El templo que rinde culto a 'Blonde' en Tacuba

Chin Chun Chan está dedicada a la actriz estadunidense Marilyn Monroe

Foto: Haaron Álvarez
Ciudad de México /

Dos senderos llevan a la cantina Chin Chun Chan: uno pasa por la historia, que empieza en 1904, en los estertores del Porfiriato y los augurios de la Revolución; por el otro, menos abstracto, más popular, hay que saber zarzuela, atravesar cuadras de puestos de caldos de gallina, baños públicos, banquetas con carcasas usadas de celular, expendios de papel dolido, marginación, desigualdad, la vida que se quedó parada mirando el barrio de Tacuba donde abre este templo consagrado a la Blonde, a Marilyn Monroe.

Mario García Arana, su obispo, se quedó fascinado con la actriz y cantante estadounidense desde que vio de niño la fotografía en que Tom Kelley la retrató desnuda cuando casi era una adolescente y que vendió a Hugh Hefner, quien la convirtió en la protagonista del primer número de otro ícono, Playboy.

Su padre, Juan García Ambriz, tenía en la Chin Chun Chan esa imagen de 1953 y otras dos de Marilyn Monroe, que propiamente motivaron la colección actual de casi 300 fotografías que atesora su hijo en el local de Lago Hurón número 1, junto con la del mexicano Antonio Caballero que le tomó en la rueda de prensa del hotel Continental en 1962, y la bucólica de Sam Shaw, de 1957, en Amagansett, Nueva York, donde ella baila con pies desnudos sobre la hierba, portando vestido blanco y con un árbol detrás.

Hombre que creció en uno de los barrios más rudos entonces de la ciudad, donde su padre lo ponía a pelear a puño limpio con otros niños, Don Mario cuenta que ya no exhibe la foto en formato grande que Caballero publicó en Cine Mundial porque nomás se presta al morbo, al mostrar que la Monroe no usaba pantaleta durante su visita a México en febrero de aquel año, meses antes de morir el 5 de agosto.

Para él, fue una mujer que conquistó su mundo, a los hombres que quiso, lo que tal vez le costó la vida. Basta enumerar algunos directores con los que trabajó: John Huston, Billy Wilder, Howard Hawks.

Foto: Haaron Álvarez

El padre de don Mario García Arana murió el mismo año que Marilyn Monroe, en 1962, y él nació el 7 de noviembre de 1950, un año muy productivo para ella, aunque en papeles pequeños, al inicio de la vida cinematográfica de la actriz, cuando filmó A Ticket to Tomahawk, The Asphalt Jungle, All About Eve y The Fireball, y para su ya próximo cumpleaños que festeja en la Chin Chun Chan rodeado de sus amigos, espera poner en la pantalla el Happy Birthday que ella cantó a John Fitzgerald Kennedy ese 62.

Don Roberto Santillán Cruz, parroquiano desde 1963, recuerda que ya entonces se rendía culto en Chin Chun Chan a la madonna a la que Ernesto Cardenal dedicó un salmo, Truman Capote su mejor novela y su más tierna crónica, A Beatiful Child, la poeta Anne Carson una obra de teatro, Norman Jeane Baker of Troy (donde la compara con Elena de Troya), y Joyce Carol Oates un libro que mutó en filme.

Los tiempos en que las mujeres no entraban a las cantinas en México pasaron. A la Chin Chun Chan, de hecho, hoy la atienden cantineras, Elena de Tacuba, y Kenia, auxiliadas por Hugo, quien baila y canta, portando con orgullo playera de la selección mexicana de futbol, apenas oye a José José en la gramola digital o a la Sonora Santanera, cuyos videos pasan incansables en la smart tv apostada tras la barra.

Pero la mujer más numerosa en la Chin Chun Chan, omnipresente como un dios hebraico en todas sus paredes, en la barra, en los afiches, en las mesas de cerveza y hasta en los anuncios de promociones, es Sugar Kane Kowalczyk, Pola Debevoise, Roslyn Tabor, Roberta Bobbie Stevens, Lorelei Lee, Cherie, The Girl, Amanda Dell, Peggy, Peggy Martin, Iris Martin, Miss Claudia Casswell, Miss Lois Laurel, Angela Phinlay, Harriet, Clara, Clara Bow, Key Weston, Victoria Hoffman, Nell Forbes, Rose Loomis, Elsie Marina, Ellen… Todos sus nombres, pero ninguno que recuerde al de Norma Jeane Mortenson.

