran Calavera (1949). “Era un hombre encantador, con un gran sentido del humor, hacía el trabajo tan amable y simpático que realmente fue un placer estar en una de sus cintas, no solo por el talento que tenía, sino por el carácter y la forma que conducía a los actores, era un genio, sin tener mal genio, siempre bromeaba.

“Fernando Soler, el primer actor del reparto y que apoyó a Luis en la dirección de actores, se llevaban de maravilla con Buñuel, con todos, pero sobre todo con mi hermano (Rubén, 1922-1993), conmigo y mi madre (la escritora, poeta y feminista Mercedes Pinto, 1883-1976), porque teníamos las mismas ideas intelectua­les y políticas (contra Franco), y por ello iba a casa, comíamos, cenábamos y platicábamos de nuestra España. Fue una gran amistad, lo recuerdo siempre con una admiración enorme.

[OBJECT]

“A él le aprendí la manera de conducir una dirección, la manera de llevarse con los compañeros de trabajo, de ser un hombre tan inteligente, pero no actuar como genio, sino como persona, y, por supuesto, el talento e ideas inmensas. No era exigente, tenía esas ideas geniales y las incluía sobre la marcha.

“Tenía el problema de la sordera, pero creo que a veces era más de lo que se decía para escuchar lo que le convenía. Por ejemplo, un día estábamos filmando en exteriores y con sonido directo y el ingeniero de sonido cortó y Luis preguntó por qué lo había hecho si la escena era muy buena, y le dijo: ‘Porque pasó un avión’, a lo que Luis refutó con ese acento aragonés: ‘Bueno, si hubiera pasado un barco, todavía, ¿pero un avión? Hombre, ¡eso puede pasar!’. Todos reímos, ese era el ingenio de un gran amigo que se fue…”.

Esteban Mayo

Hoy es uno de los astrólogos más reconocidos del país, pero este hombre de 86 años fue actor durante cuatro años y se retiró definitivamente luego de hacer el estelar en Subida al cielo (1952), junto a Lilia Prado, para convertirse en modisto de personalidades como la princesa Margarita de Inglaterra y Grace Kelly, entre otras, y después ser estudioso de las estrellas.

“Ya estaba retirado del cine nacional, empecé a los 18 años y me fui a los 22 para dedicarme a negocios, pero el productor (Manuel Altolaguirre) de Subida al cielo me dijo que siempre había hecho pequeñas partes en 46 películas, así que me debería de retirar con un estelar. Me convenció y acepté.

“Pero sucedió algo muy curioso: Buñuel no me dirigió la palabra ¡en los dos meses que duró la filmación! Al terminar la cinta, le dije: ‘Señor, si usted no estaba conforme con que yo fuera el actor para el personaje principal, me hubiera dicho y me retiraba, a fuerza ni los zapatos’. Yo creía que él sentía que el productor me había impuesto, y Luis me preguntó: ‘¿Has visto mis películas?’ Le comenté que sí, y me explicó: ‘Los extras, todos, para mí son importantes, nadie está en mis películas que yo no quiera dirigirlo; lo que sucede contigo es que te metiste tanto en el personaje que eras “el personaje”, así que no necesitaba dirigirte, lo hacías bien’.

“De hecho, me aseguró: ‘Escribimos el papel para ti. Veamos: ¿cómo te llamas?’ Se lo dije completo: Esteban Oliverio Márquez Covarrubias. ‘¿Y cómo se llama el personaje?’ Oliverio… ‘¿Y no hablamos de una casita en la colonia Portales de un pueblo? ¿Dónde naciste?’, preguntó Luis, y le respondí: ‘Pues en la colo­nia Portales’. Así de plano, me fue desarmando para quitarme la idea de que yo era indeseable, con todo y una gran sonrisa y un abrazo.

“Puedo decir que él era perfeccionista, cuidaba cada detalle, pese a que era sordo. En verdad no sé cómo le hacía para entender los diálogos… indudablemente fue un genio, con conceptos muy diferentes a la época, al cine comercial común y corriente. Un hombre con ideas y una filosofía de la vida muy avanzadas, de vanguardia, amigo de los grandes, litera­tos, poetas, pintores y gente de altos vuelos artísticos. En ese entonces la gente no apostaba por él por lo mismo que no era comercial, pero ganó muchos premios en su carrera.

“Dicen que era mujeriego. Lo único que me consta es que pese a ser muy discreto, se notaba la gran atracción que tenía por Lilia Prado, mi compañera de esa película. Ella era bien coqueta, pero encantadora, en plan bonito, no vulgar; era mi amiga desde jovencitos, también de mi novia, y nos reíamos mucho de la escena donde quería violarme en el camión, pero nunca hubo nada entre ellos.

“A Luis le debo, además del reconocimiento por la cinta en el Festival de Cannes, ser elegido por el voto del público, en el periódico francés Cinemonde, como El Hombre más Bello del Mundo, ¡y competí contra Marlon Brando, George Marshall y Kirk Douglas!, nada más.”

Ignacio López Tarso

El primer actor de 88 años, con una trayectoria de más de 50 películas y más de 70 piezas teatrales, además de una gran cantidad de telenovelas, se remonta en el tiempo para hablar de Buñuel y lo que sucedió luego de su participación con él en Nazarín (1958).

“Con Buñuel tuve una muy buena relación, aunque al principio no estuvo de acuerdo en cómo me presenté ante él para hacer Nazarín, pero yo llegaba de un viaje por carretera de Cuautla e intervino Gabriel Figueroa: ‘Luis, López Tarso es una gente que ha hecho mucho teatro y sabe caracterizarse, mañana lo verás en su personaje, no te alarmes’. Al día siguiente todo cambió, me vio caracterizado como ladrón y me dijo que lo perdonara por lo de un día anterior, porque estaba muy nervioso.

“Él no escuchaba muy bien, por lo que no pedía que le dijéramos nuestras líneas, como lo hacían Roberto Gavaldón o John Houston, pero veía al personaje en los ensayos, luego en las tomas, y quedaba satisfecho de los resultados.

Hicimos la película y nos volvimos grandes amigos; preparaba muy buenos martinis. En una ocasión el también español Álvaro Custodio (dramaturgo, director teatral y ensayista) lo invitó a su casa a comer y me llevó con él. Ahí le preparé un Martini y admitió que los míos eran tan buenos como los de él.

“Era perfeccionista, y pese a ello, algunas veces vi que de manera discreta, respetuosa, amable y amistosa, Gabriel Fi­gueroa le corregía los emplazamiento (tomas). Le decía: ‘Oye, Luis, no te parecería hacerlo así, ve por el lente tal y verás que es mejor’, y Luis le contestaba: ‘Hombre, si tú sabes mucho de esto, ¡haz lo que se te dé la gana!’. Era una gente muy simpática, a veces tenía mal humor, pero en general era muy cordial.

“Recuerdo que estaba filmando con José El Perro Estrada, cerca de Televisa, la película Cayó de la gloria el diablo (1971) y mientras yo hacía bocanadas de fuego (tragafuego) con pe­tróleo, El Perro se me acercó y dijo: ‘Discretamente voltea exactamente a tu espalda’, ¡y era Luis Buñuel entre la gente viendo la filmación como espectador! Todos fueron a saludarlo y yo le agradecí la buena puntada”.

LAS MÁS VISTAS