A lo largo de 15 años, Maricris Herrera se ha consolidado como una de las diseñadoras gráficas de referencia en nuestro país, a cargo de proyectos que le han permitido construir y cimentar un estilo, siendo uno de los espacios a los que ha dedicado los últimos años es el Museo Tamayo, donde lleva ya casi una década de trabajo.
“En este proyecto pude coincidir con muchos amigos y colegas del pasado: equilibra mi trayectoria, la experiencia, el espíritu y las ganas de seguir aquí”, explica la arquitecta de profesión, quien reconoció en entrevista con MILENIO que, más allá de la obra del artista oaxaqueño, su primer contacto fue con la institución, con una labor que ha desarrollado el museo a lo largo de cuatro décadas.
- Te recomendamos Museo de Zona Arqueológica de La Mesa en Tehuacán abrirá hasta mayo Comunidad
“Cuando puso a discusión el significado de la cultura en México con un espacio para el arte contemporáneo: el contacto ha sido con el recinto y con todas las exposiciones, curadores, artistas y proyectos que han pasado por ahí, en particular a partir del rediseño de la identidad gráfica del museo, una tarea encomendada hace como ocho años”.
Creadora gráfica
Desde el Estudio Herrera, Maricris ha estado a cargo de la comunicación visual del Patronato de Arte Contemporáneo A.C. y de las identidades gráficas del Simposio Internacional de Teoría de Arte Contemporáneo; de 2015 a 2018, se hizo cargo de la identidad gráfica del Museo Tamayo y hasta la fecha funge como la diseñadora de publicaciones de la institución.
“El primer proyecto que tuve en el Museo fue enfrentarme a la identidad gráfica: se trataba de hacer un nuevo logotipo, a partir del hecho de que todo mundo lo conoce como el Tamayo, la palabra museo era un fantasma. A partir de eso desarrollamos etiquetas y frases, todos los lineamientos para los materiales que el museo publica por cada exposición y las publicaciones como tal, desde hace cuando menos seis años”.
El Museo Tamayo nació de un sueño de Rufino y Olga Tamayo. Es un proyecto personal que no implicaba exhibirse a sí mismo, sino poner sobre la mesa a la cultura: fue el primer museo de arte contemporáneo en una ciudad de casi 300 museos, recuerda Maricris Herrera, cuyo principal desafío fue enfrentarse al mismo artista, quien diseñó el primer logo.
“Había que entender la época en la que se decide hacer el recinto, a quién se le convoca, quién lo proyecta, que es parte de toda una escena, porque Tamayo fue pintor en varias corrientes pictóricas, no es que se tratara de entender a un impresionista o a un modernista”.
Esa es la manera en que generamos las identidades gráficas: diseñar es como hacer sistemas de comunicación, más allá de trabajar con un logo complicadísimo, sino que realmente comunique lo que es en atención al espectador.
“Para quien no sabe que Tamayo es una persona, Tamayo es un museo, hablamos de una institución pública situada dentro del bosque de Chapultepec, donde tiene un público muy amplio y, a diferencia de otros museos, habrá quien llegue y no sepa que el Tamayo es Rufino Tamayo”.
Obsesión artística
Toda esa historia es la que se encargó de convertir en libro para conmemorar el 40 aniversario del recinto: Tamayo40, un trabajo realizado en colaboración con Magali Arriola, directora del recinto: un volumen que “repasa el proceso de concepción, gestación y apertura del museo como una obsesión personal, una iniciativa cultural y un proyecto político”.
Se trata de una “caja”, donde se reúnen cuatro volúmenes que hablan de distintas facetas en la construcción y consolidación del Museo Tamayo; se inicia con el catálogo de la exposición Más allá de los árboles, integrada por cuatro núcleos curatoriales, en donde se revisan algunos acontecimientos clave, desde la documentación usada en su creación.
Foto: Javier Ríos
Cocodrilos en la poza se construye a partir de conversaciones con muchas de las personas que estuvieron vinculadas con la fundación del museo, sobre todo con sus respectivos gestores. El tercer volumen se titula Otra larga historia con muchos nudos, donde se concentran todas las exposiciones que han pasado por el Tamayo, “que nos permite ver desde cómo era la imagen y lo que nos costó recuperar ciertos archivos e imágenes”.
“Pienso que el Museo Tamayo ha tenido una gran cantidad de identidades gráficas a lo largo de 40 años, me interesaba recordar que ya trabajo con demasiado contenido y concepto, ya no me toca meterle más letra, sino comunicar y hacer todo más atractivo”, en palabras de Maricris Herrera, quien tiene esa búsqueda con el libro.
Una experiencia estimulante
Hay un trabajo de edición en el libro, el cual estuvo a cargo de Magaly Arriola, que le da un significado a cada archivo o material de investigación, que se refleja en los colores y en los materiales aprovechados, incluso en la recopilación de imágenes que nos dan cuenta de estos 40 años de historia, a decir de Maricris Herrera, quien desde la editorial apuesta por festejar la experiencia de “tener un libro en tus manos”.
hc