Quizá la mujer más fotografiada de la historia, a Norma Jeane Mortenson, Norma Jeane Baker, Marilyn Monroe y sus alter ego la retrataron desde Henri Cartier-Bresson y Richard Avedon hasta una pléyade de cíclopes como Eve Arnold, Sam Shaw, Milton H. Greene, André de Dienes, Bert Stern, Joseph Hasgur, Ed Clarke...

Para Mario García Arana, su imagen favorita es una de autor anónimo, en blanco y negro, en la que la actriz está sentada, con las piernas cruzadas, mordiéndose las uñas.

“Es mi favorita porque tiene una pose de: ‘¿Qué hago?’. Todo su cuerpo revela que está cerrada: la mano cerrada sobre sus rodillas cruzadas, mordiéndose las uñas”, explica don Mario, cirujano dentista de profesión, viajero, boxeador y futbolista amateur, que ha viajado por muchos países donde recolecta imágenes de Marilyn, trajo la última desde Budapest y la cuelga junto al refrigerador de las cervezas.

Heredero de una tradición familiar con ya tres generaciones al frente de la cantina legendaria y templo de Blonde, Mario García Arana es el quinto hombre de un linaje que empezó en Huichapan, Hidalgo, con su abuelo Juan y su tío José García Anaya, quienes vendieron sus terrenos y se mudaron a Tacuba, en cuyo corazón, frente a la iglesia de San Gabriel, fundaron en 1904 otro templo: la Chin Chun Chan.

Foto: Haaron Álvarez

Por aquellos años se estrenó en el teatro de la ciudad de México la zarzuela Chin Chun Chan, escrita por José Francisco Elizondo, con música del catalán Luis G. Jordá y protagonizada por Esperanza Iris.

“Es una comedia en un acto que tenía relación con los chinos. Antes, los navíos chinos llegaban a los puertos del Pacífico. La obra trata de que un chale mexicano, escondiéndose de su mujer, se mete a un barco, se disfraza con bigotes largos de chino y se hace pasar por el embajador chino Chin Chun Chan. Pero, pues no era chino, era chino balín. La música la escribió un catalán, Jordá, cuya familia vino aquí a la cantina también buscando el origen de la obra, incluso se publicó un libro en Barcelona sobre eso.
“Con certeza no sabemos qué fue primero, si la cantina o la zarzuela. El único documento que existe de esa época es de 1907 cuando mi tío José le vendió la mitad de su parte a mi abuelo Juan. Por ahí de 1920 –tengo el documento– la Chin Chun Chan se trasladó a estos predios donde se ubica ahora, que entonces se llamaba El Aguaje y Los Olivos, eran unos llanos. Mi abuelo construyó siete cuartos, todavía se conserva la fachada de uno de ellos, que vendió por ahí de 1928. La cantina siempre estuvo aquí. De sus hijos, solo Juan, mi padre, trabajó con él en la Chin Chun Chan”, refiere don Mario.

Agrega que como antes los compositores y los músicos escribían sus obras en las cantinas y cafés, bien a bien no se sabe si fue la zarzuela primero o la cantina. “Suponemos que la cantina fue primero”, dice.

Grandes recuerdos

La Chin Chun Chan se ubica en la calle Lago Hurón número 1, esquina Golfo de Adén, frente a otra reliquia de un México ya en vías de extinción: un vapor, como popularmente se conoce a Baños Marina.

Faltan muchas fotos, curiosamente varias tomadas en México, pero su propietario las tiene guardadas. Como la célebre de Antonio Caballero, que inmortalizó el pubis angelical de Marilyn Monroe el 22 de febrero de 1962, seis meses antes de la muerte de la actriz y cantante, durante su conferencia de prensa en el salón Virreinal del Hotel Continental (solo en México alguien con apellido Caballero retrató sin caballerosidad el monte de Venus de una Venus rubia, Blonde, la famosa Normita).

