Los rockstars de los años recientes no son músicos ni están en escenarios, no rompen guitarras ni usan pantalones entubados. La nueva casta de celebrities la integran chefs y artistas como el arquitecto Alonso Carrillo Ituarte, Cartú, quien reivindica un oficio milenario, el de ceramista.
Viajero en busca de motivos para su inspiración, el creador, de 29 años, es un contenedor de influencias que van del arte surrealista al japonés, y que se materializa en elegantes figuras de elefantes, corazones, calaveras y urnas canópicas.
La obra de Carrillo, artista que desdeña las construcciones a gran escala, se inscribe en una arquitectura de interiores que explora materiales como la cerámica y el bronce niquelado.
Dominical MILENIO habló con una de las jóvenes promesas de México, que apela porque los artistas ocupen el título de rockstars: “¿Por qué no admirar a una persona que aporta algo positivo al mundo, si de pronto idolatramos a gente como las Kardashian?”, cuestiona.
¿Cómo inicia tu formación artística?
Siempre me han gustado las actividades creativas. En la Facultad de Arquitectura de la UNAM tomé diversos talleres y antes de terminar la carrera, hace año y medio, saqué una marca de diseño llamada Cartú. Al regresar de mi intercambio en París tomé clases de cerámica; este viaje fue un parteagüas en mi carrera y me llevó a otro nivel. Estuve muchos años con el ceramista mexicano Alberto Díaz de Cossío, tomé talleres en el Centro de Diseño Industrial de la universidad con Carmen Fuentes y empecé a producir piezas de cerámica; quise dejar el diseño y me fui a Japón tres meses para renovar mi estructura mental.
¿En ese momento te separas de la arquitectura para seguir tu carrera de ceramista?
La arquitectura es lo más importante, es la base mi trabajo. Siempre estuve seguro de lo que quería estudiar, simplemente es una disciplina más tardada, requiere más dedicación y me absorbe más. Me dedico a esta profesión, pero no me interesa tener un despacho como tal porque me gusta la arquitectura más lenta.
Tu trabajo se enfoca más en los interiores, ¿es algo que buscabas o te diste cuenta de que se podían vender y lo aprovechaste?
Tener esta disciplina me ayuda a entender la escala humana y, al montar una exposición, a aplicar cuestiones como la iluminación y el contexto.
En tu trayectoria hay también obra gráfica, donde se nota una carga de surrealismo y una interpretación pop y contemporánea, ¿buscas reinterpretar a los clásicos?
Me gusta pensar que todo lo que hago habla de mí. El surrealismo me encanta, pero ahora disfruto otras cosas, y mi trabajo es una reinterpretación de mis gustos, es una obra totalmente mía, aunque puede parecerse a mil cosas y lugares.
¿Quiénes son tus principales referencias?
Considero geniales al suizo Peter Zumthor, al escultor rumano Constantin Brancusi y al pintor y escultor México-alemán Mathias Goeritz, además del mexicano Gustavo Pérez.
De la ola de arquitectos mexicanos como Juan Carlos Baumgartner y Michel Rojkind, ¿qué opinas?
Aunque su trabajo es muy bueno, el mío va más de la mano de Mauricio Rocha, con quien trabajé un tiempo, y de Alberto Kalach: los mejores arquitectos que hay en México en este momento. No es una arquitectura espectacular, es vernácula, de interpretar el sitio y las grandes haciendas, llevando lo rústico a la modernidad, pero dándole un mejor sentido.
¿Cómo ves el mercado para tu obra, ha sido bien aceptada?
El año pasado, regresando de Asia lancé Sakura, 90 días en Japón, una línea de piezas en blanco, algunas de ellas únicas, un trabajo más delicado y fino; fue muy bien recibida.
¿Tu trabajo es ornamental o funcional?
Hay unas piezas que son vasijas, la idea es que fueran urnas o alhajeros. Por ejemplo, una persona de Estados Unidos me buscó y le envié una vasija donde depositó las cenizas de su hija, es ahí donde la pieza dejó de ser decorativa.
¿Por qué tu obra no tiene esa chispa mexicana que da el color?
El color siempre me ha costado mucho, tengo la intención pero termino en el blanco; sé que en algún momento lo exploraré, pero ahora me gusta esta monocromía que remite al minimalismo de la cultura zen japonesa, la esencia de todo.
¿Hasta dónde te gustaría llevar tu cerámica: a las piezas monumentales o siempre personales?
No lo sé, pero no estoy cerrado a las posibilidades, de hecho hace un par de años trabajé con Chrysler una pieza de una mano; de 30 centímetros la crecimos a seis metros, después montamos 30 piezas en una estructura metálica y se convirtió en una obra monumental.
Volviendo al principio, ¿qué eres ceramista o escultor?
A las personas les gusta encasillarte en algo o eres escultor o arquitecto, pero me gusta pasar por todas las disciplinas, además de ser dibujante y ceramista también soy fotógrafo. Este año voy a publicar un libro del registro fotográfico que hice de la primavera en Japón; la obra también incluye ilustraciones.
¿Crees que los arquitectos o los chefs se han convertido en 'rockstars'?
Si hay tantos modelos negativos a seguir, por qué no considerar un ídolo a gente que está cambiando el mundo, ya sea chef, arquitecto o escritor. Si de pronto admiramos a las Kardashian, por qué no a quienes hacen cosas positivas como los ídolos del siglo XXI.
¿Ha afectado la economía tu trabajo?
Lo hago sin depender de becas o estímulos; trabajo con galerías y, aunque es complicado, me funciona. Con Cultura Colectiva tengo un contrato de difusión, ellos me ofrecen exposiciones con marcas y cada que hago algo los invito.
¿Las galerías te dictan qué es lo que puedes vender?
No, siempre he hecho lo que más gusta; los temas que desarrollo son totalmente universales, he tenido carta abierta y no dudo que pueda pasar eso, pero defenderé mi trabajo.
Por ahora la muestra Harajuku. El llanto asimétrio de Alonso Cartú, se podrá observar en la Galería Oscar Román, Julio Verne 14 en Polanco, durante marzo de 2017.