Para la artista conceptual Marina Abramovic (Belgrado, 1946), “el dolor es una puerta” por la que ha entrado sin titubeos a todos los rincones del arte. Su cuerpo es la materia principal de los performances que la han convertido en una celebridad, en ellos, lo mismo se ha prendido fuego, acuchillado o permanecido inmóvil durante cientos de horas. “Arte de carne”, han dicho.
Ahora, la galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes, usa su cuerpo para dar vida (y muerte) a la mítica soprano Maria Callas, protagonista de tragedias dentro y fuera del escenario y quien también conoció numerosas formas de dolor físico y emocional.
La Divina, como fue llamada la cantante, ha sido una de las obsesiones de Abramovic. La primera vez que la escuchó tenía 14 años, estaba en la casa de su abuela en su natal Serbia. “Fue como si el tiempo se detuviera. No sabía quién era aquella mujer. Después quise saber todo sobre ella. Siempre había soñado con poder resucitarla a través de mi arte”, ha repetido en varias entrevistas.
La portentosa voz de Callas persiguió a Abramovic, quien después de varias décadas materializó esa fascinación en una publicación y en su más reciente proyecto escénico: Las 7 muertes de María Callas, una ambiciosa obra en la que combina ópera, videoarte y, por supuesto, performance.
Como era de esperarse, no se trata de una puesta operística tradicional y ese fue, precisamente, el mayor atractivo para Alexander Neef, director general de la centenaria Ópera Nacional de París, quien la incluyó en la programación –hasta ahora caracterizada por su apego a lo convencional— de la compañía francesa.
Ante las críticas por la poca apertura a la diversidad en artistas y repertorio, Neef encontró en Las siete muertes de María Callas la respuesta a esos cuestionamientos y la seleccionó para abrir, el próximo septiembre, la temporada 2021-2022.
En la reciente conferencia de prensa para anunciar la programación, el director alemán detalló que la pieza multimedia encabezará la tan ansiada reapertura de las sedes de la compañía. “Queremos ayudar al público a descubrir nuevas formas de ópera”, expresó. Y quién mejor para romper esquemas que la creadora serbia, considerada “una de las artistas más emocionantes del momento”.
Aunque originalmente Abramovic había planeado llevar su homenaje a Callas a diferentes teatros de Europa, la pandemia no se lo permitió. Contra su deseo, Las 7 muertes de María Callas fue estrenada en septiembre de 2020 en la Ópera Estatal de Munich, con apenas 200 asistentes a causa de las restricciones sanitarias.
Este año, sin embargo, cumplirá su sueño. El majestuoso Palais Garnier, uno de los recintos más emblemáticos de la capital francesa, ofrecerá cuatro funciones (del 1 al 4 de septiembre) sin limitantes en cuanto al número de espectadores. Un aspecto fundamental para quien ha repetido que su arte es para las grandes audiencias.
Siete arias, siete muertes
Creadora, directora y protagonista de este proyecto multimedia, Marina Abramovic revive la que pudo ser la última noche de Maria Callas en su departamento en París, donde murió en 1977 de un ataque al corazón. Abandonada por su gran amor, Aristóteles Onassis, postrada en la cama, la diva tiene siete sueños, cada uno de ellos corresponde a una ópera emblemática en su trayectoria belcantista.
“Quiero recrear las escenas de muerte de siete óperas, siete muertes que María Callas murió antes que yo. Como muchos de sus personajes en el escenario, ella murió por amor”, explica Abramovic.
En las arias, hábilmente seleccionadas por la artista del performance, el personaje femenino muere irremediablemente: en Madame Butterfly se desangra luego de un harakiri, en Tosca se suicida al saltar de un castillo, en Carmen es asesinada por su amante; en La Traviata, Otelo, Lucia di Lammermooir y Norma, las mujeres tienen también un catastrófico destino.
“La mayoría de las óperas terminan con la mujer muriendo: saltará de precipicios, arderá, será estrangulada, apuñalada o simplemente se volverá loca”, ha escrito Abramovic.
En Las 7 muertes, cada sueño simboliza una muerte y en todos está presente la figura de Onassis, como un amante asesino, interpretado por el actor estadounidense Willem Dafoe, quien termina con la vida de Maria. Además de la proyección de siete videos, su autora hace uso de todos los elementos que la han acompañado en sus famosos performances: cuchillos, espadas, serpientes, humo y fuego.
Con música original del compositor serbio Marko Nikodijevic, en este homenaje operístico, participan siete sopranos y cuarenta instrumentistas bajo la batuta del músico israelí Yoel Gamzou, quien considera que “este espectáculo es algo más que la unión de artistas excepcionales. Para mí, lo más importante no solo es que pone en contacto mundos musicales muy diferentes –hay un contraste entre la música que ya conocemos y las composiciones que nos ofrece Marko Nikodijevic—; lo más importante es que une dos personalidades que tienen muchísimo en común y que al mismo tiempo son muy diferentes”, dice el también director del Teatro de Bremen.
Otra destacada colaboración en este proyecto lírico es la del director de la firma Burberry, Riccardo Tisci, amigo íntimo de Abramovic y quien diseñó el vestuario que la artista serbia porta en cada una de las arias en las que personifica a Callas.
Hermanas de desventura
Es en el infortunio que Marina Abramovic ha sentido una hermandad con la mítica soprano. Una de las grandes similitudes es la compleja relación amor-odio que ambas tuvieron con sus madres. “Maria aprendió, a través de su madre, la disciplina y la fuerza de voluntad para tener éxito. En mi caso es lo mismo. Odiamos a nuestras madres en ese momento, pero en realidad estoy muy agradecida con la disciplina que heredé de ella”.
No obstante, uno de los aspectos que más las ha unido, asegura, es que las dos se enamoraron del “hombre equivocado”. La tortuosa relación de Callas y Onassis ha sido materia de cientos de artículos y decenas de películas y documentales; la relación de Abramovic con el artista alemán Frank Uwe Laysiepen, mejor conocido como Ulay, fue también catastrófica y se ha vuelto legendaria. Juntos vivieron un idilio amoroso y creativo que los mantenía constantemente al borde del abismo y que terminó después de 12 años cuando el fotógrafo decidió abandonarla.
“Mi propio trabajo me salvó y su trabajo hizo lo mismo por ella. Cuento mi historia a través de mi locura por Callas. Una mujer que murió por tener el corazón roto”, ha escrito reiteradamente la artista.
“El final de Las 7 muertes de Maria Callas es muy importante. Sí, Callas puede morir, su cuerpo puede desmaterializarse, pero la voz queda para siempre. Ella se quedará con nosotros para siempre”, sostiene Marina Abramovic.
Claves
Los performances
Ritmo 0 (1974), colocó frente a ella 72 objetos, dañinos e inofensivos; rosas, plumas, cuchillos y una pistola. El público podía hacerle lo que quisiera; después de 6 horas se fue llorando y ensangrentada.
Los amantes (1988), en actuación conjunta con el artista Ulay, su pareja. Ambos caminaron 2500 km desde cada extremo de la Muralla China hasta reencontrarse en el centro. Ahí terminaron su relación con un abrazo.
La artista está presente (2010), durante tres meses, la artista permaneció sentada 8 horas diarias en una sala del MoMA, en la que cualquier persona podía sentarse frente a ella y verla a los ojos durante un minuto.
bgpa