“Marilyn Monroe fue una gran dama; siempre he dicho que tenía gracia hasta para enseñar los calzones”, dice don Roberto Santillán Cruz, hombre de alrededor de 80 que visita la Chin Chun Chan a diario, acompañado por su perro Bucker, para echarse su cuba y su tequila, y cuando tiene sed: cerveza.

Desde que recuerda hay fotografías y memorabilia sobre la actriz de Los caballeros las prefieren rubias en esa mezcla de museo, templo y cantina.

“Uy, toda la vida han estado. Y cada vez han puesto más y más. Mi favorita es la de la película La comezón del séptimo año, cuando la chica sale con su vestido blanco, que el aire del respiradero en la calle le levanta. Vengo desde que Mario era chiquillo. Yo vivía cerquita, a dos cuadras, en Marina Nacional y Mar Negro, la Chin Chun Chan es una cantina donde lo atienden muy bien a uno. Pero antes eran muy estrictos, porque el cantinero que había aquí, antes de servirle algo a una persona, le pedía la cartilla del Servicio Militar; si no la traías, no bebías”.

Ese cantinero fue famoso. Efraín Gutiérrez González o Efraín González Gutiérrez. Pero se le conocía como El Puma. Era de los que servía los tragos “para hombres, no para payasos”, todos lo recuerdan.

“Hubo una época en la que duraron mucho esos empleados. Yo crecí con ellos. El Puma era famoso porque preparaba los tragos muy fuertes. En esos tiempos había gente a todas horas, no solo en esta cantina, sino en todas las del barrio; fue la época de Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, cuando hubo crecimiento y desarrollo con Antonio Ortiz Mena (secretario de Hacienda). Entonces había muchas fábricas aquí: estaba la Uniroyal, la Chrysler, estaba lleno de fábricas por aquí y por allá, las de O’Farril, una sección del Novedades, la editorial Novaro, el Molino San José… Había mucha actividad económica y, por tanto, mucha gente”, recuerda don Mario Garcia.
El Puma preparaba sus sangrías, que fueron las que lo hicieron famoso, en unos tarritos como de piña, y las fermentaba porque le ponía harto limón, su jarabe y les echaba su piquete, y ahí los dejaba por una hora, en hileras de diez, 20. Y ya cuando llegaba la gente por su sangría, nomás les agregaba tantita agua mineral de sifón, el vino tinto y agitaba. Y la gente con eso tenía. Con dos sangrías tenía. Había ocasiones que a los clientes les preguntaba: ‘¿Para cuántas cuadras quieres?’. Esa fue una frase muy famosa que tenía El Puma. Trabajó hasta 1989, más o menos. Falleció hace tres años, a los 97, a pesar de que era una persona que se agarraba hasta un mes tomando”, agrega el propietario.
Foto: Haaron Álvarez

Aquel desarrollo económico de la zona ahora se ve solo en los puestos ambulantes alrededor de las entradas del metro Tacuba, sobre la acera de Marina Nacional, donde también se mira la pobreza. Los puestos de chácharas conviven con imágenes de exclusión que para autoridades de México no existe. A pesar de la rudeza del barrio, también destaca la laboriosidad general, todo mundo está trabajando.

Por eso la Chin Chun Chan, cuyo propietario aprendió a defender incluso a golpes en barrio bravo, es un recuerdo centenario de que también existe la felicidad y es rubia, Blonde, como la cerveza.

¿Desde cuándo empezó su culto a Marilyn Monroe?

Me hice cargo del negocio en el 80. Mi padre, Juan García Ambriz, falleció en 1962, y mi tío Jesús –su medio hermano, aunque tenía los mismos apellidos porque mi abuelo se juntó con su cuñada cuando murió mi abuela y entonces sus hijos llevaban los mismos apellidos García Ambriz–, llevó la cantina hasta que yo me hice cargo. De niño, yo trabajaba aquí haciendo mis pininos, recogía la basura, me daban dinero por llevarla al tiradero de Tacuba. Una de las primeras fotos que vi de una mujer semidesnuda fue la de Marilyn Monroe que salió en Playboy. Yo creo que fue una fijación. Mi padre la puso aquí y, al morir él, yo empecé a coleccionar las fotos. Había tres fotos.: la de Playboy en blanco y negro, una donde está Marilyn vestida de blanco junto a un árbol bailando y con los pies desnudos, y la que Antonio Caballero le tomó a Monroe en el Hotel Continental.

