Cuando se piensa en una gran celebridad dentro de la cinematografía de Luis Buñuel, surge de inmediato el nombre de Silvia Pinal. Esto debido a que la actriz mexicana fue la protagonista de tres películas del nacido el 22 de febrero de 1900 en el municipio de Calanda, España; un número solo igualado por la talentosa Lilia Padro, aunque ella no tuvo la trascendencia generacional de su colega.
Para cuando Pinal y Buñuel se conocieron, a principios de los años 60, ambos ya tenían un gran reconocimiento mediático. Ella por su excelsa participación en cintas como Un extraño en la escalera (1955), de Tulio Demicheli; Uomini e nobiluomini (1959), de Giorgio Bianchini; y Maribel y la extraña familia (1960), de José María Forqué. Y él por la realización de obras maestras como Un perro andaluz (1929), El gran Calavera (1949) y Los olvidados (1950).
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La reunión entre ambos talentos fue motivada por Pinal, pues quería trabajar con el director que ya tenía fama de genio y polémico. Fue el actor Francisco Rabal quien se encargó de hacerlos coincidir durante una velada acontecida en un hotel de Madrid.
Esa noche, Pinal acudió con el productor Gustavo Alatriste, su esposo en ese entonces, para proponerle al cineasta la realización de una película: Viridiana. Durante la charla, Buñuel se mostró parco con la pareja, pero aceptó realizar el trabajo, basado en la novela Halma, de Benito Pérez Galdós.
“Conocer a Buñuel fue de lo mejor que he tenido porque yo trabajaba con directores comerciales, pero a la hora de hablar de arte no tenía mucha experiencia y de pronto apareció Buñuel, y ahí cambió mi vida y gusto. Lo recuerdo con gran agradecimiento porque me enseñó muchas cosas que no había vivido”, recordó Pinal durante la presentación de su autobiografía Esta soy yo en mayo de 2017.
Viridiana narra la historia de una novicia que se enfrenta a dificultades relacionadas con la violencia sexual, el suicidio, el abuso de confianza y otros temas que para la época resultaron muy escandalosos, pues, tras su estreno en el festival de Cannes de 1961, donde obtuvo la Palma de Oro, la película enfrentó la censura del Vaticano y del régimen franquista.
“Fueron tiempos muy difíciles para él. En varios países se prohibió la proyección de la cinta, la prensa siguió el caso de censura durante meses, fue atacado por muchas personas, pero él ya había pasado por varios escándalos y en cierta manera estaba curtido”, contó Silvia en una entrevista para la Secretaría de Cultura.
“Tengo entendido que Luis creó toda una estrategia para salvar los negativos de la cinta. Cuando la estábamos filmando todos sabíamos a lo que nos enfrentábamos, eran otros tiempos, otras ideas, y Buñuel fue muy valiente al defender su arte por encima de todas las cosas”, agregó.
Tras la polémica por Viridiana, Buñuel y Pinal se embarcaron en una nueva producción: El ángel exterminador (1962), que cuenta cómo un grupo de burgueses quedan encerrados en una mansión y, conforme pasan los días, pierden los modales y se van desquiciando.
Simón del desierto (1964) fue la última película entre la mexicana y el ya también mexicano (Buñuel se nacionalizó a principios de los años 50). Destaca que esta producción mostró el primer desnudo en cámara de Silvia.
El cineasta y la actriz intentaron volver a encontrarse en filmes como Diario de una camarera (1964) y Divinas palabras (1978), pero decisiones de productores, problemas de derechos de autor y dificultades para empatar agendas impidieron una cuarta colaboración.
“Cuando lo miraba con esos grandes ojos redondos junto a la cámara, sabía perfectamente lo que me estaba pidiendo para una secuencia; era en esos ojos donde se podía leer todo lo que él era, todo lo que deseaba. Era un perfeccionista, pero también alguien que sabía el momento exacto en que una imagen, un diálogo o un gesto iba a perdurar para siempre”, confesó Silvia sobre el trabajo de Buñuel.
Tras la trilogía de películas, no se perdieron la pista. Incluso Pinal pudo ver al cineasta antes de su muerte, acontecida el 29 de julio de 1983 en la Ciudad de México. “Me ve y me dice ‘Que tal Viridiana ¿cómo está?’. Ya no pude hablar con él; estaba con el padre Julián, que nunca se le separó. Para mí fue muy fuerte ver que ya no me reconocía, pero fue divino que me dijera Viridiana”, contó en una charla con Cristina Pacheco.
yhc