La movilidad social permite la exploración, el conocimiento y el desarrollo de habilidades. El potenciar la enseñanza ha sido una vocación paralela de los músicos que integran a la Camerata de Coahuila, quienes voltean al pasado y reconocen que 25 años atrás no se observaba un panorama musical para Torreón.
Es el maestro Ramón Shade, la violinista Marina Gorbenko y el flautista Juan Manuel Rosales, quienes recuperan algunas memorias para Milenio Laguna y coinciden en que, siendo testigos en primera fila de la vida de la orquesta, ha sido la migración un fenómeno que habilitó el discurso musical que ha dado sentido a la orquesta coahuilense.
“En 1999 llegaron ellos, porque primero empezamos con oboes y cornos, pero estaba Dante, teníamos cuarto de siglo menos y nos veíamos mejor”, dice en tono jocoso el director artístico quien recuerda que en 1994 parecía muy difícil armar una orquesta.
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“La verdad había muchísimos menos músicos de los que hay ahora, ahorita las escuelas están produciendo, pero no había músicos realmente y fue muy interesante porque la primera audición que tuvimos, obviamente en la Ciudad de México, en Bellas Artes... tuvimos en diferentes partes, en el Conservatorio, ahí tuve el gusto de conocerte a ti y a tu hija”, le comentó Shade a Marina Gorbenko.
Gorbenko por su parte durante el desarrollo de la entrevista fue mostrando una gran inteligencia y sobre todo honradez. Extranjera sin documentos, se la pasaba preocupada por dar certeza legal a su estancia en México y poder contribuir a su país, entonces la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, la URSS.
“Parecía que yo era la última (en la audición) porque no pude llegar cuando fue la audición para todos… yo me acuerdo que tuve audición en un conservatorio”, apuntó Marina quien refirió un encuentro más en la casa de Roberto Cole en Coyoacán, donde Tatiana, su hija, realizó audición.
El primer año en México, la violinista lo pasó en Zamora, Michoacán, a pesar de que su hija se encontraba en la Ciudad de México tocando con una orquesta sinfónica juvenil. Además Sebastián, también su hijo, tocó como concertino. En suma, recuerda que primero llegó su entonces esposo a México, Sergei Gorbenko, uno de los más reconocidos violinistas que se mantiene activo en la Ciudad de México
“Me invitó mi hija para conocer México: ella se quedó, él (Sebastián) encontró trabajo y después pasando un año todavía necesitaba mandar una invitación oficial para quedarme, era difícil salir y necesitabas tener una invitación”, dijo la músico.
Explicó que siempre soñó con conocer otro país y eso implicaba estar un tiempo considerable. Marina sabía que el estar un mes dentro de una gira no era suficiente y fue por ello que decidió buscar trabajo y pensó que valdría la pena estar al menos dos años en la República Mexicana.
“Cuando llegué había una orquesta en Querétaro pero me dijeron ‘Usted no tiene documentos’, nada más tenía el pasaporte rojo ruso. Entonces Salva Nevelishko me llama y me dice que tengo suerte, mi amigo Antonio Tornero quiere empezar a hacer una escuela en Zamora y también tienes suerte porque él habla ruso porque estudió muchos años en San Petersburgo”, y así se estacionó en Zamora.
La músico insistió en legalizar su residencia y reconoció que el no contar con certeza legal le generaba pánico. Fue tanta su insistencia que finalmente se documentó su estancia y luego se integró a las filas de la Camerata de Coahuila. Fue en esta entidad que aprendió el español y sentó su casa en México, siendo abuela de gemelos que hoy tienen doble nacionalidad y 22 años de edad.
Proveniente de una familia de músicos, a Gorbenko la mantiene en México la pasión por su oficio, que desarrolla como músico principal de la sección de violines segundos en la Camerata de Coahuila, que se conformó por músicos migrantes extranjeros pero también nacionales.
El maestro Ramón Shade comentó que se tuvieron algunos músicos becarios de Torreón a los cuales les pagaba el Ayuntamiento, entre ellos al violinista Guillermo Villalobos, quien actualmente radica en Querétaro.
Pero en el caso del flautista Juan Manuel Rosales, originario de la Ciudad de México, él mismo explica cuando se pensó en conformar la orquesta para Coahuila, vivía en Veracruz y daba clases.
“Yo estuve en Bélgica. Conocí a un compañero que estaba de jefe de personal, Jorge Paulín, entonces una vez me invitó él para venir de extra y vine. Luego en el 95 me estuvieron invitando varias veces y por ahí de diciembre del 95 el maestro Shade me ofreció el trabajo y me dijo que si me quería quedar en la plaza de flauta porque se quería ampliar la orquesta y de enero del 96 hasta la fecha he estado aquí”.
Radicado en Torreón, Juan Manuel Rosales también echó raíces en La Laguna. Su percepción, al igual que la de su compañera, coinciden en que en Torreón había muy pocos músicos profesionales y mucho por hacer.
“La orquesta ha crecido y ahora es prácticamente una sinfónica y se ha abierto para dar clases, para tocar recitales, o sea, aparte de la orquesta hemos tenido un campo de trabajo muy interesante y todos nos hemos establecido aquí en Torreón aunque con la orquesta tenemos bastante trabajo”.
En veinticinco años, estos músicos han llevado su trabajo con alegría a sitios disímbolos, desde un ejido donde debieron dormir en una bodega y en literas a excepción del director artístico al que por distinción lo llevaron a la casa de la comisariada ejidal, hasta Colombia, La Habana y Bellas Artes en la Ciudad de México.
Una pérdida
Tatul Yeghiazaryan, violinista armenio, falleció al iniciar agosto de 2014.
“Fue una pérdida en todos los aspectos. Primero fue un amigo, una excelente persona. Luego un concertino, un músico excelente, llorábamos por ambos aspectos, porque empezó con un cáncer y se fue alargando la cosa. Uno no piensa hasta que la situación se volvió grave”, dijo Ramón Shade.