Don Mario cuenta que la icónica imagen del fotógrafo mexicano tiene una anécdota especial para él. “Yo le guardo algo mental o sentimental a esta foto, que estaba aquí en la cantina y fue una de las primerísimas que sacaron, pero una de mis hermanas mayores un día la rompió, le quitó la cabeza y la tiró. Cosas de mujeres. Yo la guardé, ahí la tengo, toda rota, pero guardada. Tengo dos fotos, una chica y una de gran formato, pero no me gusta enseñarla porque curiosamente se presta más al morbo que todas las demás. Y sí, es una clásica de Marilyn Monroe”.

¿Cuántas fotos tiene ya?

Hemos quitado algunas; luego las cambiamos. Pero la última vez que conté eran 285. He tenido la oportunidad de viajar mucho por mi profesión de cirujano dentista y después como empleado de una empresa, y cada vez que voy al extranjero consigo fotos de Marilyn, y la colección se ha agrandado. La última foto la compré en Hungría, en Budapest. En mi casa también tengo unas que compré en Barcelona donde me invitaron familiares de Jordá, el que compuso la música de Chin Chun Chan. Soy la tercera generación con la cantina y la colección; espero que mi hijo Mario, que es guitarrista clásico, tiene un dueto barroco, Nova Música, continúe con esta tradición.

¿Ya vio la película de Blonde en Netflix?

Ya la vi. No sé si esté basada en la biografía, sobre todo en el tema de su niñez, su paso por los orfanatorios, cómo los mayores se aprovecharon de ella, la locura de su mamá, el incendio. No sé si esté bien documentada.
Foto: Haaron Álvarez

Está basada en una novela de Joyce Carol Oates, en realidad.

Tengo tres libros sobre Marilyn Monroe, no recuerdo nombres. Dos viejitos que conseguí por ahí.

¿Qué es para usted Marilyn Monroe?

Un ícono muy fuera de su tiempo, al que le tocó una época a la que sobrevivió por encima de toda las adversidades. Para mí es una mujer admirable, haya sido como haya sido su vida. Esa es la impresión que tengo de ella.

Las únicas fotos de un hombre aquí son de Muhammad Alí ¿le gusta el box?

Sí, mucho. Cuando era niño aquí venían muchos boxeadores; recuerdo al Toluco López, José Medel, El Pajarito Moreno; de niño me pusieron El Pajarito. En ese tiempo, este puesto de periódicos afuera de la cantina era de abanico, y todos los niños vendían periódico. A mí, mi padre nunca me dejó vender periódico. “Ponte a lavar vasos o a tirar la basura para ganar dinero”, me decía. Sí me ponía a pelear con todos los otros niños, a puño limpio. Ahí me hice aficionado al boxeo porque era además lo único que se podía ver en una televisión en blanco y negro, de esas grandotas, los sábados. A mí me pusieron El Pajarito, uno de mis primeros apodos (ya después mi tío me puso Pajarito Chirlo, porque era muy delgado). Después me aficioné tanto que me metí a hacer guantes, hice algunas peleas de guantes de oro, pero mi madre me sacó porque llegaba yo todo morado de la cara. Mi ídolo era Cassius Marcellus Clay, otro icono que revolucionó el boxeo, veíamos sus peleas de mastodontes, por así decirlo; peleaba muy lento, moviéndose lentamente en el ring, porque él decía que volaba como mariposa pero picaba como abeja. Para mí fue admirable como boxeador, pero también como activista.

Viviendo en un barrio popular y rudo, admite que llegó a defender a la Chin Chun Chan a golpes, aunque para él el secreto de su permanencia ha sido que logró que toda la familia haya participado.

