Martín Caparrós: la patria, unos lentes de colores para súbditos

Relato donde el futbol de los años 30 en Argentina se muestra como la pantalla con la que los dirigentes mantenían entretenidas a las masas.

Editorial Milenio
Buenos Aires /

El escritor argentino Martín Caparrós cree que la patria, el sustantivo que compone el título de su última novela, es la palabra con la que los gobernantes colocan “lentes de colores” a la población para desviar la atención y conseguir sus propósitos.

En su ciudad natal, Buenos Aires, desde su barrio de siempre, Palermo, y en entrevista, Caparrós, afincado en España, recalca que allá asisten a este “viejo truco” ejecutado por “el gobierno central y el gobierno catalán”, en relación a la cuestión independentista catalana.

Todo por la patria (Planeta) es la “frase fuerte” con la que Caparrós comienza un relato que tiene opciones de convertirse en saga y donde el futbol embarrado de los años 30 en Argentina se muestra como la pantalla con la que los dirigentes mantenían entretenida a las masas en una capital porteña que vivía entre turbulencias y bohemia, con el tango vivo.

Noventa años después poco cambió, según Caparrós, ya que con el futbol negocio, con la política, o ambas, el final es similar.

“(La patria) es más bien unos grandes lentes de colores que los gobernantes consiguen ponerle a muchos de sus súbditos. Cuando sus súbditos no los ven del color que ellos quieren, recurren al ‘todo por la patria’, y los hacen hacer cosas inverosímiles”.

Para él, España albergó en los últimos meses a un presidente, Mariano Rajoy, que “intentó esquivar sus responsabilidades haciendo que fueran los jueces y la justicia” los que las tuvieran, algo que provocó que “unos reclamos populares” se convirtieran en “golpe de Estado”. Y tuvo a otro presidente, el catalán Carles Puigdemont, ahora en libertad condicional en Alemania después de que un juez germano descartase extraditarlo a España por rebelión, que pertenecía, como Rajoy, a un partido que hizo “recortes importantes de los servicios sociales” y decidió “revolear las banderas”.

“El problema es que se les fue de las manos y tuvieron que hacer más y más, y ahora yo creo que ninguno de los dos sabe cómo salir de ese choque”, lamenta.

Mientras toda esa tensión política se elevaba en el país ibérico, Caparrós se refugió en un pequeño pueblo de Galicia para escribir la novela policiaca que le apetecía firmar y que fue un “divertimento”, aunque lo matiza. “Quiero decirlo y al mismo tiempo no quiero porque la palabra ‘divertir’ tiene como unas connotaciones. Habría que cambiarlas: hay que recuperar el poder de la diversión porque es algo correctivo”, sostiene.

Y cita a Voltaire, a quien tradujo: “Decía que lo superfluo es necesario y de vez en cuando uno necesita un poco de superfluo”.

A Caparrós se le fue “armando” la historia, en su mente solo tenía la primera escena: Andrea El Pibe Rivarola, su antihéroe tanguero y rebelde que podría tener futuro en más libros, juega una partida en Los 36 Billares de la Avenida de Mayo con un amigo cuando lee un periódico que cuenta que el célebre futbolista Bernabé Ferreyra se fugó.

Entre las páginas, versos sueltos de tango, el “rock and roll” de aquellos días para Caparrós, críticas al periodismo amarillista y un cameo de Jorge Luis Borges, al que su compatriota retrata con cariño y maldad por su supuesto poco éxito con las mujeres.

“Es un gran homenaje, hay que aprovechar el único flanco débil que dejó el muy canalla, es tan genial, tan sólido literariamente, que bueno, menos mal que no ligaba”, bromea Caparrós, quien le compone en el libro un tango receloso que piensa grabar.

Todo, intercalado en la investigación —con asesinato de una persona incluido— sobre Ferreyra, La Fiera, un futbolista real del River Plate de inicios del profesionalismo cuya leyenda perdura por su tiro inatajable y su brutalidad. “Aunque era bastante torpe”, dice.

El autor de una crónica de la historia de Boca Juniors (Boquita, 2005) reflexiona sobre cómo “lo grave ya no es lo ilegal sino lo legal” en el futbol mundial.

“Cuando vendieron a Neymar al PSG por 222 millones de euros, yo me preguntaba si tenía sentido económico haberse gastado ese dinero”, recuerda.

Entonces, la realidad le golpeó como un balón disparado por La Fiera Ferreyra: “Millones de chicos querrán ser como Neymar, consagrando el modelo del triunfo individual del capitalismo global”.

“Me parece que al final les sale barato cargarse cualquier posibilidad de conciencia social en el mundo gracias a estos modelos. He dicho”.

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