"¿Qué sería del mundo sin la poesía?", se pregunta Saif el Islam al Ahmed Mahmud, repasando con cuidado las páginas de un viejo libro frente a unas estanterías llenas de cajas ordenadas de forma meticulosa en su biblioteca en Mauritania.
Saif guarda 700 de los cerca de 6 mil manuscritos conservados en 13 bibliotecas que hay en Chinguetti, una joya cultural clasificada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y que está en este antiguo cruce comercial en el corazón del desierto del Sáhara.
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Saif manipula las finas páginas con guantes de algodón para protegerlas. Está vestido con una túnica tradicional azul, y mientras pasa las páginas se sienta sobre una piel de oveja.
El secreto de conservación es que las páginas fueron grabadas con tinta a base de carbón y goma arábiga. Así pudieron preservarse conocimientos e historias de la Antigüedad sobre religión, astronomía, derecho, matemáticas y poesía.
"Conservamos la memoria del mundo que ha pasado por estas mismas calles antiguas", dice con un gesto teatral.
Chinguetti está en la ruta comercial que une las orillas occidentales del continente africano con la Meca, el centro espiritual del mundo musulmán.
Las calles del casco antiguo están impregnadas del aroma de su historia centenaria y de las huellas de los miles de peregrinos y comerciantes.
En la plaza principal, Abdulá Habot, de 45 años, abre las puertas de su biblioteca. El hombre cuenta que su familia tiene cerca de mil 400 manuscritos.
Abdulá señala un texto escrito en negro y rojo que está en un escaparate.
"No hay ninguna numeración en las páginas", destaca. "Los números de página son un invento moderno".
"Para navegar entre todas estas páginas, la última palabra en la parte inferior izquierda es la primera palabra reescrita en el margen superior derecho de la página siguiente", contó.
Pero, estos tesoros islámicos están bajo amenaza. El desierto de Sáhara avanza rápidamente. El cambio climático está provocando repentinas inundaciones estacionales.
Ahmed Salah, propietario de la Biblioteca Mulaye Mohamed Uld Ahmed Sherif, observa una hilera de libros antiguos expuestos.
Al igual otros conservadores, es consciente de la fragilidad de su patrimonio y pide ayuda para continuar su labor de preservación.
hc