“Sí, es un barrio duro. La familia me hizo responsable de esto desde el 80, y quise hacer la cosa bien: metí a toda la familia en una sociedad, y ha persistido por eso. Muchos negocios no perduraron por problemas familiares, y porque no aguantaron las épocas difíciles. Tacuba es un barrio bravo, había peleas de uno por uno, luego de diez contra diez, la época de las pandillas. Sí hubo lesionados aquí en la cantina, afuera en la calle, porque las peleas seguían ahí, había lesionados pero no pasaba de descalabradas, cortadas, ojos morados, a lo mejor pérdida de dientes, pero no muertos ni balazos. El hecho de que mi padre me pusiera a pelear en esos años de niño me formó a mí, porque siempre defendí el negocio, a veces tenía que defenderlo a golpes”.

Otro icono, aunque discreto en el Chin Chun Chan es el equipo de futbol Chivas de Guadalajara. Don Mario dice que es fan porque son muy mexicanos y, como él, han mantenido esa tradición de serlo.

“Jugué futbol y gané trofeos. También en Chin Chun Chan patrocinamos equipos de futbol de niños que llegaron a ser campeones nacionales en categoría de 11 y 12 años, aunque teníamos equipos desde los seis años hasta juveniles. Algunos de ellos llegaron al futbol profesional”, refiere orgulloso.

Entre gente famosa que recuerda que ha ido a la cantina o que sus padres le refirieron están Mario Moreno Cantinflas, Susana Dosamantes y su mamá María Elena Riestra, los hermanos Miguel y Humberto Gurza (entrenadores de animales), jockeys que iban del Hipódromo al vapor en los Marina. También cita anécdotas con Los Polivoces, Johnny Laboriel, Enrique Alonso Cachirulo, Édgar Vivar...

“José José nunca vino. Me lo encontré en otros lados, pero aquí no vino”, comenta don Mario.

Se atreve a contar una anécdota de Susana Dosamantes y de su mamá, porque ambas ya fallecieron: “De dónde venían, no sé. Entraron y la mamá de Susana Dosamantes dijo: ‘Quiero que me presenten al más arrabalero de aquí’. ‘Pero, señora, ¿por qué?’. Nosotros estábamos muy emocionados con la visita, más por Susana Dosamantes porque era muy guapa y de mucha personalidad. Venían solas, con un chofer que nomás se asomaba de vez en cuando. Y eso fue lo que me impresionó. Que entraran sin temor aquí y que la señora pidiera al más arrabalero. En ese entonces había un personaje al que llamábamos El Manotas, porque aparte de grandote, era galán, pero vicioso. Sabíamos que andaba con vedettes, con la Princesa Yamal y con un par de esas actrices que hacían streaptease. Le llamamos a él, porque a pesar de a lo que se dedicaba, era arrabalero pero decente, sabía hablar y todo. Se lo presentamos a la señora y dice: ‘Me lo llevo’. Ya después lo regresó como a los tres días, se lo llevaron a Cancún, lo regresaron por borrachote, pero se lo llevó la señora”.

Foto: Haaron Álvarez

Antes las mujeres tenían prohibido entrar a las cantinas, y hoy en Chin Chun Chan hay cantineras.

Sí, Elena y Kenia, tienen poco tiempo y son gente muy honesta. A pesar de que en el 80 ya se permitió la entrada a mujeres, aquí no existía más que un baño, que estaba en un rincón casi al aire libre, así eran entonces los baños de las cantinas. Así que hice los dos baños, uno para hombres y otro para las mujeres, aunque ellas empezaron a entrar a la Chin Chun Chan hasta 1983.

La cantina ofrece botana tradicional, dice: “Hoy hicimos moronga entomatada, picadillo, tostadas de pata, pero lo tradicional es caldo de camarón y tostadas de pata, eso nunca debe faltar. Pero hoy faltó”.

¿Cuál es su película favorita de Marilyn Monroe?

Me gustan todas, tengo toda la colección. Pero con la que me quedo es con La comezón del séptimo año. También cuando sale en Una Eva y dos Adanes, con Tony Curtis. ¡Qué barbaridad!

Mucha gente la estereotipó como una rubia tonta por esas películas .

Absolutamente no era tonta. Leía, actuaba, tocaba instrumentos… No, no, no era tonta.

¿Cómo le parece que fue Marilyn Monroe en un mundo de hombres?

Marilyn conquistó todo lo que quiso; conquistó a todos los hombres que quiso, conquistó el mundo de los hombres, y quizá eso le costó la vida.

hc

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.