Después de muchos años de matrimonio, Irene pierde a Marcelo, su marido, pero en vez de llorar sale a buscar sexo en una especie de ritual para no dejarlo ir. Así es el inicio de Nosotros (Planeta), novela escrita por Manuel Vilas (España, 1962) que este año ganó el Premio Nadal (el más antiguo de España) en su edición 79.
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¿Es una historia de amor?
Sí, de amor y de pérdida. Básicamente hay dos temas en este mundo que tiene que solucionar un ser humano, que son el amor y la muerte. Tiene que vivir la historia de amor porque eso completa la existencia pero también llegará el momento en que va a ver morir a quien ha querido profundamente. Entonces la novela trata de amor y muerte.
¿No hay más temas?
Hemos inventado muchísimas más cosas, pero cuando uno va envejeciendo esas cosas tan importantes van perdiendo gravedad y se va reduciendo todo a amor y muerte. Son dos ideas atávicas, primitivas, biológicas, y que están en la sociedad, que ha construido muchísimas otras supersticiones.
¿Qué papel tiene el sexo en la novela?
En el amor está incluido el sexo para Irene, la protagonista. Ella entiende que no puede haber un amor verdadero sin placer. Esto a veces se silencia; no se habla del componente erótico que tiene que tener cualquier amor. En la conversación pública hemos aceptado que amor sin lealtad es imposible, respeto, complicidad o el cuidado de uno del otro; todos son componentes básicos del amor, pero si no hay placer, todo lo que te he dicho no acaba de ser suficiente para completar ese amor. Eso es lo que sostiene la novela.
¿Por qué decidiste que tu protagonista fuera mujer?
Es una de las maravillas de la literatura, desde Cervantes todo escritor que construye una novela debe ser un manipulador de la ficción y un manipulador de las emociones. Por otra parte hay una gran tradición de escritores que se ponen en la piel de una mujer, desde que lo hizo de manera maravillosa y rotunda Flaubert, que se convirtió en madame Bovary, pero hay otras novelas.
¿Fue complicado meterte en la piel de una mujer?
Era el desafío más claro. Yo dejé que la leyeran mujeres antes de publicarla para que me dijeran si era una mujer, y lo que me dijeron es que era una “clase de mujer” porque aspirar a la totalidad no se puede, igual que si fuera un hombre, no representa a todos. Yo creo que todo pertenece a ese gran terreno de libertad absoluta que es la novela y la capacidad que tenga un escritor de ponerse la piel de lo que sea, de un hombre, de una mujer, de una cosa, de lo que sea, es lo que le pedimos a la literatura.
¿Porque Irene hace rituales tras la muerte de su esposo?
Ella perdió el cuerpo de su marido, pero el espíritu de su marido, dentro de su fantasía, sigue en ella. Entonces lo que hace es una especie de ritual en donde toma el cuerpo de un hombre para que su marido tome el cuerpo de este desconocido y ella lo sienta. Es fantasmagórico, casi de novela de terror y de posesión.
¿Hay sorpresas al final?
Hay un giro de guion tremendo porque en la vida misma, ten cuidado, hay giros de guion en todo ser humano.
¿Te sientes cómodo escribiendo una historia de amor?
Yo necesitaba hacerlo en aquel momento, pero ahora yo no escribiría esa novela porque mi momento vital es otro. Ando preocupado por otros temas, ya he cerrado ese capítulo.
¿Y tu faceta como poeta?
Yo soy poeta, pero me conocen como novelista. Es una de las paradojas del oficio de la literatura, que la novela es popular y la poesía no tiene lectores, comparado con la novela, puedo decir que tiene pocos. Recientemente, Lumen publicó una antología de mi poesía que se llama Una sola vida. Lo que yo intento es que mis novelas tengan un sentido poético para camuflar un poco la poesía porque a veces los lectores piensan que es muy difícil, pero si la sabes meter de una manera inteligente en una novela, entonces los lectores la aceptan.
DAG