A.E. Quintero: ¿Qué ven los muertos?, en “Miedo: El libro de los espejos”

Poemas de terror basados en hechos reales, con el miedo que estremece hasta en lo menos imaginado, y que arrollan con demonios, ánimas en pena u objetos encantados

“Miedo: El libro de los espejos” de A. E. Quintero. Foto: Especial
Israel Morales
Monterrey /

El miedo tiene distintas manifestaciones, pero si se transmite a través de la poesía el efecto puede ser más profundo.

A. E. Quintero escribe poemas de terror basados en hechos reales en “Miedo: El libro de los espejos” (De Otro Tipo) para configurar los distintos inframundos en que ha transitado el ser, ya sea por tradición oral o, en el límite del caso por experiencia propia.

Poemas sin título, que atañen al carácter casi anónimo, pero que Quintero retoma y los muta hacia el universo individual o el de los otros, que puede ser el vecino, el amigo, el familiar, todos los que de pronto fueron arrollados por una historia de demonios, fantasmas o almas en pena.

Hay algo turbio y desgarrado, la pesadilla, la confusión, el poema que inicia con “Mi vecino dice que vio al diablo”, que es el “dice” como el alejamiento concedido, porque ¿quién quiere ver al demonio? Pero adelante se resuelve: ¿a quién se parecía ese demonio?

La “mujer de cabello de sogas” no detiene su andar, que “pregunta por qué sus hijos (muertos) no van a verla”, o la plegaria dicha también por niños muertos, en un psiquiátrico donde se pasea el demonio encubierto, y alguien escucha, los siente y pregunta cómo llegar a la salida.

Por estos poemas ambulan los espíritus densos, los que visitan la cama, pero en ese estadio de sueño sufrido por muchos, ¿cómo se retoca el poema cuando se sube el muerto?

Decía que por las noches

se le subía el muerto, que no lograba hablar,

que no podía moverse.

No eran todas las noches,

pero cuando sucedía

era como si en ese instante transcurrieran muchas noches,

como si el tiempo tuviera pasillos secretos

que se abrieran de pronto, y estuviera perdido en uno de ellos.

Decía que despertaba

porque lo sentía ahí, a veces sobre su cuerpo,

a veces solo observándolo. (Pág. 19)

También se despliegan los objetos encantados que se guardan en la memoria, la “dulzura amarga” de una anciana en el Metro, el encuentro nocturno con alguien que siempre está enojado: un muerto.

¿Pero qué ven los muertos? En este poema se dice que “tal vez nos confundan con una lámpara” y por eso te pueden seguir. Aquí aparecen los objetos que son la explicación para que los muertos “te pongan la mano en el hombro” o en el mejor de los casos sigan su camino:

Dicen que si le das la espalda a un espejo apagado

de noche

Los dejas pasar a tu casa.

Dicen que hay que cubrir los espejos

cuando alguien muere,

detener los relojes para que sigan su camino.

Dicen que si alguien muere

se lleva a otro,

que lo que más extrañan son los ojos,

verse en unos ojos, reflejarse en ellos.

Que al quedarse sin los sentidos

las emociones se agudizan, se vuelven puertas,

rascacielos, derrumbes que se repiten.

No debes ver un animal muerto a los ojos.

No debes ver tus ojos en un espejo apagado.

Entrarían en ti,

los fantasmas entran al cuerpo por los ojos

y lo van secando. (Pág. 26)

Como toda creencia, la de los muertos es inobjetable, pueden habitar un árbol, entran a la sala, también son los guías hacia las posibilidades.

Pero también están los conjuros, los objetos extraños, están las leyendas de hermanas con una fatal decisión porque algo escondía la foto de un pretendiente.

Y sobre todo esa casi máxima de estos temas: ¿aún le tienes miedo a la oscuridad? Los gatos aparecen en otro poema, “los gatos oyen más allá del silencio que guardamos” (pág. 58).

Viejas sombras, saqueos en las penumbras, las historias basadas en realidades infantiles, los objetos que se mueven y los que regresaron con un fantasma, como una lámpara. Y sí, los demonios salen del cuerpo a habitar otros, y pueden, como en A. E. Quintero, meterse en alguno de sus escritos:

Si me dejas salir de este poema,

Yo puedo ayudarte,

Prometo que no volverás a sentir soledad ni miedo. (Pág. 88).

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.